¡Luis Ángel Rodríguez Patiño celebra siete misas en menos de tres horas a las que llega apurando en su propio coche!
Además de Teología y Filosofía, Patiño cuenta que estudió
Derecho, Criminología, Enfermería y Trabajo Social, entre otras siete
formaciones universitarias. Pero si por algo es famoso y mediático este cura de
Monfero, es por la denuncia política y social que imprime al tradicional Belén
de Navidad que instala en sus parroquias.
Afirma haber perdió la cuenta de todos los expedientes que
le han abierto sus jefes; esto es: la Iglesia, por hablar sin tapujos del
celibato -que defiende como opcional-, ser rotundo en la condena de los abusos
sexuales y criticar los privilegios del Vaticano o el desfase temporal entre la
Iglesia y la sociedad en cuestiones como la homosexualidad o el aborto. Cada
Navidad hace del belén parroquial una oportunidad de crítica social.
Hijo de familia numerosa, y de padres gallegos emigrados a Londres, Patiño no da palos de ciego. Luis tiene verdadera vocación misionera. Su vida en el Espíritu le permite tener alegría, energía, iniciativa y creatividad. Ponerse en salida misionera, como dice el papa Francisco, es sentir la alegría de evangelizar. La salida misionera es una pro-vocación de primera marca, porque desafía, exige el riesgo y la generosidad. Salir como pro-vocación misionera, me hace mirar la realidad, descubrir que hay otros que necesitan y que esos otros son mi alegría.
¡Luis Ángel Rodríguez
Patiño celebra siete misas en menos de tres horas a las que llega apurando en
su propio coche!
Sin embargo, el mandato misionero no está reservado a los
sucesores de los Apóstoles, los Obispos y sus colaboradores, los Presbíteros y
Diáconos. La vocación misionera es de todo cristiano. “basta ser bautizado para ser misionero”, nos insiste nuestro Papa
Francisco, haciéndose eco del mismo Catecismo (cfr EG 13).
Todos los fieles tienen la vocación de anunciar la propia fe
a través de su vida y su palabra, en la oración personal y en la liturgia. Los laicos no deben ser considerados, pues,
como simples colaboradores de los presbíteros y de los religiosos en la misión
de la Iglesia. Todos estamos llamados a trabajar juntos, y todos somos
colaboradores de todos en la construcción del Reino de Dios, pero cada cual en
sintonía con la vocación propia que el Espíritu Santo, fuente de todo carisma,
le haya otorgado.
Solemos decir que estamos atravesando una gran crisis de
“vocaciones”. Los seminarios y noviciados están casi vacíos: va disminuyendo el
número de sacerdotes, de religiosos, frailes, monjes y monjas, etc…
El discípulo de Jesús hace propia la “pasión” de Jesús, la “pasión por la misión”.
El primer paso
debiera ser primero confiar en los laicos y confiarles tareas con plena
responsabilidad, cosa a la que todavía no hemos llegado ni en nuestras
Parroquias ni en nuestras propias Diócesis. La desconfianza y el miedo al mundo
laical es enorme.
La palabra “clero” no aparece ni una sola vez en todo el Nuevo Testamento. El término “clero”
viene del griego “kleros”, que significa “suerte”. Y se empezó a utilizar en la
Iglesia durante el siglo tercero. Ya se encuentra en Tertuliano (Monogamia, 12)
y más tarde lo retoma Cipriano (Epist. 14, 1), Se generalizó a partir de san
Agustín (Enarratio in Ps. 67) (cf. A Forcellini, Totius Latinitatis Lexicon,
vol. II, pg. 233; Henricus Spelthahn, Thesaurus Linguae Latinae, vol. III,
1340-1341; A Faivre, Lexikon für Theologie und Kirche, vol. VI, 131-133).
Pero fue el emperador Constantino el que recompensó al clero cristiano con privilegios adecuados. Pues eran los clérigos (y no el cristiano medio), los expertos en rituales; los que sabían cómo llevar a cabo el “culto del santo y celestial poder”
Históricamente se comprende la aparición de unos
“privilegiados” a los que les tocó la “suerte” de ser ellos – y solamente ellos
– los que sabían de leyes, ritos y ceremonias tal como la Iglesia (del s. III
al VI) fue evolucionando, de la transparencia del Evangelio hasta la
complejidad de una Religión, que pretendía imponerse en toda Europa. Se
comprende que, en aquellos tiempos, en los que el poder y el dinero eran los
valores determinantes en la sociedad, por eso mismo se valoraba tanto la enorme
“suerte” de los que mandaban. Ellos – y sólo ellos – tenían la “suerte” o sea
ellos eran el “clero”.
Pero al mismo tiempo
se comprende que la “suerte” del “clero” fue también una “desgracia”. Una fatal
desgracia que solamente ahora podemos comprender. Cuando la sociedad, la
cultura, la política, la economía y hasta las costumbres han cambiado tanto, ya
ni se valora ni se estima la presunta “suerte”, que representó el “clero”.
Porque ya no se valora, como se valoraba en la Edad Media, la “suerte” que
entonces tenían los “clérigos”.
Con el evangelio en la mano, es infinitamente anterior la
necesidad y el derecho a celebrar la Eucaristía, antes que el tener una figura
sacerdotal. Son muchos los teólogos que han pensado y piensan que es más
importante y anterior la celebración de la Eucaristía a tener un sacerdote
"modo tridentino". Las
comunidades de S Pablo no tuvieron sacerdotes de este estilo, pero con toda
seguridad celebraron la Eucaristía, el Bautismo, la Palabra…
El cardenal salesiano Cristóbal López, arzobispo de Rabat,
decía en un encuentro celebrado en que: “la
Iglesia en España funcionará mejor cuando haya 10.000 sacerdotes menos; si no,
los cristianos laicos no tomarán la responsabilidad que les corresponde”. La
reducción del número de fieles es un “signo” que hay que interpretar
“positivamente”, asegura.
Así pues, en la antigua Unión Soviética, en China: comunidades en las que no contaban con sacerdotes (estaban encarcelados o habían sido martirizados). En esa larga noche de persecución no podían celebrar la Eucaristía por una mera cuestión disciplinar. ¿No debería "alguien" debidamente designado, presidir la Eucaristía, el perdón, la unción de los enfermos…? Es cierto que hay que ser prudentes, que habría dificultades prácticas, que los pasos a dar habrían de ser respetuosos y quizás lentos, pero ello no significa que las cosas no pudieran y debieran cambiar. Al menos "no aprisionemos la Verdad". No apaguéis el Espíritu.
A las misas les
faltan comensales. Ricos y pobres. Santos y pecadores. Niños y mayores. Hombres
y mujeres. Unos y otras habrán de presidir las eucaristías sin discriminación
canónica alguna, y ya, hoy, mañana o, a lo sumo, pasado mañana, es decir, lo
antes posible. El hecho de haber sacramentalizado en exclusiva para una buena
parte de la Iglesia – pueblo de Dios- la presidencia de la misa masculina y
clericalizada, resulta hoy chocante, en discordancia , e incomprensible.
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