La Fuga de los Fieles: Cómo la Iglesia Aleja a sus Propios Creyentes
Muchos cristianos mantienen una relación íntima y profunda con Dios, aunque se sienten distantes de la Iglesia institucional y sus prácticas formales, como la asistencia a misa. Esta situación los coloca en una postura completamente distinta a la de los ateos: Estos creyentes que no asisten a ritos religiosos creen en Dios, practican la fe en su vida diaria y, en muchos casos, viven los valores del Evangelio de manera sincera. Sin embargo, la desilusión ante ciertos aspectos de la jerarquía eclesiástica y el comportamiento de algunos líderes religiosos los ha llevado a distanciarse de la institución.
El cristiano creyente que no va a misa dista mucho del
secularista porque acepta a Dios y a su poder soberano. También se distancia
del indiferente porque Dios y las relaciones con El son importantes en su vida.
¿Dónde está su ruptura e indiferencia Con la Iglesia y la práctica religiosa
institucional?
Los factores y causas externas pueden ser: No hay tiempo por las muchas tareas y
preocupaciones. El domingo es para descansar de todo. No hay tiempo
para rezar, para leer la Biblia o para asistir a la misa dominical.
Una libertad sin límites y sin obligaciones
religiosas. Los mandamientos y prohibiciones de la Iglesia católica
son obstáculos. “Como soy libre puedo elegir cuándo y cómo quiera lo que tengo
que hacer sin imposiciones externas”; una fe débil y poco profunda en las
convicciones religiosas. Es como una casa construida sobre arena o
como el traje que se quita y se pone. Faltan raíces sólidas y fuertes
motivaciones en las creencias cristianas.
Pero hay otros motivos importantes del alejamiento de muchos
creyentes de la Iglesia, que claman al cielo… especialmente de aquellos que son
practicantes en su vida cotidiana pero que no asisten regularmente a la
iglesia, es un fenómeno que refleja desencantos profundos con ciertos aspectos
de la jerarquía eclesiástica. Aunque los valores y principios de la fe
católica siguen siendo significativos para estas personas, factores como las
injusticias percibidas, el manejo desigual de las nulidades matrimoniales y las
restricciones hacia los divorciados, junto con conductas cuestionables de
algunos miembros del clero, crean una disonancia difícil de reconciliar. A
continuación, abordaremos estos temas clave y su impacto en la percepción y
participación de la comunidad creyente.
La nulidad matrimonial es, en teoría, un proceso por el cual
la Iglesia determina si un matrimonio fue válido desde el inicio o si
existieron vicios que lo invalidan. Sin embargo, en la práctica, esta
herramienta se ha percibido como un privilegio accesible para quienes tienen medios
económicos o contactos dentro de la jerarquía eclesiástica. La percepción
de favoritismo y de "cambalaches" en el manejo de nulidades genera
una profunda decepción entre aquellos fieles que, por convicción y respeto
al sacramento, no consideran esta opción, aunque sufran matrimonios
problemáticos o fallidos.
Uno de los ejemplos que más indignación ha generado es el
caso de sacerdotes que, después de haber oficiado una boda y acompañado
espiritualmente a la pareja, presentan versiones parciales o "verdades a
medias" para facilitar la nulidad. Este tipo de situaciones, en las
que un sacerdote –que ha sido testigo directo de la unión– aporta testimonios
en contra del matrimonio que él mismo celebró, genera una percepción de
manipulación del proceso. Para muchos fieles, es incomprensible que un
sacerdote que en su momento avaló la unión cambie su versión o
"revele" información después del tiempo, con el objetivo de disolver
el vínculo. Este proceder da la sensación de que existen
"cambalaches" o acuerdos tras bambalinas, y que el proceso se
manipula para favorecer a una de las partes.
Este tipo de situaciones afectan profundamente a los
fieles, que perciben cómo la institución falla en su misión de ser un espacio
de justicia, coherencia y misericordia. Cuando el proceso de nulidad parece
ser flexible para unos y restrictivo para otros, los creyentes sienten que no
pueden confiar en la imparcialidad de la Iglesia. En consecuencia, muchos
deciden alejarse, ya que no ven en la institución el espacio de refugio y
verdad que esperan encontrar.
Las situaciones que hoy separan a muchos creyentes de la
Iglesia Católica no se deben tanto a la pérdida de la fe, sino a la disonancia
entre las enseñanzas de Cristo y el comportamiento de ciertas jerarquías
eclesiásticas. La percepción de favoritismo, exclusión y elitismo en temas
que afectan la vida de millones de personas, especialmente en temas
matrimoniales y de inclusión, está erosionando la relación de la comunidad con
su iglesia. Una transformación en la manera en que la Iglesia responde a estos
desafíos, volviendo a los valores de compasión y servicio, es crucial
para restablecer los lazos y garantizar que la fe sea una fuerza inclusiva y
sanadora para todos.
La transformación de estos procedimientos no es solo una
cuestión administrativa; es una medida indispensable para restaurar la
credibilidad de la institución y su misión de servir con justicia a todos sus
fieles. Sin una revisión seria de estos "cambalaches" en las
nulidades, la Iglesia corre el riesgo de continuar perdiendo a aquellos
creyentes que buscan en la fe un compromiso verdadero con la verdad y la
justicia.
Pero lo más indígnate es la insistencia de algunos
sectores de la Iglesia en sostener decisiones cuestionables, incluso cuando el
tiempo revela la injusticia o manipulación en el proceso, es una de las cuestiones
que más indigna a los creyentes. Aunque la verdad se asome y se evidencien los
intereses que distorsionaron el proceso, ciertos sacerdotes y jerarcas
mantienen la misma narrativa, defendiendo nulidades obtenidas a través de
verdades a medias o testimonios sesgados. Esta falta de rectificación y
humildad por parte de quienes deberían ser modelos de integridad agrava la
frustración de los fieles y erosiona aún más la confianza en una institución
que muchos ya perciben como alejada de los valores que predica.
El hecho de que se defienda lo indefendible en estos
“cambalaches” de nulidades matrimoniales deja a los fieles sin una vía de
justicia y con un mensaje de indiferencia hacia su sufrimiento.
El comportamiento de ciertos miembros del clero, a
quienes se percibe como rígidos, elitistas y alejados de la realidad de sus
feligreses, también contribuye al distanciamiento de los fieles. Los sacerdotes
con actitudes sectarias, que mantienen una postura de superioridad moral y
exigen una obediencia sin cuestionamientos, son vistos como obstáculos para una
fe auténtica y personal. Este tipo de liderazgo, en lugar de inspirar y guiar,
aleja a aquellos que buscan en la Iglesia un refugio de paz y comprensión.
Además, cuando el mensaje de algunos sacerdotes se centra en dogmas estrictos y
normas de conducta, en lugar de en el mensaje de amor, empatía y compasión que
Cristo enseñó, muchos creyentes se sienten excluidos, juzgados y desalentados.
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