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XXXII Domingo del tiempo ordinario Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)


 En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía:

«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa».
Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante.
Llamando a sus discípulos, les dijo:
«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Comentario

Este pasaje del Evangelio subraya una advertencia importante de Jesús hacia los escribas de su tiempo, quienes, a pesar de ser líderes religiosos, actuaban de manera contradictoria a los valores que predicaban. Los escribas, que eran conocedores y guardianes de la ley de Dios, buscaban honores y beneficios personales, actuando con hipocresía y falta de compasión. Jesús denuncia su deseo de ser venerados y reconocidos públicamente, su apego a las apariencias y su abuso de poder, especialmente a expensas de los más vulnerables, como las viudas, quienes en ese tiempo representaban uno de los grupos más desprotegidos de la sociedad.

En algunas ocasiones, ciertos líderes religiosos pueden caer en una interpretación rígida de la fe, imponiendo normas o cargas pesadas a sus feligreses sin tener en cuenta las realidades particulares de cada persona. Esto recuerda la actitud de los escribas, quienes imponían estrictamente la ley sin preocuparse por el espíritu detrás de ella. Jesús enseñaba que la ley y la doctrina deben estar al servicio de la compasión, no al revés. Un sacerdote que se enfoca más en cumplir normas de forma rígida que en comprender el contexto y la situación de cada persona, puede provocar desilusión o incluso miedo, en lugar de brindar esperanza y orientación espiritual.

La advertencia de Jesús sobre los escribas también se enfoca en el apego a la letra de la ley en lugar de al espíritu de la misma. Los escribas eran conocidos por ser estrictos guardianes de la ley, hasta el punto de ser legalistas, pero a menudo dejaban de lado el sentido de compasión y misericordia que esas mismas leyes pretendían promover. De manera similar, algunos sacerdotes de hoy pueden ser rígidos en la aplicación de normas religiosas, sin la sensibilidad necesaria para comprender las circunstancias y luchas individuales de las personas a quienes se les aplica.

En lugar de ser pastores que guían con compasión y paciencia, estos sacerdotes pueden volverse críticos y excluyentes, olvidando que Jesús mismo rompió con algunas de las normas de su tiempo para mostrar el amor de Dios a todos, especialmente a los marginados y a los pecadores. La rigidez y el legalismo pueden desanimar y alejar a las personas de la fe, en lugar de acercarlas y fortalecer su relación con Dios.

En algunas ocasiones, ciertos líderes religiosos pueden caer en una interpretación rígida de la fe, imponiendo normas o cargas pesadas a sus feligreses sin tener en cuenta las realidades particulares de cada persona.

Hoy en día, esta advertencia sigue siendo relevante, ya que podemos encontrar situaciones y personas que representan lo que Jesús criticaba en los escribas de su tiempo. Así como los escribas buscaban los primeros puestos y el reconocimiento, también existen hoy personas en diversas áreas –desde figuras políticas hasta líderes religiosos, pasando por empresarios y otros– que, al ocupar puestos de responsabilidad, caen en actitudes de hipocresía y falta de humildad.

Muchos de los “escribas” de hoy buscan ascender y ocupar puestos de relevancia en organizaciones o instituciones, no tanto para servir, sino para tener una posición desde la cual puedan ejercer poder o influencia. Esto se ve en ámbitos religiosos, políticos y hasta en entornos laborales. Los puestos de liderazgo son utilizados como trampolines para el propio beneficio o para alimentar el ego, antes que para promover el bien común. Así como los escribas buscaban los primeros asientos y los honores, en la actualidad algunos buscan estar en el centro de atención, ocupando espacios de influencia, sin preocuparse de manera real y profunda por quienes dependen de ellos.

Jesús pone un énfasis en cómo los escribas “devoran los bienes de las viudas”, y esto se puede entender como una crítica a la falta de empatía y al abuso de quienes están en situación de vulnerabilidad. Hoy en día, los “escribas” modernos también pueden abusar de quienes se encuentran en condiciones desfavorecidas o desprotegidas. Esto se manifiesta en la corrupción, en decisiones que despojan a los más pobres de sus derechos o en la explotación de quienes dependen de las decisiones de estos líderes. Este abuso no siempre es tan evidente o directo, pero está presente cuando, por ejemplo, se toman decisiones que favorecen a una élite en detrimento de la mayoría o cuando se omiten políticas que podrían beneficiar a los más necesitados.

Jesús denuncia la hipocresía de los escribas, y este aspecto es fundamental para comprender el mensaje. En nuestro tiempo, encontramos que la falta de coherencia entre el discurso y la práctica es también uno de los mayores males en diversas áreas de liderazgo. Cuando alguien en una posición de influencia predica valores como la solidaridad, la honestidad y la justicia, pero no los practica en su vida personal o en sus decisiones, se genera una gran desilusión en aquellos que confían en ellos. La hipocresía debilita la confianza en las instituciones y genera escepticismo en la gente, que percibe que estos líderes buscan solamente su beneficio.

Jesús, en este pasaje, invita a sus seguidores a ser críticos y a no dejarse llevar por las apariencias, enseñándoles a ver más allá de los gestos y los discursos, y a discernir el corazón de las personas. Este llamado sigue siendo fundamental hoy: necesitamos líderes cuya prioridad sea el servicio auténtico, la humildad y la integridad. La verdadera grandeza no se encuentra en los primeros puestos o en el reconocimiento social, sino en la capacidad de actuar con coherencia, buscando siempre el bien de los demás, especialmente de los más vulnerables.

Es un llamado a todos, no solo a quienes lideran, para examinar nuestras propias actitudes: ¿Buscamos el reconocimiento o el servicio? ¿Valoramos más la apariencia o la esencia? Jesús nos invita a una transformación profunda, que deje de lado la hipocresía y nos acerque más a una vida de auténtica solidaridad y compasión.

 

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