El pleno de Ferrol aprueba las cuentas de Emafesa de los últimos ocho años y José Manuel hace una llamada al respeto…
Sanjurjo afirmó que “el 70% de las familias de Ferrol
consumen menos de 20 metros cúbicos de agua, y se les baja la cuota de consumo,
la cuota variable, y lo mismo a comercios y pequeños negocios”. “Una
mala acción es grave, pero no hacer nada es igual de grave, un gobierno es
responsable tanto por acción como por omisión”. Y recalcó que “votar
en contra de la actualización de las tarifas, que es obligada tanto por los
informes técnicos cómo por la propia normativa del servicio, es votar en contra
de cubrir los costes de los servicios”.
La aprobación definitiva de las ordenanzas fue adelante con
los votos a favor del Gobierno y los votos en contra del PSOE, del BNG y FeC.
Durante el pleno José Manuel Rey ha tenido que intervenir
por alusiones personales de la edil del PSOE Monserrat Dopico Malde a Javier Díaz Mosquera al afirmar que “a usted
le preocupa poco la enseñanza pública cuando tiene sus hijos en la privada”. José Manuel
pidió un poco de respeto..., y puntualizó que en Ferrol no hay enseñanza
privada, pero sí concertada…
Esta señora será muy “catedrática”, pero saber estar en cada
momento parece sencillo, sin embargo, algunas veces los “políticos” en más de
una ocasión nos demuestran todo lo contrario. La educación y respeto es básico
para cualquier persona sea qué sea su estatus social o profesional. En cada
ocasión, contexto o cultura requiere unos conocimientos mínimos para saber
estar coherentemente. Pero por desgracia el dedo es la forma habitual para
designar cargos en todos los partidos. Lástima, pero es así. ¡La historia
de los partidos es una concatenación de «dedazos»!
La meritocracia en política y en la sociedad es algo
complejo y muere en gran medida debido a la supercompetitividad mal entendida y
a las llamadas “zancadillas”. En la antigua Roma, la dinastía Antonina se
basaba en el principio de la meritocracia para elegir a los emperadores, como
señala el filósofo político Michael Sandel, quien destaca que “en la medida en
que los ciudadanos son iguales ante la ley, el principio de la meritocracia
exige que las oportunidades de vida sean también iguales”.
En la política, desafortunadamente, ocurre lo mismo.
Personas con gran talento, creatividad y capacidad para generar nuevas ideas
son apartadas por aquellos que tienen más títulos, pero no necesariamente más
capacidad.
Las actuaciones de los políticos algunas veces dejan mucho
que desear, porque son fichajes de sujetos mediocres, con poco o nulo bagaje,
la mayoría de las veces política y profesionalmente hablando. Pero, sobre todo
con demasiado afán de protagonismo que, aunque lo persiguen incansablemente, no
consiguen obtener para sí. La falta de educación política adecuada y la
escasez de líderes capacitados son desafíos en la política actual.
Mediocre significa “de calidad media y de poco mérito”
(RAE). El filósofo Emilio Lledó afirma que “es terrible que un
ignorante con poder político y repleto de ignorancia determine nuestras vidas”.
La ignorancia individual es inocente, pero un ignorante con poder es
catastrófico para una sociedad. Desgraciadamente, está a la orden del día de
nuestra política.
Algunos grandes pensadores del mundo antiguo, siendo
conscientes del peligro de ser dirigidos por incapaces, proponían la república
aristocrática como el mejor sistema de gobierno, que sería liderado por una
élite intelectual, diferenciándose así del vulgo y de la masa inculta. A este
sistema, defendido por Platón en La República, se le llamó
sofocracia o gobierno de los sabios, en oposición al gobierno de los necios.
Una de las acepciones de la RAE de la palabra arrogante
es “altanero, soberbio”. En los medios de comunicación,
especialmente en televisión y en redes sociales, vemos mucha gente con
exceso de orgullo y de arrogancia; hombres y mujeres convencidos de que son
mejores que los demás por tener una situación privilegiada, quizás sin
merecerlo. La humildad y la modestia son valores que se están perdiendo en
nuestra sociedad, cada vez más individualista. Una sociedad que inculca que
tenemos que ser o por lo menos parecernos superiores, y además demostrarlo
públicamente en todas las plataformas. La prepotencia, la vanidad, la soberbia,
la burla, en muchos casos, son atributos presentes en personas que nos
representan y que influyen en nuestra sociedad, y por esto no debe de ser una
forma de expresarse públicamente porque lo que intentan es menospreciar
la opinión o creencia del otro, imponiendo su criterio y haciendo daño a los
demás, creyéndose por encima de los demás sin pensar en el bien común o el
interés público.
Esta situación se está viviendo entre nuestros políticos,
cada vez más lejos de lo que es la esencia de la política. El exceso de
arrogancia es un valor en alza; lo hemos visto en las
campañas electorales y en el arco parlamentario y hemiciclos con algunos de nuestros representantes políticos. Representantes de
la ciudadanía imponiendo sus posturas, sin importar la opinión de los demás y
pensando que son superiores, demostrándolo no sólo con sus agresivas palabras
sino con actitudes gestuales o corporales. Es bueno que haya discusión y debate
en la política, sobre todo en temas que nos afectan enormemente, porque permite
entender otros puntos de vista y llegar a conclusiones; pero siempre con
educación y respeto, cumpliendo las normas básicas de la conversación.
Ser político no es baladí. Ser político requiere responsabilidad,
respeto, humildad, honestidad, bondad. ¿Están a la altura nuestros
políticos? ¿En todas las esferas?
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