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Una economía que mata

El capitalismo no es simplemente un  sistema de producción, es fundamentalmente un sistema de predación. Nancy Fraser habla de un capitalismo caníbal, de un orden social institucionalizado que devora las bases sociales y naturales de las que depende para transformarlas en beneficio económico.

La economía capitalista es una necronomía, una economía contra la vida; pero este mensaje tiene difícil encaje en unas comunidades –también en las cristianas– en las que predominan (predominamos) mujeres y hombres de vida y mentalidad burguesas, a quienes, en general, el capitalismo nos va bien: tenemos empleo, salarios decentes, propiedades, oportunidades de consumo… Somos, como advirtió Metz, personas que «ya tienen un futuro» y, por ello, tenemos dificultades objetivas para escuchar y personalizar las palabras mesiánicas del reino de Dios y del futuro en él inaugurado, pues el único futuro que concebimos y deseamos es la «sublimación y glorificación solemne de un futuro burgués preconcebido»

Los economistas no le dan valor a los sentimientos, al diálogo, que además puede ayudar a solucionar los problemas de escasez y desgracia. Los hombres de aquellos tiempos estaban aislados, eran incapaces de interactuar entre sí, incapaces de otra forma que no fuera a través del comercio y la competencia. Las teorías económicas estándar se encargaron de convencernos que los sentimientos, la compasión y la solidaridad no tienen cabida en el mundo económico. Ahora sabemos que no es así.

¿Cuál es el agente que pone en marcha las complicadas estructuras que son los sistemas económicos? O dicho de otro modo, ¿de qué depende todo el complejo sistema que facilita que podamos consumir bienes y servicios con cuya producción no estamos relacionados directamente? ¿De qué depende que lleguemos a tener nuestra comida en la mesa? «No de la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero», escribió Adam Smith en 1776. «De sus miras al interés propio es de quien esperamos y debemos esperar nuestro alimento».

Efectivamente, Smith cenaba gracias al interés del carnicero, el cervecero y el panadero por asegurarse el beneficio que les reportaban sus respectivas actividades. Satisfacer el «interés propio» es el motor de la economía. Pero el caso es que Smith podía cenar a diario gracias a su madre, con la que vivió toda su vida, que era quien le preparaba la comida.

En la época en que Adam Smith escribió sus teorías, base de todo el pensamiento económico posterior, «para que el carnicero, el panadero y el cervecero pudieran ir a trabajar, era condición “sine qua non” que sus esposas, madres o hermanas dedicaran hora tras hora y día tras día al cuidado de los niños, la limpieza del hogar, preparar la comida, lavar la ropa, servir de paño de lágrimas y discutir con los vecinos. Se mire por donde se mire, el mercado se basa siempre en otro tipo de economía. Una economía que rara vez tenemos en cuenta.

La dificultad para hacer frente a los  costes de la vivienda y los suministros  no solo se da por unos precios del alquiler desbocados, sino también por un mercado laboral dualizado, donde  el empleo se divide entre «empleo» o «precariedad laboral». Donde trabajar  unas pocas horas al mes forma parte de  la normalidad, con lo que el sueldo no llega para cubrir las necesidades más básicas. Donde la inestabilidad no permite planificar la vida, sino sobrevivir con el agua al cuello. Lejos queda la carrera profesional, la realización personal en el empleo... Incluso, disponer de lo más elemental, que sería un contrato laboral, es ahora un sueño para personas en situación administrativa irregular, que son las personas expulsadas e invisibilizadas incluso de las estadísticas; no constan, no existen…

Malas noticias para los que esperaban que el “gobierno Socialista” regulara los precios del alquiler. El que fue ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, apuntaba en el pasado mes de febrero a que desde su partido “apuestan por tratar de rebajar los precios de los alquileres a través de incentivos fiscales.”

Las palabras de Ábalos  provocaron un buen revuelo de reacciones. Lo que más llamó la atención fue lo que dijo después: "La vivienda es un derecho, pero también es un bien de mercado". Una frase que recuerda mucho a aquella de Rato de "eso es el mercado, amigo".

Fortalecer lo público y lo común. Vivienda, vehículos, espacios, educación, seguridades. La vida social –más aún la vida social alternativa– precisa de unas condiciones materiales (infraestructurales) adecuadas. Apostar por buenas infraestructuras sociales, públicas y de acceso universal (escuelas, parques, plazas, bibliotecas...), que inviten a detenerse y encontrarse, que no sean simples espacios, sino que se conviertan en lugares, en hábitats de significado, es imprescindible si queremos detener y revertir la tendencia a la mercantilización de la vida urbana. «No va a ser fácil restaurar el espíritu de propósito común y de humanidad compartida necesario para la vida ciudadana, pero, como no construyamos infraestructuras sociales de mayor calidad, la ardua tarea que nos aguarda será imposible. Está en juego el futuro de nuestra democracia» Metz, Johann Baptist (1982). Más allá de la religión burguesa. Salamanca: Sígueme, pp. 11-12.

El Apocalipsis hace un análisis “genial” de los poderes que gobiernan actualmente el mundo, y enfatiza la importancia del diálogo como herramienta vital para superar las crisis, dijo el teólogo español Xabier Pikaza, durante el seminario ‘Biblia, poder y dominación. Del pasado bíblico al poder de hoy’, celebrado en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

A través de la interpretación del Apocalipsis, el X. Pikaza enumeró los tres poderes que gobiernan al mundo: el poder político-militar, donde las armas y la fuerza bruta dominan (primera bestia); el poder de propaganda, en el que la razón la tiene el Estado (segunda bestia); y el poder del comercio, que todo vende y todo compra (la gran prostituta).

En el poder político-militar, dijo, se mueven la mayoría de los gobernantes; donde el Ejército y las armas son invocadas para refrendar su fortaleza frente a los demás; mi entras que el segundo acaba con el pensamiento, al estar “dominados por el gran poder que nos pone una marca” y que nos “permite pensar que tenemos libertad” aunque no sea así.

Respecto a la prostituta, signo usado en la Biblia para referirse a que todo se vende y se compra, es decir, se comercia la intimidad, afirmó que “ese es el signo último del poder: todo poder en el mundo es prostitución. En esta compra-venta todos somos objeto de un poder maléfico, que nos trae y nos lleva”. El análisis arroja que estamos en un mundo de lucha a muerte, dominado por las dos bestias: una militar y la otra ideológica, y la prostituta, figura que gobierna al mundo a través del mercado global, del dios del dinero. “En manos de ese dios están todos”. Por medio de preguntas retóricas, el Dr. Xabier Pikaza se pregunta si el mundo puede destruirse solo o necesita que venga Dios a hacerlo. Cuestiona si en algún momento, los países inmersos en el sistema capitalista pueden renegar del mismo, enojarse con él, y darle “muerte”.

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