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¡Las mataron por lesbianas!

La madrugada del  mes pasado, cuatro mujeres que compartían una humilde habitación en un hotel familiar del barrio de Barracas, Buenos Aires, fueron víctimas de un ataque con un cóctel molotov. Solo una de ellas sobrevivió. Pamela Cobbas, Mercedes Roxana Figueroa y Andrea Amarante murieron a causa de las graves quemaduras sufridas. Sofía Castro Riglos, la única sobreviviente, permanece hospitalizada y ha declarado ante la justicia.

La escena del crimen es un reflejo brutal de la realidad que enfrentan las personas de la comunidad LGBTI+ en Argentina. “Las prendieron fuego por lesbianas. Las prendieron fuego por lesbianas pobres haciendo comunidad, haciendo refugio”, denunció una portavoz de la Asamblea de Lesbianas de Barracas durante una manifestación.

El principal sospechoso, Justo Fernando Barrientos, de 67 años, fue detenido tras intentar suicidarse. Los testimonios de otros inquilinos señalan que los gritos de las mujeres alertaron a todos pasada la medianoche. Intentaron salvarlas con un extintor y luego llevándolas a la ducha más cercana, pero las heridas fueron demasiado graves.

Organizaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional, han señalado que este tipo de delitos son tipificados como crímenes de odio. “Están motivados por el odio hacia la orientación sexual de las víctimas, quienes pertenecen a un colectivo estructuralmente violentado y discriminado”, afirmó Amnistía en un comunicado.

El Gobierno de Javier Milei ha mostrado una indiferencia preocupante ante estos hechos. Manuel Adorni, portavoz presidencial, minimizó el ataque al afirmar que la violencia es un problema general y no exclusivo de un colectivo específico. Este tipo de declaraciones, que niegan la gravedad y la especificidad de los crímenes de odio, son peligrosas porque promueven la impunidad y perpetúan la violencia contra la comunidad LGBTI+.

Las reacciones del Gobierno no han sido solo de indiferencia, sino también de desprecio. Cuando se le pidió que hablara de lesbicidio, Adorni respondió con una captura del diccionario de la Real Academia Española (RAE) que no incluía la palabra. Sin embargo, la RAE aclaró posteriormente que «lesbicidio» es un término válido para designar el asesinato de una mujer lesbiana por su orientación sexual.

El propio Javier Milei ha contribuido a la difusión de mensajes problemáticos. En sus redes sociales, defendió su posición afirmando que decir la verdad no genera odio, sino que es la reacción de quienes odian la verdad. Este tipo de retórica, que minimiza la gravedad de los crímenes de odio y deslegitima las demandas de justicia, es profundamente dañina.

Fernando Paz, cabeza de lista de Vox al Congreso por Albacete, fue más allá en el programa Espejo Público en aquella entrevista de 2019 reflejó claramente su homofobia: "Si tuviera un hijo gay, lo que haría es ayudarle, hay terapias para reconducir su psicología". Cuatro años antes, escribía en Twitter: "Hasta en Irlanda aprueban el matrimonio gay. Con la firmeza del sonámbulo, Occidente se precipita en el abismo".

No son franquistas, pero quieren una España "alegre como la que vivieron nuestros padres". No son xenófobos, pero hablan de "virus chino" y de "menas". No son racistas, pero les felicitan exlíderes del Ku Klux Klan. Y no son homófobos, pero alertan ante el "alarmante" aumento de la homosexualidad.

Macarena Olona ha confesado el programa  “Lo de Évole” la homofobia existente en los entornos de Vox. "Hay una corriente, familias y apoyos, que considera que la homosexualidad es una enfermedad y que los homosexuales son personas desviadas", ha declarado a la vez que se desmarcaba de ese tipo de pensamientos. "No considero que la homosexualidad sea una enfermedad y hay muchas personas en Vox que opinaba y opinan igual que yo. El problema es que la actual deriva del partido es excluyente".

Sin duda alguna, la sexualidad es variable y se concreta en modalidades distintas, que, si se da y se reproduce, tanto en seres humanos como en otras especies de animales vivientes, lo más lógico es pensar que esta experiencia fundamental se puede vivir en concreciones y experiencias distintas. Si la naturaleza nos ha hecho así a los seres vivientes, respetemos la realidad tal cual es.

¿Cómo es posible que, sabiendo esto, haya gente tan trastornada que se obsesiona con la idea de que lo más urgente, en este momento, es curar a las personas homosexuales? ¿No se han enterado todavía que no es lo mismo la “sexualidad” que la “genitalidad”? Si no saben estas cosas tan elementales, ¿cómo se ponen a “pontificar”, aprobando a unos o rechazando a otros, sin saber lo que dicen?

Pikaza,  uno de los mayores expertos de nuestro país en el estudio de las religiones afirma , que “el amor homosexual no es invitación a la promiscuidad, sino una llamada muy honda a la creatividad personal, en un plano de comunión libre y gratuita de seres que han nacido para el amor y que se aman”. En esa línea, “el sexo no es desahogo de la naturaleza, ni “descanso del guerrero macho”, ni “consolamento” de mujeres sumisas, sino apertura a la comunicación más alta del amor personal y de la vida, en libertad y comunión gratuita, en responsabilidad creadora, en camino de resurrección, como insinúa ya este documento”, concluye.

Así, pues, siendo un hecho, la homosexualidad es una oportunidad para el amor, para la gracia y diversidad de la vida, en sus diversas formas. Lo que une a varones y mujeres no es un tipo de “género” marcado por la naturaleza, sino la tarea personal y comunitaria del amor. No se trata de “soportar” la homosexualidad, como si aquellos que llamamos “del otro lado” fueran un vestido de vergüenza que debemos guardar en el armario. No se trata, tampoco, de sacar ese traje con orgullo como diciendo “aquí estamos nosotros, que somos los mejores… para fastidiaros a los otros. Se trata de encontrar y crear espacios para todos, enriqueciéndonos unos a los otros.

Por eso, es necesario que empecemos dando gracias a Dios por los homosexuales cristianos (y no cristianos). Es una buena noticia el hecho de que muchos homosexuales puedan presentarse como tales, es decir, como personas, con sus valores y problemas, que es claro que los tienen, como los otros grupos de hombres y mujeres. Es una buena noticia el saber que hay cientos y miles de homosexuales de inmensa calidad humana. Si un cristiano se avergüenza de ellos o los vuelve a meter en el armario, se avergüenza del mismo Dios creador.

Finalmente, lo que importa no es ser homo- o hétero, sino ser persona en el sentido profundo del testimonio de Jesús y del mensaje de Pablo, cuando dijo que ya no importa ser judío ni gentil, ni señor o siervo (al modo antiguo), ni hombre ni mujer, en el sentido de macho y hembra (léase bien el texto: ni arsen ni thely…; Gal 3, 28). Hay otra cosa mucho más importante que ser arsen o thely, es ser persona. En el fondo de la vida a nadie se le va a preguntar si es arsen/macho o thely/hembra, sino si ha sido persona. Ésta es la categoría que importa, aunque algunos parecen que aún no lo han entendido (o, mejor dicho, no están queriendo entenderlo).

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