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Etty Hillesum, la chica hablaba con Dios en medio del horror nazi.

No había sido educada en la religión judía y tal vez estaba convencida ya en su infancia que las religiones siempre están debajo de la idea de un dios. Y abrazó luego el cristianismo, los Evangelios y las enseñanzas de Jesucristo, la voz de San Mateo, justo en el instante en que su propia vida se quemaba en la hoguera del nazismo. La fe la transfigura.

Dios nunca estuvo en los planes de Etty, aunque Etty dejará escrito que ella sí estuvo en los planes de Dios. Era una chica brillante, lúcida, inteligente, volcada al descubrimiento y estudio de la filosofía, con muchas más preguntas que respuestas y abierta de par en par al conocimiento.

Etty toma una decisión: se presenta como voluntaria ante el ejército de ocupación para trabajar como enfermera en el campo de exterminio de Westerbork. Es testigo del horror, pero también es correo secreto de la resistencia, saca del campo los mensajes de los prisioneros, recoge en el exterior medicamentos para llevar al campo. “No quiero escapar, escribe, quiero compartir la suerte de mi pueblo”. El espanto mina su salud, pasa los días de una de sus licencias en el hospital de Ámsterdam, se refugia en la búsqueda de Dios: “Las amenazas y el terror crecen día a día. Me cobijo en torno a la oración como un muro oscuro que ofrece reparo, me refugio en la oración como si fuera la celda de un convento; ni salgo, tan recogida, concentrada y fuerte estoy. (…) La concentración interna construye altos muros entre los cuales me reencuentro yo misma y mi totalidad, lejos de todas las distracciones. Y podré imaginarme un tiempo en el cual estaré arrodillada por días y días, hasta no sentir los muros alrededor, lo que me impedirá destruirme, perderme y arruinarme”.

También en julio de 1942 dialoga con Dios desde las páginas de su diario: “Y si Dios no me sigue ayudando, entonces tendré que ayudar yo a Dios”. Y, a la mañana siguiente: “Solo una cosa es para mí más evidente: que Tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a Ti y así nos ayudaremos a nosotros mismos. Es lo único que tiene importancia en estos tiempos, Dios: salvar un fragmento de Ti en nosotros”.

Cuando se leen sus Diarios y Cartas, lo primero que sorprende es la profundidad de su transformación y en circunstancias muy difíciles. Hoy tenemos necesidad de testigos y una figura como Etty Hillesum es ejemplo de un corazón inquieto que busca el sentido de la vida.

Dejó en las páginas finales de su diario, unos cuadernos que puso en manos amigas, una muestra de resignada esperanza, de melancólico fatalismo: “Quisiera vivir muchos años para poder explicarlo todo posteriormente. Pero, si se me concede este deseo, otro lo hará; otro continuará viviendo mi vida desde donde terminó.”

Tuvo la oportunidad de escapar de los Países Bajos en el contexto de la ocupación nazi pero, en vez de esconderse, atendió a sus vecinos de Ámsterdam hasta las últimas consecuencias. Un año antes de ser finalmente deportada a Auschwitz, desde agosto de 1942 hasta septiembre de 1943, se ofreció como enfermera voluntaria en Westerbork. Era un campo de concentración para gitanos y judíos holandeses donde los nazis los hacinaban antes de enviarlos a Polonia para su exterminio. «Si llegase a sobrevivir a esta etapa, surgiré como un ser más sabio y profundo. Mas si sucumbo, moriré como un ser más sabio y profundo», escribió desde su litera durante la estancia.

Entendió que hay también felicidad en acompañar a los otros y dar la vida por ellos. ¡Esa donación de sí misma es una forma de oración!

En su diario llegó a escribir: «Hay quienes para rezar cierran los ojos, se ponen la mano sobre la cara y se vuelven a su interior; pero hay otro modo de rezar que consiste en abrir los ojos y conseguir mirar la vida en su flagrante estupor, en su dolor y en su placer».

Etty Hillesum no solo rezaba con su forma de mirar. En medio de las durezas del hacinamiento se comprometía a regar la fe diciendo: «Te ayudo, Dios a no abandonarme». Y aunque era de formación judía, su inquietud intelectual y su apertura a los demás le llevó leer con profusión a san Mateo, san Pablo y san Agustín. «La cosa más interesante de Etty Hillesum es que todos los caminos la conducen a Dios, tanto la lectura del Evangelio como de los poetas», explica José Tolentino de Mendonça, quien narra cómo «la primera vez que se arrodilla es para ella todo un acontecimiento».

Etty escribe algunas de las oraciones más extraordinarias que un ser humano pueda proferir». Recuerda cómo la persecución en Westerbrok se fue recrudeciendo, hasta acabar ella misma de prisionera. «Leyendo el diario, vemos a aquella chica caminando por el campo de concentración, objetivamente reducida a un escombro humano mientras pierde el pelo y los dientes y deformada por el hambre y el dolor, pero que dice: “Me siento la elegida del Señor”».

Pablo nos muestra el propósito especifico de Dios en nuestros tiempos de profunda prueba: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.

“Así como abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Pero si somos atribulados es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados es para vuestra consolación y salvación, la cual se realiza en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos. Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.” (2 Corintios 1:3-7).

¿Puedes ver el propósito de Dios aquí? En medio de nuestras aflicciones, el Espíritu nos consuela. Y a su vez, somos capaces de llevar consuelo a otros que sufre profundas aflicciones. Esta es la obra del Espíritu: llevar consuelo a su pueblo a través de las voces que fueron probadas. Por lo tanto, podemos saber que mientras nuestro propio sufrimiento empeora, el consuelo del Señor es aun mayor dentro de nosotros.

Finalizo con esta palabra de ánimo del Salmista: “porque tú, Dios, nos probaste; nos purificaste como se purifica la plata. Nos metiste en la red; pusiste sobre nuestros lomos pesada carga. Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra cabeza. ¡Pasamos por el fuego y por el agua, pero nos sacaste a la abundancia! … Más ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica. ¡Bendito sea Dios, que no echó de sí mi oración ni de mí su misericordia!” (Salmo 66:10-12, 19-20).

Comentarios

  1. Es conmovedora su Fe y Esperanza, pero aún más su práctica de la Caridad.

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