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Xosé Francisco Delgado Lorenzo, dueño de un extraordinario sentido del humor y hombre siempre afable

A lo largo de su vida, Xosé Francisco Delgado Lorenzo, ha sido y sigue siendo un faro de fe, esperanza y amor para todos los que lo rodean. Ha dedicado su vida al servicio de Dios y de las comunidades por donde ha pasado, con una entrega y vocación que merecen ser reconocidas y celebradas.

Desde el primer día que llegó a su primera parroquia, Xosé Francisco asumió la responsabilidad de guiar a su rebaño con compasión y sabiduría. ¡Su labor no solo ha sido predicar la palabra de Dios, sino también vivirla! Ha estado presente en los momentos más difíciles y en los más felices de nuestras vidas: bautismos, bodas, despedidas, y siempre con una palabra de aliento, un gesto de bondad o una sonrisa que nos recordaba la misericordia divina.

A lo largo de los años, Xosé Francisco ha demostrado que su compromiso no conoce fronteras. Ha estado al lado de los enfermos, consolando a las familias en duelo y tendiendo su mano a los más necesitados. Su caridad no se ha limitado a las paredes de la iglesia, sino que ha salido a las calles, buscando siempre la manera de ayudar a quienes lo requerían.

Este homenaje no solo es un reconocimiento a su labor como sacerdote, sino también a su calidad humana. Nos ha enseñado que la verdadera grandeza no reside en los títulos ni en los logros materiales, sino en la capacidad de servir a los demás con humildad y amor incondicional. Su vida es un testimonio de lo que significa vivir el evangelio en todo su esplendor.

No solo has sido un guía espiritual, sino también un amigo, un consejero y un compañero en los momentos más significativos de nuestras vidas. Su entrega ha trascendido las palabras, manifestándose en cada gesto, en cada acción y en cada sonrisa que has ofrecido a quienes más lo necesitaban.

Has caminado junto a nosotros en momentos de alegría y de dolor, siempre dispuesto a brindar consuelo y esperanza. ¡Recuerdo muy bien tu acogida en un momento muy doloroso de mi vida, cuando llegué a tu casa pidiendo consuelo y consejo! Tu compromiso con los enfermos, los pobres, los afligidos y los marginados ha sido incansable. Nos ha mostrado, con tu ejemplo, que el verdadero servicio no tiene horarios ni límites, y que la verdadera entrega es aquella que se da desde el corazón, sin esperar nada a cambio.

Tu vida es un testimonio vivo del amor de Dios en acción. Con humildad, has predicado no solo desde el púlpito, sino también con tu vida diaria, enseñándonos que la fe no es algo que se guarda en el templo, sino algo que se lleva al mundo con valentía y generosidad. Tu dedicación ha sido un faro para las parroquias por donde has pasado, guiándonos en tiempos de incertidumbre y fortaleciendo nuestra fe en cada paso del camino.

¡Tu entrega me recuerda que el amor y el servicio son la base de nuestra existencia! Nos has enseñado a todos a ser mejores, a dar más y a vivir con más compasión. En nombre de todos los que hemos sido tocados por tu bondad, te agradecemos profundamente. Tú has sido y sigues siendo más que un sacerdote; has sido un pilar, un ejemplo y una fuente de luz para todos nosotros.

Eres un ejemplo vivo de que la fe no está reñida con la alegría, sino todo lo contrario. Nos has enseñado que seguir el camino de Cristo es, ante todo, una invitación a vivir con un corazón lleno de esperanza y felicidad. Tu entusiasmo es contagioso, y siempre encuentra la manera de hacer que cada encuentro, cada misa y cada momento compartido se llene de luz y buen ánimo.

Con tu carácter jovial, has sabido acercarte a personas de todas las edades, desde los más jóvenes hasta los mayores. Has sido y sigues siendo para muchos un amigo en quien confiar, alguien con quien se puede hablar abiertamente, sabiendo que tu consejo estará siempre impregnado de optimismo y de fe. Tu risa genuina nos recuerda que, incluso en los momentos difíciles, hay lugar para la esperanza y la gratitud.

Nos has enseñado que no solo se predica con palabras, sino que se vive con el ejemplo. Nos has mostrado que la vida de un cura no está limitada a la solemnidad, sino que puede estar llena de alegría. Tu manera de vivir el evangelio, con una sonrisa en los labios y un corazón dispuesto a servir, nos ha inspirado a vivir nuestra propia fe con mayor gozo y apertura.

Querido Xosé, hoy te agradecemos por mostrarnos que la alegría también es un camino hacia Dios. Gracias por tu entrega, pero, sobre todo, por esa luz que llevas dentro y que siempre compartes con nosotros. Tu alegría ha hecho más llevaderos nuestros días, y tu cercanía nos ha recordado que, en medio de las dificultades, la fe nos sostiene y nos llena de esperanza.

Estimado Xosé, hoy quiero agradecerle de todo corazón por ser ese guía espiritual que nos ha acompañado, por tus palabras sabias y por Tu incansable dedicación. Has sido, y seguirás siendo, una fuente de inspiración para todos nosotros. Que Dios te conceda muchos años más de vida, para que continúes iluminando el camino de aquellos que, necesitan de tu ejemplo y orientación.

Que Dios te siga bendiciendo con la fortaleza y el Espíritu para continuar tu camino, con esa alegría que tanto nos inspira y que tu risa siga resonando entre nosotros por muchos años más. Por eso, hoy y siempre, te rendimos este sincero homenaje.

¡Gracias, Xosé, por tu entrega y amor incondicional!

José Carlos Enríquez Díaz

 

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