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La serpiente de madera y el puente hacia el absurdo: el peculiar plan del alcalde de Langreo

 

En una sorprendente exhibición de creatividad diplomática, el alcalde de Langreo ha anunciado en sus redes sociales que el próximo año no habrá celebración de Nochevieja en el municipio. La razón, según sus propias palabras, es renovar puentes con el gobierno chino y alinearse con la transición entre el Año del Dragón y el de la Serpiente de Madera. Una declaración que ha dejado a propios y extraños con la ceja arqueada y el calendario en la mano.

Resulta irónico que quien en otra época fue cura, encargado de las transiciones espirituales entre Adviento y Navidad, ahora proponga pasar por alto el rito terrenal de despedir el año. Quizá el paso de los misales a los plenos municipales le haya inspirado a explorar horizontes más exóticos. ¿Quién necesita el repique de las campanas cuando puedes celebrar con gongs imaginarios y feng shui de barrio?

El plan del alcalde, aunque audaz, plantea algunas preguntas. Por ejemplo: ¿ha consultado el horóscopo chino antes de tomar esta decisión? Porque, según dicen los astrólogos orientales, el Año de la Serpiente de Madera es propicio para la sabiduría, la reflexión y… el ahorro presupuestario. Puede que esto último sea la clave real del asunto: un puente simbólico hacia Pekín es mucho más barato que los fuegos artificiales.

Por otro lado, uno no puede dejar de preguntarse si esta renovación de lazos con el gigante asiático implica alguna ventaja concreta para Langreo. ¿Acaso Langreo se convertirá en la nueva sede de una Feria del Té o en el epicentro de un programa de intercambio cultural con la provincia de Sichuán? ¿O simplemente estamos hablando de un intento creativo por justificar la cancelación de la fiesta más esperada del año?

Las redes sociales, como era de esperar, han reaccionado con una mezcla de incredulidad y humor. Mientras algunos ciudadanos aplauden la valentía del alcalde por pensar "fuera de la caja de uvas", otros sugieren que quizá el próximo paso sea adoptar el calendario maya y eliminar febrero por completo. Un usuario especialmente inspirado propuso que Langreo podría fundar su propio zodiaco municipal, con signos tan autóctonos como el "Cabritu del Nalón" o el "Caimán de la Cuenca".

Aunque algunos podrían acusar al alcalde de tomar esta decisión como una especie de guiño estrafalario al panorama internacional, también es justo reconocer que el exsacerdote convertido en político tiene una visión singular del liderazgo. No todos los días se ve a un regidor dispuesto a sacrificar las doce campanadas por el bien de la diplomacia transcultural. Quizá, solo quizá, estemos ante el nacimiento de una nueva corriente en la política local: la geopolitética festiva.

Mientras tanto, los langreanos esperan ansiosos detalles sobre el reemplazo propuesto para la Nochevieja. Tal vez sea una ceremonia de meditación colectiva bajo la luz de la luna llena o una danza en honor al "Qi" de la Serpiente. Sea lo que sea, una cosa está clara: ¡Langreo no volverá a ser igual!

En el interín, los vecinos ya están organizando sus propios planes alternativos. Porque, aunque el alcalde sueñe con serpientes y dragones, el resto del municipio prefiere seguir confiando en el poder mágico de las uvas, el champán y, por supuesto, el inquebrantable sentido del humor asturiano.

La combinación de fe y política siempre da espectáculo, pero cuando es un cura asturiano que quiere abolir el Año Nuevo, el nivel sube. Parece una mezcla entre un episodio perdido de Cuéntame cómo pasó y un sermón de domingo tras una noche de espichas. Uno se pregunta si, al final, en la cena del Año Nuevo abolido, el cura brindará con sidra y dirá: "¡A la victoria, siempre! ...pero sin celebrar años, que eso es burgués".

Así que ahí tenemos el esperpento: curas que, entre cruz y martillo, sueñan con la revolución litúrgica, y obispos que han tenido la “manga ancha” cuando ordenaron a estos curas, que, en el fondo, solo piden que no les hagan quedar mal en el Vaticano. Y mientras tanto, el Año Nuevo sigue llegando, aunque sea proletario o gregoriano, porque ni Marx ni el obispo detienen el reloj.

Así, pues, mejor celebrar el "Día de la Transformación Proletaria", con misa obrera, colecta para el comité central y un cántico del Internacional al estilo gregoriano. Y quien no cante, que se confiese, porque eso suena a revisionismo.

Por cierto, habría que preguntarse si también abolirían las campanadas de Fin de Año. Total, esas campanas podrían reutilizarse para tocar a rebato contra el neoliberalismo.

Olvídate del amor al prójimo o del sacrificio de Cristo. En sus misas, el evangelio es sustituido por frases como:

  • "¡Hermanos, el reino de los cielos es de todos! Pero ojo, nada de propiedad privada, así que entregad el diezmo al comité local."
  • "El verdadero milagro no es la multiplicación de los panes, es que ningún burgués se los quede."
    Y por supuesto, en lugar de "Amén", se cierra con un rotundo "¡Hasta la victoria, siempre!".

El altar lo decoran con un póster de Lenin en lugar de un crucifijo, porque claro, la fe en Dios es "opresiva", pero la fe en la revolución… ¡esa sí mueve montañas! Aunque, seamos sinceros, el único monte que ven cerca es el de las cuencas mineras.

Olvídate del cielo lleno de ángeles y arpas. Para estos curas, el paraíso proletario es una fábrica autogestionada donde todo el mundo lleva boinas rojas y canta la Internacional. No hay santos, solo héroes del pueblo. San Pedro habría sido despedido por ser un "portero burgués", y en su lugar tendríamos a Marx revisando quién entra.

Estos curas no tienen fe en Dios, pero tienen una fe inquebrantable en el plan quinquenal del partido. ¡Qué paradoja! Niegan el milagro de la resurrección, pero creen ciegamente que un día el comunismo funcionará "de verdad". En sus sermones repiten frases como:

  • "El capital es el verdadero demonio" (pero sin exorcismos, porque eso es superstición).
  • "La religión es el opio del pueblo"… excepto la suya, que es como una metadona revolucionaria.

Y cuidado con criticar su doctrina, porque el infierno para ellos no es un lugar de fuego eterno, sino un gulag ideológico donde te obligan a leer panfletos del partido hasta que veas la luz (roja, claro).

 

 

 

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