El PSOE pide ahora cancelar la cumbre “Por la cultura de la vida”
Ahora, el PSOE bajo presión mediática pretende cancelar
la Cumbre.
"La tentativa del PSOE de cancelar la VI cumbre
transatlántica vulnera la libertad y el estado de derecho", manifiestan
los organizadores. En esta cumbre han confirmado su participación
representantes políticos de más de 20 países. A lo largo de una década,
Political Network for Values (Red Política por los Valores) ha realizado
cumbres y eventos regionales en la sede de la ONU en Nueva York (2014 y 2023);
en el Capitolio de Washington (2015), en el Parlamento Europeo (2017), en el
Congreso de la República de Colombia (2019), en la Academia Húngara de Ciencias
(2022); y en el Congreso de los Diputados de España (2018).
La Red Política por los Valores creen en el valor infinito
de la dignidad humana y, por eso, "defendemos la vida de todos, en
todas sus etapas; creemos en la familia como base fundamental y natural de la
sociedad; defendemos el derecho de la mujer a ser respetada y valorada, también
en su maternidad; creemos firmemente en la libertad y por eso defendemos el
derecho a expresarse, a participar de la vida pública, a debatir y a discrepar.
Este ideario está muy lejos de ser considerado “extremista”, abrazamos los
principios y derechos recogidos en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos que consideramos irrenunciables. En una democracia no cabe impedir que
estos valores puedan ser propuestos libremente por representantes electos en un
foro como el Senado", señalan.
"La pretensión de prohibir su celebración es un
claro ejemplo de cancelación a quien tiene una posición divergente y la
manifiesta de forma pacífica y respetuosa, lo que es abiertamente contrario a
los fundamentos del Estado de derecho. Es un acto de cruda intolerancia que no
debería tener lugar en sociedades democráticas", insisten.
¡Querer ser dios y vivir sin Dios lleva al ser humano a
la ruina total! La edificación y el derrumbe de la Torre de Babel, nos
presentan claramente hacia dónde conduce el alejamiento del hombre de Dios y
sus semejantes, y nos muestran también, que el intento del hombre por llenar su
nada, por crearse a sí mismo, haciéndose de ese modo dios, nunca prosperará.
La Biblia nos muestra el drama humano en toda su
realidad, el bien y el mal, las pasiones, el pecado y sus consecuencias.
Cuando el hombre quiere afirmarse a sí mismo, encerrándose en su propio egoísmo
y poniéndose en el puesto de Dios, acaba sembrando la muerte (…) Pero, con
frecuencia, lo sabemos por experiencia, el hombre no elige la vida, no acoge el
«Evangelio de la vida», sino que se deja guiar por ideologías y lógicas que
ponen obstáculos a la vida, que no la respetan, porque vienen dictadas por el
egoísmo, el propio interés, el lucro, el poder, el placer, y no son dictadas
por el amor, por la búsqueda del bien del otro. Es la constante ilusión de
querer construir la ciudad del hombre sin Dios, sin la vida y el amor de Dios:
una nueva Torre de Babel; es pensar que el rechazo de Dios, del mensaje de
Cristo, del Evangelio de la Vida, lleva a la libertad, a la plena realización
del hombre. El resultado es que el Dios vivo es sustituido por ídolos humanos y
pasajeros, que ofrecen un embriagador momento de libertad, pero que al final
son portadores de nuevas formas de esclavitud y de muerte“(Francisco,
16-VI-2013, Jornada “Evangelium vitae”).
Es trágico que una sociedad decida atentar contra sí misma
legislando contra la dignidad de la persona humana y los derechos
fundamentales, pero es al menos igual de perverso, o peor, la maniobra de
ingeniería social que paralelamente a esta legislación pretende cambiar la
percepción del bien y del mal para dar cobertura social a esa legislación, en
algunos casos legal, pero ilegítima, que han aprobado los gobernantes.
Esta es la situación de gran parte de las sociedades
llamadas democráticas. Muchos de sus parlamentos y gobernantes legislan contra
el derecho fundamental a la vida y atentan así contra la sacrosanta dignidad de
la persona humana: aborto, eutanasia, investigación con embriones, incluso la
creación de quimeras de diversas especies (mezcla de gametos de diversas
especies: hombre y vaca, por ejemplo). Estas legislaciones son una forma de
suicidio social porque se acaba con la propia vida en el sentido más material
del término. Sólo hay que ver los índices de natalidad tan bajos de estas
supuestas sociedades avanzadas.
“Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la
vida: nueva, para que sea capaz de afrontar y resolver los problemas propios de
hoy sobre la vida del hombre; nueva, para que sea asumida con una convicción
más firme y activa por todos los cristianos; nueva, para que pueda suscitar un
encuentro cultural serio y valiente con todos. La urgencia de este cambio
cultural está relacionada con la situación histórica que estamos atravesando,
pero tiene su raíz en la misma misión evangelizadora, propia de la Iglesia. En
efecto, el Evangelio pretende transformar desde dentro, renovar la misma
humanidad (Evangelii nuntiandi 18); es como la levadura que fermenta la masa” (Evangelium
vitae 95).
En el fondo se trata de ser sencillos como palomas, pero
astutos como serpientes. Los mejores comunicadores de la Iglesia se han de
poner al servicio de la vida estudiando las tramas de la cultura y transformar
desde dentro, no sólo denunciando desde fuera.
El hombre contemporáneo ha dejado de creer en el futuro y
sólo tiene ojos para el presente. Por eso vive con urgencia intentando
disfrutar del instante mediante el exceso de consumo, las ansias por poseer o
el deseo de gratificaciones inmediatas. Esto explicaría el incremento del
mercado mundial de las drogas, así como el abuso y la explotación de los
débiles, los niños o los indefensos. La cultura de la urgencia se desprende
pronto del lastre de los valores morales para convertirlo todo en pura
mercancía, en ganancia rápida, y esto genera un poder destructivo que es capaz
de acabar con el propio hombre.
El existencialismo fue una de las corrientes filosóficas que
tomó como bandera el desentrañamiento del enigma, de ahí la reflexión de Albert
Camus: “Pienso que el sentido de la vida es la cuestión más apremiante.” Pero
también, desde siempre, ha habido quienes han tomado la postura hedonista de
Eurípides: “Breve es la vida y debemos pasarla lo más agradablemente que se
pueda y no con penas.”
“No han faltado los
que han llegado a la conclusión de que la propia existencia del hombre es un
absurdo, como Gabriel Marcel: “La vida es una lucha contra la nada.”
Ante la realidad inescapable de la muerte el pesimismo de Heinrich Heine emerge
en toda su fuerza: ‘La vida es una enfermedad, el mundo un gran hospital y la
muerte el médico que nos cuida a todos.” Pero también está el cinismo de Woody
Allen: ‘No es que tenga miedo de morir. Lo que no quiero es estar allí
cuando ocurra.”
“Si el ser humano es solamente el animal más desarrollado de
la escala filogenética, entonces no hay mucha diferencia entre sacrificar un
caballo con peste equina, un gato con leucemia o un anciano con enfermedad de
Alzheimer” (Wickham & Martínez, La eutanasia: un enfoque cristiano, AEE,
Barcelona, 1997: 39). De la eliminación arbitraria de embriones o fetos humanos
se pasa fácilmente a la eutanasia activa, dejándose llevar por la inercia
postmoderna de ese tobogán característico que es la cultura de la muerte. No
obstante, esta escala de valores que se predica hoy choca frontalmente contra
la antropología cristiana y los valores del Evangelio.
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