Amor y Fe al Borde del Abismo
La vida es un riesgo, un latido incierto,
camino de sombras, donde brilla un puerto.
Es Dios quien nos guía, en silencio y calma,
su luz en el caos, su amor en el alma.
Nos lanza a lo oscuro, al filo del viento,
nos llama en el miedo, en cada tormento.
Dios, que nos impulsa a no detenernos,
a amar en el riesgo, a no defendernos.
Nos habla en las dudas, nos reta en las pruebas,
es fuerza y refugio, es paz que renueva.
No es Dios de lo fácil, ni senda segura,
es fuego en el pecho, es amor que apura.
Nos pide entregarnos sin miedo a la herida,
a dar sin medida, a jugar la vida.
El riesgo por otros, lo incierto y valiente,
es Dios quien susurra: “Camina de frente.”
Y entonces comprendes, en medio del paso,
que amar es perderse, soltarse en un lazo,
que a Dios se lo encuentra no en templo o muralla,
sino en cada riesgo, en cada batalla.
Cuando das la mano al que nadie abraza,
cuando salvas vidas, cuando el miedo pasa,
cuando cruzas mares, cuando enfrentas fuego,
Dios te mira y dice: “Es éste mi ruego.”
La vida es un riesgo, su amor la aventura,
Dios en el peligro nos da su ternura.
Es fe sin certezas, amor que nos lanza,
a andar este mundo con luz y esperanza.
Él vive en la duda, en el salto al vacío,
en el paso incierto, en el suelo frío.
Se encuentra en las manos que ayudan sin nombre,
en el dolor ajeno, en la fe del hombre.
Dios nos quiere audaces, sin miedo al abismo,
que, al mirar al otro, lo amemos sin cinismo.
Que vivamos libres, y en cada caída,
encontremos su amor, levantando la vida.
Y al final del riesgo, en el último aliento,
cuando toda calla, cuando acaba el tiempo,
sentiremos su abrazo, susurra en el viento:
"Viviste en mi nombre, fuiste mi intento."
Nos llama al misterio de amar lo que duele,
a ver en el otro su rostro que suele
esconderse en sombras de vida y dolor,
donde el miedo y la fe caminan en flor.
Dios vive en la fuerza de aquel que se arriesga,
que sin esperar, su compasión despliega,
y en cada camino de dar sin regreso,
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