Homenaje a Segundo Leonardo López
El anuario Estudios
Mindonienses” le dedica los números de 2023 (36) y 2024 (37) a Segundo L. Pérez
López.
Según Benito Méndez,
«su trayectoria es un hito además para la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, a la
que pertenecen los Estudios Mindonienses; él fue desde rector del seminario a
promotor del año San Rosendo, fundó este anuario y creó diferentes iniciativas
pastorales como el Campamento Diocesano, además es un gran investigador sobre
la historia de la Iglesia».
Su trayectoria, su persona, su valía le hubieran hecho un excelente candidato al cualquier ministerio eclesial, y, especialmente, el episcopal. Es “vox populi” que fue en varias ternas a lo largo de bastantes años.
San Pablo, en sus cartas pastorales, además de una fe firme
y de una vida espiritual sincera, que son la base de la vida, enumera algunas
cualidades humanas, esenciales para estos ministerios: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la bondad de
corazón… cualidades, que hacen posible que su testimonio del Evangelio sea
alegre y creíble.
Afirma Benito Fernández Méndez: “Como sacerdote, se puede decir que era de esos que emiten
autenticidad, por su entrega constante, por su generosidad total, y por el
compromiso con los pobres. Me consta que, de forma discreta, ha ayudado a
muchísima gente. Lo hacía por convicción personal, pero también porque conocía
a fondo la realidad y la idiosincrasia del pueblo que le tocó apacentar”
Así, pues, es importante que en este mundo trivializado y gris, sin utopías ni ilusiones encontrar a personas como Segundo López, que por su modo de ser, comuniquen luz y ánimo para que podamos ser humanos y cristianos. A estas personas hay que buscarlas como se busca una perla preciosa y el agradecer a Dios el haberlas encontrado. Teólogos como Segundo, son este tipo de personas y teólogos que no siendo en “todo perfectos “se muestran humanos y comunican dignidad, esperanza, amor y sentido de la vida.
Nuestra meta y objetivo es pues ser hombres que no vivamos para nosotros mismos, sino para Dios y para Cristo; para Aquél que por nosotros murió y resucitó; hombres para los demás, es decir, que no concibamos el amor a Dios sin el amor al hombre; un amor eficaz que tiene como primer postulado la justicia. Este amor es además la única garantía de que nuestro amor a Dios no es una farsa o incluso un ropaje farisaico que oculte nuestro egoísmo. Toda la Escritura nos advierte de esta unión entre el amor a Dios y el amor eficaz al hermano.
El amor personal es querer el bien no para sí, tal como se aman las cosas, sino para el otro. Esta benevolencia, que únicamente se puede tener a las personas, pues sólo ellas son capaces de poseerlo plenamente, engendra normalmente la reciprocidad, y, con ella, aparece la unión afectuosa y el deseo de comunicación, que se da también en sentido pleno solamente entre personas. El ser humano no está hecho para la soledad, ni tampoco para únicamente convivir con los demás, ser-con-otro, sino para ser-para-otro, para ser amigo de los demás.
En resumen, Segundo es un hombre bueno que encarna la
esencia de la humanidad en su mejor expresión. Sus acciones, motivadas por el amor y el respeto hacia los demás, crean
un impacto positivo en su entorno y dejan una huella imborrable en quienes
tienen la fortuna de cruzarse en su camino. Su vida es un ejemplo a seguir, y
su legado de bondad inspira a otros a ser mejores, creando así un mundo más
justo y compasivo.
Él es un hombre que ofrece una mano amiga sin esperar nada a cambio, que escucha con atención a quienes lo rodean, y que muestra paciencia y comprensión incluso en momentos de conflicto. Su corazón está lleno de generosidad, y su principal motivación es el bienestar de los demás.
La fe, para él, no es solo un refugio en tiempos de dificultad, sino una fuente constante de fortaleza, esperanza y propósito.
Ayer con sus palabras ha demostrado ser un hombre de una fe profunda. La fe es una fuente vital de resiliencia durante momentos difíciles. Ante situaciones de incertidumbre, pérdida o sufrimiento, la creencia en algo más grande que uno mismo puede proporcionar consuelo y esperanza. Esta esperanza actúa como un ancla que permite a las personas mantenerse firmes y encontrar la fortaleza para superar los desafíos.
Estoy convencido que
el mundo no necesita más sermones sobre fe. Necesita ver un sermón ilustrado:
la vida de un hombre o una mujer que viven su fe ante el mundo. Necesitamos ver
siervos de Dios atravesar las mismas calamidades que ellos están enfrentando y
no ser sacudidos por ellas.
José Carlos Enríquez Díaz
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