Seguidores

¡Luis Ángel Rodríguez Patiño celebra siete misas en menos de tres horas a las que llega apurando en su propio coche!

Luis Ángel Rodríguez Patiño (A Coruña, 1957) es un cura de los que quedan pocos. Tiene a su cargo cinco parroquias de dos diócesis repartidas entre cuatro ayuntamientos de dos provincias, en la frontera interior entre A Coruña y Lugo.

Además de Teología y Filosofía, Patiño cuenta que estudió Derecho, Criminología, Enfermería y Trabajo Social, entre otras siete formaciones universitarias. Pero si por algo es famoso y mediático este cura de Monfero, es por la denuncia política y social que imprime al tradicional Belén de Navidad que instala en sus parroquias.

Afirma haber  perdió la cuenta de todos los expedientes que le han abierto sus jefes; esto es: la Iglesia, por hablar sin tapujos del celibato -que defiende como opcional-, ser rotundo en la condena de los abusos sexuales y criticar los privilegios del Vaticano o el desfase temporal entre la Iglesia y la sociedad en cuestiones como la homosexualidad o el aborto. Cada Navidad hace del belén parroquial una oportunidad de crítica social.

Hijo de familia numerosa, y de padres gallegos emigrados a Londres, Patiño no da palos de ciego. Luis tiene verdadera vocación misionera. Su vida en el Espíritu le permite tener alegría, energía, iniciativa y creatividad. Ponerse en salida misionera, como dice el papa Francisco, es sentir la alegría de evangelizar. La salida misionera es una pro-vocación de primera marca, porque desafía, exige el riesgo y la generosidad. Salir como pro-vocación misionera, me hace mirar la realidad, descubrir que hay otros que necesitan y que esos otros son mi alegría.

¡Luis Ángel Rodríguez Patiño celebra siete misas en menos de tres horas a las que llega apurando en su propio coche!

Sin embargo, el mandato misionero no está reservado a los sucesores de los Apóstoles, los Obispos y sus colaboradores, los Presbíteros y Diáconos. La vocación misionera es de todo cristiano. “basta ser bautizado para ser misionero”, nos insiste nuestro Papa Francisco, haciéndose eco del mismo Catecismo (cfr EG 13).

Todos los fieles tienen la vocación de anunciar la propia fe a través de su vida y su palabra, en la oración personal y en la liturgia. Los laicos no deben ser considerados, pues, como simples colaboradores de los presbíteros y de los religiosos en la misión de la Iglesia. Todos estamos llamados a trabajar juntos, y todos somos colaboradores de todos en la construcción del Reino de Dios, pero cada cual en sintonía con la vocación propia que el Espíritu Santo, fuente de todo carisma, le haya otorgado.

Solemos decir que estamos atravesando una gran crisis de “vocaciones”. Los seminarios y noviciados están casi vacíos: va disminuyendo el número de sacerdotes, de religiosos, frailes, monjes y monjas, etc…

El discípulo de Jesús hace propia la “pasión” de Jesús, la “pasión por la misión”.

El primer paso debiera ser primero confiar en los laicos y confiarles tareas con plena responsabilidad, cosa a la que todavía no hemos llegado ni en nuestras Parroquias ni en nuestras propias Diócesis. La desconfianza y el miedo al mundo laical es enorme.

La palabra “clero” no aparece ni una sola vez en todo el Nuevo Testamento. El término “clero” viene del griego “kleros”, que significa “suerte”. Y se empezó a utilizar en la Iglesia durante el siglo tercero. Ya se encuentra en Tertuliano (Monogamia, 12) y más tarde lo retoma Cipriano (Epist. 14, 1), Se generalizó a partir de san Agustín (Enarratio in Ps. 67) (cf. A Forcellini, Totius Latinitatis Lexicon, vol. II, pg. 233; Henricus Spelthahn, Thesaurus Linguae Latinae, vol. III, 1340-1341; A Faivre, Lexikon für Theologie und Kirche, vol. VI, 131-133).

Pero fue el emperador Constantino el que recompensó al clero cristiano con privilegios adecuados. Pues eran los clérigos (y no el cristiano medio), los expertos en rituales; los que sabían cómo llevar a cabo el “culto del santo y celestial poder”

Históricamente se comprende la aparición de unos “privilegiados” a los que les tocó la “suerte” de ser ellos – y solamente ellos – los que sabían de leyes, ritos y ceremonias tal como la Iglesia (del s. III al VI) fue evolucionando, de la transparencia del Evangelio hasta la complejidad de una Religión, que pretendía imponerse en toda Europa. Se comprende que, en aquellos tiempos, en los que el poder y el dinero eran los valores determinantes en la sociedad, por eso mismo se valoraba tanto la enorme “suerte” de los que mandaban. Ellos – y sólo ellos – tenían la “suerte” o sea ellos eran el “clero”.

Pero al mismo tiempo se comprende que la “suerte” del “clero” fue también una “desgracia”. Una fatal desgracia que solamente ahora podemos comprender. Cuando la sociedad, la cultura, la política, la economía y hasta las costumbres han cambiado tanto, ya ni se valora ni se estima la presunta “suerte”, que representó el “clero”. Porque ya no se valora, como se valoraba en la Edad Media, la “suerte” que entonces tenían los “clérigos”.

Con el evangelio en la mano, es infinitamente anterior la necesidad y el derecho a celebrar la Eucaristía, antes que el tener una figura sacerdotal. Son muchos los teólogos que han pensado y piensan que es más importante y anterior la celebración de la Eucaristía a tener un sacerdote "modo tridentino". Las comunidades de S Pablo no tuvieron sacerdotes de este estilo, pero con toda seguridad celebraron la Eucaristía, el Bautismo, la Palabra…

El cardenal salesiano Cristóbal López, arzobispo de Rabat, decía en un encuentro celebrado en que: “la Iglesia en España funcionará mejor cuando haya 10.000 sacerdotes menos; si no, los cristianos laicos no tomarán la responsabilidad que les corresponde”. La reducción del número de fieles es un “signo” que hay que interpretar “positivamente”, asegura.

Así pues, en la antigua Unión Soviética, en China: comunidades en las que no contaban con sacerdotes (estaban encarcelados o habían sido martirizados). En esa larga noche de persecución no podían celebrar la Eucaristía por una mera cuestión disciplinar. ¿No debería "alguien" debidamente designado, presidir la Eucaristía, el perdón, la unción de los enfermos…? Es cierto que hay que ser prudentes, que habría dificultades prácticas, que los pasos a dar habrían de ser respetuosos y quizás lentos, pero ello no significa que las cosas no pudieran y debieran cambiar. Al menos "no aprisionemos la Verdad". No apaguéis el Espíritu.

A las misas les faltan comensales. Ricos y pobres. Santos y pecadores. Niños y mayores. Hombres y mujeres. Unos y otras habrán de presidir las eucaristías sin discriminación canónica alguna, y ya, hoy, mañana o, a lo sumo, pasado mañana, es decir, lo antes posible. El hecho de haber sacramentalizado en exclusiva para una buena parte de la Iglesia – pueblo de Dios- la presidencia de la misa masculina y clericalizada, resulta hoy chocante, en discordancia , e incomprensible.

 

Comentarios

Entradas populares