El comunismo totalitario se adueña del PSOE de Pedro Sánchez
Es cierto que el comunismo ha sido presentado como una lucha
por la justicia social, la igualdad y la emancipación de los más
desfavorecidos. Sin embargo, la historia nos ofrece una mirada cruda y
despiadada de los resultados reales de implementar sistemas comunistas. Desde
la Revolución Rusa hasta la caída del Muro de Berlín,
el comunismo ha dejado un rastro de miseria, represión y sufrimiento humano.
Los regímenes comunistas, lejos de empoderar a los pobres,
han consolidado regímenes autoritarios que han suprimido
brutalmente cualquier forma de disidencia y libertad individual. Bajo el
pretexto de la igualdad, han institucionalizado la opresión estatal, con
líderes que acumulan poder y riqueza, mientras el pueblo sufre en la pobreza y
la desesperación.
Que haya dos millones de personas que se estén beneficiando
de uno de estos dos subsidios, en comparación con las menos de 400.000 que lo
hacían en el año 2003, no es la gran noticia que nos venden desde el
Gobierno y medios afines, sino que es una muy mala noticia. Esta crítica no
es porque el Estado de respuesta a sus ciudadanos más necesitados, sino
porque es el propio Estado el que no está consiguiendo crear las
condiciones suficientes para que esos mismos ciudadanos que reciben un subsidio
consigan un empleo digno y con el salario necesario para no depender
de una ayuda gubernamental. Lo ideal no es que haya cada vez más gente cobrando
una ayuda, sino que no haya nadie cobrándola.
No obstante, ante este incremento del número de personas
cobrando subsidios cabe preguntarse una cosa. ¿Qué prefiere un Gobierno
para mantenerse en el poder, que los ciudadanos sean libres económicamente y que
puedan decidir en mayor libertad o que sean dependientes económicamente del
propio Estado que les transfiere un subsidio? Si algo nos ha enseñado
la política actual es que lo más importante no es el "bien común" (si
es que le importa a algún político), sino el mantenerse en el poder a toda
costa, sin importar lo que se tenga que hacer para conseguirlo.
Actualmente, existen países que siguen el modelo comunista,
como Corea del Norte, Cuba, Venezuela son ejemplos
vivos de cómo el comunismo no es la ideología de los pobres. La población de
estos países sufre de pobreza extrema, represión política y
violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Lejos de alcanzar
una utopía igualitaria, se han convertido en sociedades donde la élite gobernante
disfruta de privilegios, mientras que el resto lucha por sobrevivir en
condiciones inhumanas.
Es momento de dejar de romantizar el comunismo como la
ideología de los pobres y reconocerlo por lo que realmente es: una
ideología totalitaria que solo ha traído sufrimiento y
opresión. En lugar de caer en la retórica vacía y peligrosa de sus defensores,
debemos aprender de la historia y trabajar juntos para construir un futuro
donde la dignidad y el bienestar de todos sean verdaderamente respetados.
La ley de Nicolás Maduro no es la única que, con el mismo
pretexto que Pedro Sánchez, busca censurar a los medios en Venezuela. En 2009,
el régimen de Hugo Chávez ya presentó una Ley Especial de Delitos Mediáticos,
con penas de cárcel para los medios por ir contra la «estabilidad» de las
instituciones o la «paz social». Qué es «estabilidad» y «paz social» es algo
que decide el régimen. La norma recogía un artículo específico para castigar la
divulgación de noticias «falsas», que ocasionasen «una gran alteración a la
tranquilidad pública» o «hubieren producido un perjuicio a los intereses del
Estado».
Lo que identifica a todas las dictaduras de la Historia es
la existencia de la censura. El control de los medios de comunicación y la
consiguiente prohibición de cualquier crítica política es la primera medida que
aplica un régimen comunista o fascista. Porque la democracia se basa en la
libertad de expresión, en el “contrapoder” de la prensa. Pues sólo así la
opinión pública puede conocer la verdad.
El acoso a los medios críticos se basará, al
principio, en prohibir la publicidad institucional; en un intento de ahogar
económicamente a los periódicos que hurguen en las heridas del Gobierno.
Pedro Sánchez, como buen autócrata, necesita la censura para
intentar convencer a la opinión pública que sólo él puede impedir, cual muro de
contención, la llegada de “la ultraderecha” a España. Pero para propagar tal
falacia necesita que unos medios de comunicación estén amordazados y otros, los
que ensalzan las conquistas sociales” del Gobierno progresista, puedan propagar
libremente sus “bulos”. Se trata, en fin, de la censura pura y dura que desde
siempre han aplicado las dictaduras.
Disfrazado de lucha contra el bulo, lo único que pretende el
presdiente es presionar a los anunciantes para que asfixien económicamente a la
prensa independiente de Internet. Ya trabajan submarinos de La Moncloa en las
grandes empresas redactando listados de los medios que son periódicos y de los
que son pseudoperiódicos, de los que son periodistas y de los que son
pseudoperiodistas y, por supuesto será Moncloa quien lo decida.
Como dijo Feijóo, en una de sus escasas frases acertadas,
"el bulo de España es usted", señor Sánchez. En efecto, si me
critican es un bulo, no hay "nada de nada"; si me alaban entonces se
trata de medios democráticos y pluralistas.
¡Además, todos recordamos la maniobra comunista de Sánchez
amagando con dimitir…!
La víctima es el
héroe de nuestro tiempo. Ser víctima otorga prestigio, exige escucha, promete y
fomenta reconocimiento, activa un potente generador de identidad, de derecho,
de autoestima. Inmuniza contra cualquier crítica, garantiza la inocencia más
allá de toda duda razonable. ¿Cómo podría la víctima ser culpable, o
responsable de algo? La víctima no ha hecho, le han hecho; no actúa, padece
Así pues, el comunismo español no apoya un progreso
económico. El comunismo español no apoya al empresario, ni al obrero, que se
desengañe. Apoya una sociedad que sea dependiente del padre estado. Apoya
todas las causas que pueden contribuir al mantenimiento del sistema para, una
vez conseguido el objetivo, dar el zarpazo y limitar todas las libertades.
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