Sabado 28 de septiembre la movilización por la libertad en Venezuela será a las 20:00 en la Plaza de España de Ferrol
A través de su cuenta en X, Machado convocó a sus seguidores
a alzar su voz a nivel mundial en lo que promete ser una de las mayores
manifestaciones organizadas por la oposición venezolana en los últimos años.
“El sábado 28 de septiembre, a dos meses de nuestra
histórica victoria, nuestra voz retumbará en todos los rincones del planeta”,
declaró Machado, en referencia a la victoria del abanderado de la Plataforma
Unitaria Democrática (PUD), Edmundo González Urrutia, actualmente exiliado en
España, el pasado 28 de julio.
Machado, quien se ha consolidado como una figura clave en la
resistencia al régimen de Nicolás Maduro, reiteró que la lucha por
la libertad de Venezuela es un compromiso global que debe resonar en todo el
mundo. En sus publicaciones, destacó que la movilización del 28 de septiembre
será una demostración de que la causa venezolana cuenta con el
respaldo de ciudadanos dentro y fuera del país.
Durante años la Revolución Bolivariana puso en marcha
medidas políticas, económicas y sociales que condujeron a la crisis
multidimensional que hoy vive Venezuela y que se ha visto agravada por las
sanciones internacionales.
El aumento de la inflación y la pobreza, las fallas en el
sistema de servicios públicos, el colapso del sistema de asistencia social,
particularmente en salud y educación, y la ruina de la industria petrolera,
causarían la salida de cualquier gobierno democrático, pero no de una
dictadura.
Por el contrario, la destrucción del Estado venezolano ha
fortalecido el control que ejerce el régimen de Maduro, porque el ciudadano
queda supeditado a la supervivencia, a resolver el día a día, a proveerse de
agua potable y electricidad, a conseguir los recursos o depender de sus
familiares o amigos en el exterior para pagar los altos costos de los productos
de la canasta básica. Maduro ha sacrificado el bienestar de los venezolanos con
tal de permanecer en el poder.
Nicolas Maduro jamás ha reconocido tener responsabilidad
sobre la crisis que él mismo ha creado. Siempre culpa a los otros gobiernos y
al imperio de sus errores al declarar que Venezuela es «torturada»,
«perseguida» y «sometida a un bloqueo» de EE.UU.,afirma
Así, pues, el régimen cubano es un parásito de Venezuela.
Por eso hará todo lo posible para que Nicolás Maduro siga tiranizando el país
otorgándole el triunfo en unas elecciones que todo el mundo sabe que ha
perdido. Cuba necesita seguir chupando de la ubre venezolana porque,
de lo contrario, los “revolucionarios” de Díaz-Canel podrían verse
definitivamente superados por la miseria que ahoga la isla. Detrás de Cuba,
no lo olvidemos, están otros países, movimientos, grupos y foros dispuestos a
sacrificar a millones de venezolanos (antes lo hicieron con millones de
cubanos) para que la “izquierda revolucionaria” siga jugando a liberar
el mundo del cruel capitalismo en el que tan buenos negocios hacen
algunos de ellos: oportunistas, fracasados, residuos contaminantes de una
ideología achatarrada que ni el populismo europeo quiere ya reciclar como
zapateros o monederos.
Cuba es un país que siempre ha necesitado de otro para
vivir. Durante décadas (1960-1990) dependió económicamente de la URSS, que le
compraba el azúcar diez veces por encima de su precio y le vendía petróleo por
la mitad de lo que costaba en el mercado internacional. La isla nunca
fue capaz de desarrollar una estructura económica y terminó el siglo
XX con una caída del 35% de su PIB y el consiguiente deterioro de todos los
indicadores sociales. A partir del año 2000 y con la Unión Soviética disuelta,
Cuba necesitaba otro náufrago al que agarrarse y pasó a depender de Venezuela.
Hugo Chávez estuvo 13 años en el poder desde 1999 pero no
tuvo vida para coronarse como dictador. Agonizando de un cáncer fulminante
semanas antes de morir, el caudillo pidió a sus seguidores que votaran por
Maduro, su heredero, recomendado por los hermanos Castro, por ser “el hombre de
la Habana”.
Ese fue su mérito. En la década de los 80 del siglo pasado
Maduro se formó en su juventud en los cuadros políticos de Cuba. Luego militó
en la Liga Socialista de los radicales estudiantiles de la izquierda de
Venezuela. Y conectó con Chávez en la prisión de Yare, después de su golpe en
1992.
Los seis años que estuvo como ministro de Relaciones
Exteriores, entre 2006 y 2012, cultivó sus relaciones diplomáticas con los
sectores extremistas de Siria, Corea del Norte, Irán, Rusia, China, Cuba,
Libia, Egipto, España y otros del área del Foro de Sao Paulo, que ahora son los
que lo apoyan como mandatario.
El matrimonio Maduro-Flores comenzó en 2013 en medio de un
sangriento período de represión, que tuvo sus picos en las manifestaciones de
2014, 2017 y 2019. Estos tres años de protestas contra el régimen chavista registraron
más de 350 presos políticos, unos 100 militares disidentes encarcelados bajo
secreto y más de 140 manifestantes asesinados en las protestas, según el Foro
Penal Venezolano.
No es de extrañar pues que los venezolanos se hayan echado a
la calle para reclamar un cambio de Gobierno y, especialmente,
la salida del principal responsable de esta situación. A diferencia del cubano,
el pueblo venezolano no se ha convertido todavía en un zombi. Pero si
finalmente Maduro consigue perpetuarse en el poder gracias a la ayuda exterior
y al empeño de quienes le deben negocios y favores, podremos decir que
Venezuela será ya irrecuperable. Será un muerto viviente en manos de quienes la
vienen parasitando desde hace años.
Pedir transparencia a Maduro y sus sicarios, y que faciliten
unas actas electorales limpias y democráticas, es jugar con el futuro de un
pueblo que ha dicho basta. Ningún observador de los comicios mínimamente
independiente reconoce el triunfo de Maduro. Bien al contrario, entienden
que la mayoría ha mostrado su apoyo al opositor Edmundo González Urrutia.
Dejar que la represión se extienda por el país, que los muertos a manos de los
aparatos del Estado se amontonen en las calles y en los centros de detención,
será responsabilidad no solo del régimen chavista y de quienes le apoyan, lo
será también de la comunidad internacional si permanece impasible ante lo que
está sucediendo.
Que el Gobierno de Pedro Sánchez haya mostrado tanta
voluntad por mediar en el conflicto palestino y tan poca en lo que atañe a
Venezuela alimenta la sospecha de que el interés político del ala más
izquierdista del Ejecutivo está por encima de la crisis humanitaria. O lo
que es peor, se puede pensar que hay temor a que con la posible caída de Maduro
se acaben descubriendo asuntos que puedan comprometer gravemente al Gobierno.
Algún día, antes o después, caerá el régimen chavista como
han caído casi todas las dictaduras y entonces quizás sepamos qué es lo que de
verdad teme Pedro Sánchez de Nicolás Maduro.
Gracias por el apoyo al pueblo Venezolano 🙏🏻
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