La Falacia de José María Ballester: Un Ataque Sesgado a la Verdad de González Faus
El artículo de José María Ballester Esquivias en "El
Debate" es un compendio de prejuicios ideológicos, tergiversaciones
históricas y ataques injustificados contra el padre José Ignacio González Faus.
Ballester, con el tono altivo del inquisidor moderno, pretende descalificar el
pensamiento de un teólogo que, con independencia y rigor, ha denunciado las
injusticias del capitalismo liberal y ha defendido la coherencia entre el
Evangelio y la justicia social. Su crítica no es más que un reflejo del miedo
de ciertos sectores a que el Evangelio sea tomado en serio como denuncia
profética contra la opresión y la desigualdad.
La insistencia de Ballester en vincular a González Faus con
la Teología de la Liberación y el marxismo no es más que un intento burdo de
desacreditar su obra sin un análisis serio de su pensamiento. Es cierto que
González Faus fue profesor visitante en la Universidad Centroamericana de San
Salvador, un bastión del pensamiento cristiano comprometido con los pobres,
pero esto no es una acusación, sino un mérito. ¿O acaso la fidelidad al
Evangelio se mide por la sumisión a las élites económicas y no por la cercanía
a los oprimidos? Si la defensa de los pobres y la denuncia de la injusticia
bastan para calificar a alguien de marxista, entonces habría que considerar
también a Jesús de Nazaret bajo esa misma etiqueta, pues sus palabras y
acciones siempre estuvieron dirigidas a los desposeídos y excluidos de su
tiempo.
La mención de su participación en las campañas de
alfabetización en Nicaragua a principios de los años ochenta es otro ejemplo de
la deshonestidad intelectual de Ballester. Se sugiere que esto implica algún
tipo de adhesión a la "dictadura sandinista", cuando en realidad fue
un esfuerzo por llevar la educación a los sectores más marginados de la
sociedad. Si a Ballester le incomoda que los pobres aprendan a leer y
escribir, que lo diga abiertamente en lugar de disfrazar su desprecio con
falacias. La alfabetización no es un crimen ni un acto político partidista,
sino un derecho humano fundamental que permite a las personas acceder a mejores
condiciones de vida. Es irónico que quienes critican estas iniciativas desde el
privilegio nunca hayan sentido en carne propia la angustia de la ignorancia impuesta
por un sistema que necesita mano de obra dócil y sumisa.
La obsesión de Ballester por vincular cualquier defensa de
la justicia social con el marxismo revela una visión maniquea y reduccionista
de la realidad. Es cierto que González Faus criticó con fuerza el capitalismo
neoliberal, especialmente tras la caída del Muro de Berlín, cuando este modelo
se expandió con impunidad por el mundo, dejando una estela de desigualdad,
precariedad y explotación. Pero de ahí a afirmar que su pensamiento rezuma
"un aroma próximo a esa ideología" hay un salto que solo puede
explicarse desde la mala fe o la ignorancia deliberada. González Faus no ha
necesitado de doctrinas políticas externas para fundamentar sus postulados; le
basta con el mensaje de Jesucristo, quien proclamó bienaventurados a los pobres
y denunció la acumulación egoísta de la riqueza. Su crítica al sistema
neoliberal no surge de una adhesión ideológica sino de una constatación
empírica de sus efectos devastadores sobre los más vulnerables.
Lo más grave del artículo es su intento de deslindar el
pensamiento de González Faus del Magisterio de la Iglesia. Ballester quiere
presentar al teólogo como un francotirador ideológico, un pensador solitario y
marginal, cuando en realidad su trabajo ha estado siempre enraizado en la
tradición profética de la Iglesia. Su defensa de los pobres no es una
ocurrencia individual, sino la continuidad de la Doctrina Social de la Iglesia,
que ha condenado reiteradamente la idolatría del mercado y la indiferencia ante
el sufrimiento humano. Si Ballester quisiera hacer una crítica honesta, debería
demostrar en qué punto exacto González Faus se aparta de la enseñanza de la
Iglesia en lugar de lanzar insinuaciones infundadas. Más aún, el propio Papa
Francisco, en documentos como Evangelii Gaudium y Fratelli Tutti,
ha insistido en los mismos principios que González Faus defiende: la necesidad
de un sistema económico más humano, la prioridad de los pobres y la denuncia de
un capitalismo que convierte a las personas en mercancías. ¿Acaso también
Francisco es sospechoso de marxismo?
En última instancia, el ataque de Ballester no es contra
González Faus, sino contra la posibilidad misma de una teología que cuestione
el orden establecido. Su crítica es el reflejo del miedo de ciertos sectores a
que el Evangelio sea tomado en serio y se convierta en una denuncia real de la
injusticia. Pero por más que intenten desacreditarlo con etiquetas vacías, la
voz de González Faus seguirá resonando con fuerza, porque está anclada en la
verdad del Evangelio y en la dignidad de los pobres. Y esa es una verdad que ni
la difamación ni la calumnia podrán silenciar. El verdadero problema de
Ballester no es González Faus, sino el Evangelio mismo, que incomoda a quienes
han decidido servir antes a Mamón que a Dios.
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