Reescribiendo la Historia: Las Víctimas Religiosas y la Desmemoria del PSOE
El 18 de julio de 1936 estalló la Guerra Civil y se desbordó la persecución religiosa a cargo de comunistas y anarquistas, iniciada cinco años antes al proclamarse la Segunda República, con la quema de iglesias y conventos, además de asesinatos a religiosos.
En un Madrid controlado por el Frente Popular, catorce
monjas de la Orden de la Inmaculada Concepción fueron el
blanco perfecto de ese odio anticlerical. Entre julio y noviembre de 1936
fueron perseguidas, torturadas y asesinadas.
Las primeras diez hermanas concepcionistas ejecutadas
pertenecían al convento de la orden en las Rozas de Madrid. El 19 de julio,
milicianos del comité revolucionario local armados con pistolas y fusiles se presentaron
en la puerta del edificio a modo de amenaza. «Se trataba de unas pobres
mujeres, sin defensa ninguna, que no solo sufrieron un martirio material, sino
también psicológico», señaló el fraile capuchino Alfonso Ramírez.
Acabaron refugiadas en un edificio de la calle Francisco
Silvela. Por desgracia, la portera del bloque vecino las delató y, de nuevo, se
vieron expuestas al horror. Las sacaron a todas de allí y las subieron a un
camión. A una de las hermanas que iba en silla de ruedas la tiraron por
las escaleras. Fueron trasladadas a una de las prisiones que usaban los
radicales de izquierda para interrogar y torturar a sus víctimas al margen de
la ley. Allí fueron ejecutadas.
Sus asesinos abandonaron los cadáveres en las tapias del
cementerio. El enterrador las encontró allí, tiradas y con las ropas
desgarradas; decidió lavarles la cara y poner en orden sus vestidos. A
continuación, cogió su cámara de fotos y capturó el momento antes de sepultar
sus cuerpos. Los restos de ambas fueron enterrados en la misma tumbra, donde
aquel hombre puso una señal que facilitó su posterior identificación años
después.
La persecución de la Segunda República contra la Iglesia
española costó
la vida a 4.184 sacerdotes, 2.365 frailes y 283 monjas, según el estudio del historiador
Antonio Motero Moreno . La violencia anticlerical que se desató acabó
también con más de cien conventos, monasterios e iglesias en toda España, a lo
que hay que añadir un número enorme de objetos del patrimonio artístico y
litúrgico destruidos.
El Papa Francisco recordó
el pasado 23 de junio del 2019 a las ya beatificadas hermanas de la
orden de la Inmaculada Concepción subrayando que «su martirio nos invita a todos
nosotros a ser fuertes y perseverantes». En medio de toda la plaza de San Pedro
pidió un fuerte aplauso para todas ellas.
El nombre de estas mujeres era: Isabel Lacaba Andía,
Petra Peirós Benito, Asunción Monedero, Manuela Prensa Cano, Balbina Rodríguez
Higuera, Beatriz García Villa, Ascensión Rodríguez Higuera, Juana Ochotorena
Arniz, Basilia Díaz Recio, Clotilde Campos Urdiales, Inés Rodríguez Fernández,
Carmen Rodríguez Fernández, María de San José Ytoiz y Asunción Pascual Nieto.
Ahora, el Gobierno homenajea a Las 13 Rosas en el
cementerio de la Almudena y se olvida de las 23 monjas asesinadas en este mismo
lugar.
La participación de comunistas en el conflicto fue tanto
directa, a través de las milicias y brigadas, como indirecta, gracias a la
ayuda proporcionada por la Unión Soviética. Sin embargo, esta influencia
también conllevó una serie de purgas y enfrentamientos internos dentro de las
filas republicanas. Algunos de los propios integrantes del movimiento
anarquista y otros izquierdistas fueron considerados "enemigos" por
los comunistas y sufrieron detenciones y represalias, particularmente tras la
llegada de asesores soviéticos al país.
las víctimas del comunismo en España incluyen tanto a
aquellos que fueron reprimidos por sus ideas de izquierda durante el franquismo
como a personas que, dentro de las filas republicanas, sufrieron persecuciones.
La memoria de estas víctimas forma parte de un pasado complejo que España sigue
intentando comprender y reconciliar para construir un futuro en el que se
respete la pluralidad ideológica.
El totalitarismo comunista, con su búsqueda de un control
absoluto y su represión sistemática de la disidencia, ha dejado una huella
profunda en la historia moderna. La promesa de una sociedad igualitaria ha
sido, en muchos casos, un pretexto para justificar la opresión y el sufrimiento
de millones de personas. A medida que el mundo avanza, es crucial recordar
estas lecciones para prevenir la repetición de tales abusos y promover un
futuro en el que se respeten los derechos humanos y las libertades
individuales.
Los regímenes que se han autodenominado comunistas a
menudo han cometido graves violaciones de derechos humanos, justificando estas
acciones en nombre del interés colectivo. La historia está llena de ejemplos de
purgas políticas, deportaciones, encarcelamientos masivos y ejecuciones que han
afectado desproporcionadamente a sectores vulnerables de la población. La
represión de la diversidad de pensamientos y estilos de vida contribuye a la
creación de un ambiente donde la verdadera igualdad no puede florecer.
Si bien el comunismo se presenta como una ideología que
busca la igualdad y la justicia social, su implementación ha demostrado que, en
muchos casos, no solo no ha cumplido con estas promesas, sino que ha perpetuado
formas de desigualdad y opresión. Los regímenes comunistas a menudo se han
desviado de los ideales teóricos de la doctrina, resultando en sistemas que, en
lugar de erradicar la desigualdad, han creado nuevas jerarquías de poder y
privilegio. Para lograr una sociedad verdaderamente igualitaria, es
fundamental promover la participación democrática, el respeto por los derechos
humanos y el empoderamiento de los individuos, más allá de cualquier ideología
política.
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