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Calles secuestradas: terrazas para unos pocos, caos para el resto


 La destrucción del centro de Ferrol: la incompetencia de Mato arruina la ciudad

Ángel Mato pasará a la historia como el alcalde que llevó a Ferrol al borde del colapso. Sus políticas urbanísticas han sumido el centro en el caos, convirtiéndolo en un lugar inhóspito tanto para residentes como para comerciantes. La eliminación masiva de aparcamientos y la privatización del espacio público con terrazas descontroladas son solo algunos de los despropósitos que han generado el rechazo ciudadano. Lo que él presenta como modernización es, en realidad, una sucesión de decisiones arbitrarias que están asfixiando la vida en la ciudad.

La degradación del centro de Ferrol: aparcamientos eliminados y calles privatizadas

En los últimos años, Ferrol ha experimentado una serie de transformaciones urbanísticas que, lejos de revitalizar el centro de la ciudad, parecen estar acelerando su declive. Dos de las medidas más polémicas han sido la eliminación masiva de aparcamientos y la creciente privatización del espacio público en favor de las terrazas de hostelería. Lo que inicialmente se presentó como un plan de modernización y fomento de la movilidad sostenible se ha convertido en una pesadilla para residentes, comerciantes y visitantes.

El ataque a la movilidad: el desastre de la eliminación de aparcamientos

Una de las decisiones más criticadas por los ciudadanos ha sido la eliminación de cientos de plazas de aparcamiento en el centro de Ferrol. Calles emblemáticas como San Francisco o la calle de la Iglesia han sido objeto de una reestructuración que, en la práctica, ha supuesto la desaparición de estacionamientos en favor de aceras más anchas y zonas peatonales. Sin embargo, lejos de fomentar un modelo de ciudad más accesible, esta política ha generado una grave crisis de movilidad.

Por ejemplo, la eliminación de 125 plazas de estacionamiento en la calle de la Iglesia no vino acompañada de una alternativa viable. Mientras el ayuntamiento insiste en que estas medidas fomentan el transporte público y la movilidad peatonal, lo cierto es que la ciudad carece de una infraestructura de transporte adecuada que permita a los ciudadanos desplazarse sin vehículo propio. La consecuencia es clara: quienes antes acudían al centro para hacer sus compras, trabajar o simplemente pasear, ahora lo evitan debido a la dificultad para estacionar.

Las críticas de los vecinos y comerciantes son unánimes. José Manuel Rey Varela, portavoz del Partido Popular, lo resumió perfectamente al señalar que "Mato pasará a la historia como el alcalde que más plazas de aparcamiento gratuito ha eliminado en cuatro años". Y no es una exageración: la falta de aparcamientos ha convertido muchas zonas en desiertos comerciales, con negocios cerrando debido a la disminución del tránsito de clientes.

La indignación de los residentes no es infundada. Vecinos de barrios como San Pablo, Santa Mariña, Esteiro y A Graña han expresado su descontento con la falta de estacionamiento y las absurdas restricciones de velocidad a 30 km/h, que solo sirven para hacer la vida más difícil a quienes aún intentan circular por la ciudad. Es evidente que la supuesta modernización del centro ha sido una imposición sin diálogo con la ciudadanía, en lugar de una mejora real del entorno urbano.

La privatización encubierta del espacio público: terrazas para unos pocos

Si la eliminación de aparcamientos ha sido un problema, la proliferación descontrolada de terrazas en las calles peatonales ha sido la gota que colma el vaso. Lo que en teoría debía ser una medida para revitalizar la hostelería tras la pandemia se ha convertido en un expolio del espacio público, beneficiando exclusivamente a los empresarios del sector en detrimento del resto de ciudadanos.

El Colegio de Arquitectos de Ferrol ha sido claro al respecto. Su presidente, Ramón Montero Cereijo, denunció que "peatonalizar una calle no es poner una valla, cerrarla y que la ocupen las terrazas". Sin embargo, eso es exactamente lo que ha ocurrido. En lugar de ofrecer espacios públicos para el disfrute de todos, las calles se han convertido en una extensión de los negocios privados, dejando poco o ningún espacio para el peatón que no quiera consumir en una terraza.

Mientras algunos hosteleros se benefician de esta privatización encubierta, los problemas para los residentes y los comerciantes de otros sectores se han multiplicado. La falta de planificación ha provocado que muchas calles peatonales estén abarrotadas de mesas y sillas, dificultando el paso de personas con movilidad reducida, familias con carritos de bebé o incluso los propios servicios de emergencia.

El caso de Ferrol es un claro ejemplo de cómo la mala gestión urbana puede arruinar el tejido social y económico de una ciudad. No se trata de estar en contra de la hostelería, sino de entender que el espacio público es de todos, no solo de quienes pueden pagar por instalar mesas en la calle.

El calvario de los vecinos para acceder a sus hogares

Las peatonalizaciones han convertido lo que antes era un trayecto simple a casa en una odisea diaria para muchos vecinos. Con las calles bloqueadas y los accesos restringidos, aquellos que viven en las zonas afectadas deben dar largos rodeos para llegar a sus viviendas, a menudo sin poder utilizar su propio vehículo para la carga y descarga de compras o enseres. Personas mayores y con movilidad reducida son las más perjudicadas, ya que deben caminar largas distancias por aceras abarrotadas de terrazas y obstáculos. La ausencia de alternativas de aparcamiento y la falta de planificación han convertido la vida cotidiana en un constante problema logístico para los residentes del centro de Ferrol.

Conclusión: una ciudad al borde del colapso.

El modelo de ciudad que se está imponiendo en Ferrol no es inclusivo ni sostenible. En lugar de favorecer el comercio local y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, las medidas del ayuntamiento han contribuido al declive del centro urbano. La eliminación de aparcamientos ha expulsado a residentes y visitantes, mientras que la privatización de las calles a través de las terrazas ha convertido el espacio público en un negocio particular.

Ferrol necesita un plan urbanístico basado en el consenso y el sentido común. Recuperar plazas de aparcamiento estratégicas, mejorar el transporte público y regular de manera justa la ocupación de las calles por parte de la hostelería son pasos esenciales para evitar que la ciudad siga muriendo lentamente.

Si las autoridades locales no rectifican, Ferrol corre el riesgo de convertirse en un ejemplo de lo que no debe hacerse en urbanismo: una ciudad vacía, inaccesible y privatizada, donde cada vez menos personas encuentran razones para quedarse.

 

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