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Entre Sombras y Suspiros: La Espera de un Amor en la Distancia

 



La espera, mujer hermosa en la distancia,
se alarga como un hilo de suspiros,
se extiende en cada pausa, cada paso,
tejiendo un manto de anhelos perdidos.

Eres sombra y luz en el horizonte,
un sueño que se aleja y se aproxima,
un susurro que habita mis silencios,
una huella indeleble en la bruma fina.

Tu ausencia es ese eco persistente,
como un latido al borde de la nada,
como el brillo fugaz de una estrella
que, aun distante, ilumina la mirada.

Y aquí, en esta espera interminable,
me sostengo entre el deseo y la nostalgia,
esperando que el tiempo nos reúna,
mujer hermosa, en la lejana distancia.

La espera, mujer hermosa en la distancia,
es como el vaivén lento de las olas,
como el viento que roza y se retira
dejando solo ecos, solo sombras.

Eres el sol que nace y nunca alcanza,
la llama que se enciende y no me toca,
la caricia fugaz que entre los sueños
me despierta y se escapa de mis horas.

Te pienso en cada esquina de esta espera,
en el canto sin fin de los caminos,
en el susurro oscuro de los días
que van pasando solos, sin destino.

Cierro los ojos y dibujo el paso
que darías si el tiempo te trajera;
imagino el sonido de tus risas,
la melodía leve de tu esfera.

Eres el horizonte que me llama,
una imagen que nace y se deshace,
una promesa tenue en la distancia
como estrella que arde y se desplace.

En la vastedad de esta distancia,
tu nombre se vuelve suave y eterno,
y en el silencio eterno de las noches
me hablas sin palabras ni recuerdos.

Mis manos, vacías, trazan en el aire
el contorno invisible de tu abrazo;
y mi alma, en calma y fuego, se sostiene
en la espera que es más vida que fracaso.

Aguardo en esta senda sin retorno,
un paso que se aleja y no me alcanza;
y, aun sabiendo que eres solo sueño,
mujer hermosa, te espero en la distancia.

La espera, mujer hermosa en la distancia,
es un río callado que no cesa,
que en su flujo constante me recuerda
tu imagen reflejada en la tibieza.

Cada día es un eco de tus pasos,
un murmullo que surge en la neblina,
una huella que queda entre los sueños
y se disuelve en la luz matutina.

Te pienso en los silencios de la tarde,
en el cielo, en los tonos de la aurora,
y en la luna que tímida se esconde
como si compartiera mi demora.

Mujer de mirada inalcanzable,
de labios dibujados en el viento,
eres la lluvia que moja y que escapa,
el deseo que anida en mi aliento.

Y aunque el tiempo me diga que te alejas,
que eres solo un destello en mi memoria,
yo sostengo tu sombra en mis latidos,
te nombro en cada verso de esta historia.

Porque en la vastedad de la esperanza,
en la lejanía fiel de la distancia,
te espero, como el mar espera al río,
como el suspiro eterno de una infancia.

Eres, mujer, el sueño que no muere,
la llama que resiste entre mis manos,
el puente que en mi pecho se construye
mientras te espero, hermosa, en lo lejano.

 

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