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Jorge González Guadalix: la religiosidad y la burocratización de la espiritualidad

Afirma Jorge Guadalix: “Sínodo de los obispos, conferencias episcopales nacionales, conferencias episcopales regionales. En cada diócesis consejo episcopal, colegio de consultores, consejo presbiteral, consejo diocesano de pastoral, consejo económico, conferencia de religiosos, consejo de laicos, vicarías, comisiones, delegaciones, coordinadoras varias. Cada vicaría sus consejos y delegaciones propios.  Cada arciprestazgo, más de lo mismo. Cada parroquia, idem de ídem”

Gracias a esta cantidad ingente de reuniones y a las horas empleadas en asesorar, revisar, proponer, estudiar, comentar, poner en común, informarse, formarse, aportar ideas, sugerir, comentar y tomar mucho café -a sor Társila descafeinado, por la cosa de la tensión-, en veinte años hemos pasado en España de celebrarse el 75,6% de los matrimonios por la Iglesia a apenas el 20 %. Apenas se bautiza ahora el 50 % de los niños nacidos en España. Monasterios y conventos cierran cada día.

Afirma el teólogo José Maria castillo: “lo que hizo Jesús fue centrar su vida y su actividad, no en mantener la Religión, sino en resolver los problemas de la gente: el sufrimiento de los enfermos y el hambre de los pobres. Además, hizo esto presentando a Dios como un Padre que acoge a todos los que sufren, ya fuera por sus enfermedades o por su pobreza”

Algunos sacerdotes  dedican solamente el fin de semana para atender cuatro o cinco parroquias, teniendo que desplazarse también de una provincia a otra, atendiendo además otros cargos dentro de la diócesis que podrían hacer muy bien los laicos, algunas veces incluso mejor.  ¡El sacerdote no debe ser un simple funcionario…!

La Iglesia Católica impuso el celibato por los problemas legales de sucesión y las dificultades que tenía Roma en cuanto a manejar el asunto de las herencias de los descendientes de los sacerdotes versus la propiedad eclesial. Versión que se ajusta a la teoría weberiana de la burocracia más que a una autentica tradición bíblica.

Nos encontramos, tras más de dos mil años de historia, con que el tema del sacerdocio cristiano ha entrado en gravísima crisis: los llamados a continuar con la figura tradicional del sacerdocio no responden ni llegan y, al mismo tiempo, la escasez de los curas y el envejecimiento de la mayor parte de ellos, ponen al descubierto una brecha que amenaza el modelo eclesiológico bipolar Clérigos / Laicos. El Cuerpo mesiánico es para todos encuentro igualitario en Cristo, superando la jerarquía sacral y la exclusión de las mujeres. Pablo habla de mujeres (Evodia y Sintique) y de grupos de colaboradores donde predominan las mujeres (Tebe, Prisca, Aquila, María, Junia, Trifena y Trifosa, Pérsida…). Mujeres que se han esforzado por la causa de Jesús pero sin que en ningún momento las designe como inferiores o subordinadas al varón, están a su mismo nivel, al igual que él son “atletas” del Evangelio, portadoras del mensaje de Jesús. Estas mujeres son apóstoles (testigos de Jesús, servidoras de la comunidad y dirigentes (presidentes) de iglesias domésticas.

Una lectura liberacionista de Romanos 16:1-16 muestra que Pablo creyó que las mujeres estaban igualmente calificadas que los hombres para trabajar en la comunidad eclesial. En la lista de saludos del apóstol se pudo observar la variedad de mujeres: una era independiente financieramente y por lo tanto patrona de muchos; otras estaban casadas, pero con un trabajo definido que les permitió destacarse; otra fue llamada apóstol por su labor; otra fue valiente al punto de proteger la vida de hombres como Pablo y sin temor terminar en la cárcel por causa del evangelio.

Un hecho interesante es que al contar cuántas son las personas alabadas por su compromiso con la comunidad, las mujeres superan a los hombres. Cuando Pablo utiliza un listado de mujeres y hombres simultáneamente y elogia ambos géneros sin distinción, en realidad está mostrando que ante Dios todos los seres humanos están en igualdad de condiciones sirviendo y obedeciendo la gran comisión.

El grupo que más próximamente seguía a Jesús, nunca se sintió un “cuerpo sacerdotal exclusivo” sobre el resto de los creyentes. Nos lo dice Pablo, que escribió sus Cartas a los 20 años de la muerte y pascua de Jesús. Todos, según él, constituyen Iglesia sacerdotal que crea y desarrolla muchos ministerios.

El Papa subraya que los sacerdotes no deben ser funcionarios o empleados que reciben, por ejemplo, “de las 15 a las 17.30”.

“Tenemos tantos funcionarios, buenos – prosigue – que hacen su trabajo, como lo deben hacer los funcionarios. Pero el sacerdote no es un funcionario, no puede serlo”. Por tanto, el Papa exhorta a mirar con ojos de hombre y – promete – “llegará a ti aquel sentimiento, aquella sabiduría de entender que son tus hijos, tus hermanos. Y además, tener el valor de ir a luchar, allí: el sacerdote es uno que lucha con Dios”.

El Papa sabe que “siempre existe el riesgo de mirar demasiado lo humano y nada lo divino, o demasiado lo divino y nada lo humano” pero “si no arriesgamos, en la vida no haremos nada”,

Nuestro Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la buena nueva, es decir, la llegada del Reino de Dios prometido desde siglos en la Escritura: «Porque el tiempo está cumplido, y se acercó el reino de Dios» (Mc 1,15; cf. Mt 4,17). Ahora bien, este reino brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y en la presencia de Cristo.

No necesitó poderes, ni edificios propios, ni funcionarios a sueldo, sino que «proclamó» la llegada del Reino de Dios, sin instituciones especializadas.

Jesús creyó en un Dios Padre de los niños sin familia, protector de los pobres, enfermos y excluidos, de viudas y extranjeros (expulsados, marginados). Ése fue el principio de su movimiento. Compartió la comida a campo abierto con aquellos que venían a su lado, buscando salud, compañía o esperanza, pero mostró un cuidado especial por los niños, enfermos y excluidos de la sociedad.

La Iglesia va a cambiar no porque lo deseen los jerarcas, sino porque no tiene más remedio. Ni le queda otra salida. La Iglesia que tenemos ahora, tal como está, no puede durar mucho.

Cada día hay menos sacerdotes, menos religiosos y religiosas, menos vocaciones para los seminarios y los conventos. Y cada día también más parroquias sin cura, más fieles si misa y más gente sin sacramentos. Y lo que es más preocupante: gran parte del clero ha perdido su prestigio y su credibilidad. Los escándalos eclesiásticos no cesan ni ya es posible seguir ocultándolos.

Afirma también José María Castillo:” la ordenación sacerdotal de hombres casados y de mujeres será sólo el comienzo. Los cambios de fondo, en la teología, la liturgia y el derecho eclesiástico, que hagan, de la Iglesia, la presencia patente del Evangelio en la sociedad, eso lo verán y lo vivirán las generaciones futuras. La Iglesia de Jesús no tiene otro futuro”

La situación eclesial de la mujer no es ejemplar si nos fijamos en cómo Jesús les trataba, sin considerarles en minoría de edad como fueron tratadas entonces y durante todos estos siglos desdichados para ellas en todos los órdenes, no solo dentro de la Iglesia. Y a pesar de todo, la mayor parte de quienes participan en la vida eclesial son laicas.  Las mujeres se han dado cuenta que Jesús es mucho mejor partido que ciertas autoridades eclesiásticas. La diferencia de cómo les consideraba Jesús y los expertos religiosos era abismal, más de lo que se ha querido reconocer.

Las mujeres siguieron a Jesús desde el principio, como atestigua  el Evangelio. Le acompañaron en su testimonio de buena noticia aceptando su misma vida desinstalada y aceptaron su enseñanza. Tampoco le abandonaron cuando estuvo en la cruz y fueron solo mujeres las testigos del resucitado como lo resaltan los cuatro evangelistas.

No se puede encontrar en la boca de Jesús un dicho o palabra que minusvalore o justifique la subordinación de la mujer. El comportamiento patriarcal de la Iglesia posterior con las mujeres no pudo basarse ni en Jesús sino en razones más humanas menos confesables.

Jesús se ganó el corazón de las mujeres al abrir para ellas nuevos horizontes de realización personal: les hizo portadoras de amor, de esperanza y de paz, en un mundo en el que estaban denigradas. Todo el trato de Jesús con ellas es una Buena Noticia por la defensa pública de su igualdad y dignidad.

Tampoco existe ninguna indicación expresa de Dios para que quienes ejercían el sacerdocio o el servicio en el templo en general no se casaran, no hay tal prohibición.

Dios es el Señor del matrimonio y de la familia, fue su idea, Él los instituyó y lo ordenó en el mismo Génesis de todo, salvo casos muy puntuales, no hay referencia al celibato obligatorio en las Escrituras.

¿No es acaso la inmoralidad sexual el principal problema del celibato impuesto? Por esa razón las escandalosas cifras de abusos sexuales, pederastia, homosexualidad intra y extra muro, entre otras inmoralidades sexuales, son el pan de cada día entre los servidores religiosos del catolicismo. Si Dios nos mandó a casarnos y nos hizo hombre y mujer con ese fin, ¿con qué autoridad y basados en qué parte de la Biblia los jerarcas romanos obligan a no casarse?

El Apóstol Pablo en el capítulo 7 de su primera Carta a los Corintios con respecto al tema del matrimonio y la vida sexual, señala: «esto lo digo más como concesión que como mandamiento. En realidad, quisiera que todos los hombres fueran como yo; pero Dios le ha dado a cada uno su propio don, a algunos de alguna manera y a otros, de otra.

A los solteros y a las viudas les digo que sería bueno que se quedaran como yo; pero si no pueden dominarse, que se casen; pues es mejor casarse que arder de pasión» Pablo tenía «don de continencia», que como todo don, es un regalo de Dios, pero MUY POCOS LO TIENEN.

¡Para finalizar, decir que mi intención no es atacar a la institución religiosa romana, sino honrar la verdad del Señor!

 

 

 

 

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