La crisis energética que se avecina dejará en mantillas a la sanitaria.
Puede parecer a primera vista un poco exagerado el titular,
pero cuando uno se acerca a los datos que están arrojando los mercados
energéticos se dará cuenta de que la actual crisis energética global no tiene
parangón prácticamente en nuestras vidas.
La economía mundial
se encuentra en un estado de caos y colapso, las cadenas de suministros se
quiebran al enfrentarse a un aumento de la demanda con una producción limitada
y el aumento del proteccionismo. El capitalismo está en crisis. El mercado no
funciona. Necesitamos una revolución.
Desde las cadenas de suministro y los mercados laborales,
hasta el sector energético y el transporte: los cuellos de botella se han
multiplicado en todo el mercado mundial, dejando a los estrategas del capital
preocupados. Cosas que se daban por sentadas, como el hecho de que un
determinado producto estará disponible o se producirá, y además se entregará en
un plazo razonable, ya no pueden darse por supuestas.
Hace unas semanas se produjo una caída a nivel global durante horas de Facebook, Instagram y otras redes
sociales. Además, Reino Unido también entró en pánico ante la escasez de
carburante y una crisis de desabastecimiento que ocasionó que algunas personas
no pudieran acceder a servicios básicos. Ahora,
el aumento de los precios de la electricidad, el desabastecimiento de
microchips y el encarecimiento de las materias primas amenazan la campaña del
‘Black Friday’.
Ya en 2017, las Fuerzas
Armadas de Austria vaticinaron que una posible pandemia como la del
coronavirus tuviera lugar durante los años siguientes. El mismo proceso de
análisis de datos que se usó para prever la pandemia, recalca el coronel Pierre
Kugelweis, es la base para «los extensos preparativos de las Fuerzas Armadas
frente a los efectos de un posible apagón» y por ello el mismo ejército vuelve
a ser noticia por una de sus últimas predicciones.
Para ello ha lanzado una campaña, con publicidad en los
medios y más de 6.000 carteles repartidos por todo el país con el título: « ¿Qué hacer cuando todo se para?».
El Ejército recomienda tener en casa reservas suficientes como para dos semanas
de camping, así como pactar de forma previa con familiares y amigos un punto de
encuentro y sentar las bases de una red de cooperación vecinal.
Un apagón eléctrico
en la sociedad que vivimos afectaría a semáforos, ordenadores, teléfonos o
internet, lo que supondría un peligro real en el día a día. Austria ya ha
tomado medidas futuras ante este problema y ha lanzado una propuesta para
preparar sus cuarteles de cara a 2025, basándose en hacerlos autosuficientes,
ya que, en palabras del teniente coronel austriaco Pierre Kugelweis para EFE,
«en caso de un gran apagón, servirán de base de apoyo a organizaciones civiles,
como bomberos y sanitarios».
Nos están haciendo creer que la pobreza energética es
causada por la pandemia de la covid-19. Todos los periódicos y telediarios se
han llenado de noticias como esta: "La Covid sube la factura de la luz en
España y ya son más de 3,5 millones los que sufren pobreza energética"
Pero
como bien afirma Antonio Turiel: "Desengáñense: Esto no va de la pandemia. No porque la
crisis sanitaria de la covid se pueda considerar resuelta; es que no es el
factor más importante ahora mismo. (…) De lo que va esto es de transición
energética. De lo que va esto es de la adaptación económica para hacer
sobrevivir el actual sistema industrial y social en una situación en la que la
energía no va a ser abundante"
Una cosa es que el
coronavirus haya acelerado el declive estructural en las inversiones petroleras
y otra bien distinta que sea su causa principal. Cuando desde los altos cargos
políticos o desde grandes medios de comunicación se nos habla de que la vida
que conocimos ya no volverá a ser igual, como hiciera por ejemplo Pedro
Sánchez cuando afirmó que:
"No podemos volver a la economía como estaba antes de la covid-19. Hacen
estas afirmaciones aprovechando el contexto de pandemia mundial, sin referirse
a las limitaciones energéticas venideras.
Los precios de la energía y el gas están alcanzando récords
nuevos casi a diario y algunas empresas con consumos energéticos muy elevados
han cerrado temporalmente sus operaciones porque su funcionamiento se está
volviendo demasiado caro.
“Si el invierno es
realmente frío, mi preocupación es que no tendremos suficiente gas para el uso
para el calentamiento en partes de Europa”, dijo Amos Hochstein, asesor del Departamento de Estado de EE.UU. para la
seguridad energética. “No solo será un valor recesivo, sino que afectará la
capacidad de proporcionar gas para calefacción. Toca la vida de todos”, agregó.
Uno de los países que ya comenzó a tomar conciencia de las
consecuencias que acarrea el escaso cuidado del medio ambiente es China. De hecho, ya estableció duros
planes para alcanzar “Net Zero” en 2060,
disminuyendo drásticamente el consumo de carbón.
Los problemas de energía de China han empujado a las
principales empresas energéticas estatales a reducir el uso de energía y
garantizar que haya suministros de combustible adecuados para el invierno que
se acerca, según un informe recogido por Techwire Asia.
El gigante asiático,
con más de mil millones de habitantes, está luchando contra una crisis energética
que amenaza con afectar el crecimiento de su economía, actualmente la segunda
en el mundo. Los cortes de energía generalizados han cerrado o parcialmente
cerrado fábricas, afectando la producción y las cadenas de suministro globales.
China es consciente de las consecuencias de no cuidar el
medio ambiente y, en esa línea, estableció duros planes para alcanzar “Net Zero” en 2060 (el cero neto se refiere
al equilibrio entre la cantidad de gas de efecto invernadero producido y la cantidad
eliminada de la atmósfera), disminuyendo drásticamente el consumo de
carbón. Pero esa meta choca con la necesidad de recuperar los tiempos perdidos
por el covid-19. “China necesita más energía para seguir creciendo y, al mismo
tiempo, necesita reducir su dependencia del petróleo y el gas de Oriente Medio,
Rusia, África y Estados Unidos. Tiene capital, tecnología y es el mayor
fabricante del mundo. Tiene minerales y sabe cómo hacerlo”, remarcó el último
informe mensual de Ecolatina.
Bernardo
Perez Andreo afirmaba en junio el 2020: “El petróleo como tal no se va a acabar. La cantidad de reservas es
enorme. Pero, una cosa son las reservas y, otra distinta, los recursos. Las
reservas son la cantidad de petróleo que la Tierra ha producido en los últimos
200 millones de años. Es una cantidad
enorme, aunque finita. Sin embargo, los recursos, es decir, la cantidad
disponible con TRE positiva, por tanto, con un aporte de energía neta, son una
ínfima parte de las reservas. Y la cantidad de petróleo a precios asequibles
para mover la economía es menor aún.
Estamos llegando al fin de la era del petróleo barato y esto va a ser peor que
la crisis sanitaria, porque no estamos preparados para una economía no
especulativa que tiende al crecimiento infinito”
Las consecuencias son conocidas: parálisis de las economías
por una perlesía de las actividades productivas, una escalada de los precios de
las materias primas básicas, el encarecimiento del gas natural, el GNL y el
barril del petróleo, un aumento de las tarifas eléctricas en los países
(desarrollados y tercermundistas), cierre de fábricas e industrias, apagones
masivos, transportes y alimentos más caros.
¡Los hoteles
temblaban ante el recibo de la luz de este verano! El coste energético
supone aproximadamente entre el 10% y el 15% de los gastos de explotación de un
hotel y, dentro del mismo, el consumo de electricidad es el más importante. Por
eso, desde el sector hotelero crece la preocupación ante el nuevo recibo de la
luz, que ha entrado en vigor el 1 de junio. Y es que, al elevado precio medio
del kWh que en los primeros quince días de junio ascendía a 19,65 céntimos, un
73,7% por encima de los 11,31 céntimos de junio de 2020, se une una nueva
tarificación para agosto, que abandona la zona valle para el mes completo.
Además esta mala noticia llega en un momento en el que los
hoteles vuelven a la actividad de manera progresiva después de estar cerrados,
en muchos casos, durante los últimos 15 meses.
China también advirtió
que la seguridad alimentaria podría verse afectada a medida que los altos
precios del carbón afecten los suministros de fertilizantes. La producción
de fertilizantes minerales requiere de cantidades significativas de energía
fósil. Por lo tanto, la dependencia de la agricultura de estos fertilizantes
minerales (especialmente el nitrógeno, el fósforo y el potasio) producidos a
base de consumir grandes cantidades de reservas fósiles, debe ser considerada
como una grave amenaza para el futuro de la seguridad alimentaria humana.
La demanda agrícola de fertilizantes minerales está
creciendo continuamente, debido a una variedad de factores, como el aumento de
la población mundial, el aumento del consumo de carne y la producción de
cultivos energéticos. En este sentido, la
FAO ha informado de un aumento de cinco veces en el consumo de
fertilizantes entre 1960 y 2015 y esta organización pronostica que se mantendrá
un aumento continuado en los próximos años. Como consecuencia, es previsible
que la tensión entre la oferta y la demanda continuará empujando hacia arriba
los precios de las fuentes de nutrientes.
En la UE, el impacto de la crisis energética en el
consumidor ya ha tenido repercusiones políticas a medida que las facturas de
electricidad se disparan ante las escasas reservas de gas antes del invierno.
"Estamos en una situación al filo de la navaja",
dijo el director ejecutivo del British
Poultry Council, Richard Griffiths.
Para
Bernardo Pérez Andreo “la civilización capitalista neoliberal ha
llegado a su cénit. Es imposible ir más allá. Deberá mutar para poder
subsistir. Es imposible mantener el modelo civilizatorio más allá de unos años.
Dos soluciones se atisban en el horizonte. La racional: reducir la vida a lo
estrictamente necesario y planificar la población; y la irracional, propia del
modelo neoliberal capitalista: dividir
el mundo en dos, de un lado los que vivirán bien, del otro los que pelearán entre
ellos por sobrevivir mientras siguen produciendo” “La única solución viable
es una reducción paulatina de la población, acompasada a la disponibilidad de
recursos. Una civilización que consume el equivalente a 2.5 veces la capacidad
de reposición del planeta, es una civilización condenada a la extinción. Hemos de reducir drásticamente nuestro
consumo de recursos, y la contaminación asociada, y hemos de reducir el número
de habitantes mediante una planificación ordenada. De lo contrario, la
reducción vendrá impuesta por el modelo de mercado neoliberal: quienes tengan
acceso a los recursos sobrevivirán, quienes hayan sido expulsados del acceso
morirán, añade.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) advierte que la
actual sobreexplotación de los recursos naturales está generando un enorme
déficit, ya que cada año se consume un 20 % más de los que se pueden regenerar
y ese porcentaje no deja de crecer.
Así pues, si seguimos
a este ritmo, necesitaríamos 2,5 planetas para abastecernos en el año 2050,
según apunta la propia WWF. A su vez, esta organización pone de manifiesto
que la población mundial de peces, aves, mamíferos, anfibios y reptiles
disminuyó un 58 % entre 1970 y 2012 debido a las actividades humanas y augura
que, en el año 2020, ese porcentaje se dispare hasta alcanzar el 67 %.
El sistema acaba
destruyendo las fuentes de la vida del planeta, poniéndolas al servicio de sus
propios intereses. Quiere construir una torre de Babel manipulando la vida, de
tal forma que al fin acabará por destruirla, si es que no logramos parar su
marcha loca, poniendo el progreso de la ciencia al servicio de la vida humana,
como quiso el Dios del Génesis.
José Carlos Enríquez Díaz
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