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Guardiana de Sueños, Hija del Caribe



Eres un susurro del mar en la arena,
un eco lejano de calles doradas,
el alma que sueña con su tierra buena,
y lleva en el pecho nostalgias calladas.

Llevas en tus venas el ritmo del son,
el arte de un pueblo valiente y sincero,
la historia escrita en tu educación,
el sello indeleble de un sueño primero.

Eres el faro en noches calladas,
el alba que besa la tierra sedienta,
la fuerza que nunca se cansa,
la nobleza que el mundo sustenta.

Desde el amanecer de tu infancia,
tu pecho abrazó sin medida,
tu risa fue un himno de gloria,
tu amor, un refugio en la vida.

Con esfuerzo y constancia forjaste tu mente,
entre libros y noches en vela,
aprendiste que el mundo es un puente,
y cruzarlo requiere alma sincera.

Buscaste el trabajo con lucha y con fe,
enfrentando caminos cerrados,
con manos de hierro y un alma de miel,
lograste tus sueños forjados.

Pero el precio fue grande y callado,
la distancia fue herida en el pecho,
la ausencia quemó con su filo dorado,
tu alma anheló su refugio y su techo.

Tus manos tejieron ternura infinita,
tu dulzura fue un bálsamo puro,
tu abuela encontró en tu abrazo su casa,
tu madre en tus ojos, su escudo más duro.

Las noches que en vela pasaste,
susurrando canciones al alba,
guardando los sueños ajenos,
sanando con besos sus almas.

Las manos de tu abuela temblaban,
y tú, con caricias de luna,
las cubrías con la paciencia sagrada,
como quien custodia fortuna.

Y en cada arruga de su rostro
encontraste la historia del tiempo,
tejiendo recuerdos dorados,
en su abrazo, un eterno alimento.

Y mientras ella dormía en tus brazos,
tu corazón latía inquieto,
por tu madre que lejos sufría,
pensando en su amor y en su miedo.

Entre el trabajo y el sacrificio,
velaste su vida en desvelo,
sosteniendo su cuerpo en tu pecho,
aliviando su carga y su duelo.

Cuba te llama en el viento,
en la espuma que besa la arena,
en el son que en tus venas palpita,
en el sol que ilumina tu pena.

Caminas con el alma dividida,
entre el deber y el anhelo,
tu patria es un sueño encendido,
una lágrima ardiendo en el cielo.

No esperas medallas ni honores,
ni el eco de un nombre en la historia,
te basta la paz de quien amas,
te basta su risa en la aurora.

Eres la amiga sincera y leal,
la mano tendida en la herida,
el puerto seguro, el hombro de sal,
que seca tormentas y olvida.

Cuba te lleva en su piel encendida,
en su danza, en su canto, en su sol,
como un himno bordado en la brisa,
como espuma de amor y de ardor.

Y si el mundo te pesa algún día,
si el cansancio empañara tu andar,
recuerda que eres la estrella encendida,
que jamás dejará de brillar.

Porque fuiste, eres y serás,
una mujer de amor infinito,
la que carga, la que alza, la que da,
el más bello y sagrado bendito.

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