¡Una noticia importante en Mondoñedo- Ferrol!
Lo más importante no
es el nuevo obispo (o no obispo) para la diócesis de Tuy- Vigo. Lo más
importante es que haya iglesia de Jesús en Tuy -Vigo, es decir, comunidad responsable y gozosa de personas que
comparten la palabra, se ayudan mutuamente y celebran el misterio de la pascua de Jesús y la fraternidad universal en
forma de eucaristía. Por eso es normal que ellos, los cristianos de Tuy-Vigo empiecen a dialogar y escojan a sus propios pastores sin
injerencias de política exterior. Si no
son capaces de hacerlo, no pueden llamarse en verdad iglesia de Jesús; serán
misión externa, organizada desde fuera por enviados de otras comunidades, pero
no son iglesia; no podrían tener obispo propio.
Es normal que se comunique el nombramiento al obispo de
Roma, como primado de la iglesia, pero no en gesto de sometimiento sino de
comunión. Por eso, el tema, no se puede resolver partiendo de un nuncio de Roma
y de unos jerarcas externos… El tema
debe resolverlo la propia diócesis, viendo si los cristianos del lugar quieren
organizarse como iglesia autónoma. Es evidente que el ministerio episcopal
está fundado en Dios, brota de Cristo. Pero esa fundamentación no significa que
lo deba nombrar el Papa, como si él sólo
fuera portador del Espíritu Santo. También
los cristianos que lo eligen dentro de la diócesis actúan como portadores del
Espíritu, no como simples ciudadanos de una democracia formal.
En el s. III (en otoño del 254), los cristianos de la España
romana le presentaron al obispo Cipriano (el más importante de entonces, aunque
estaba en Cartago) un problema complicado. Tal problema consistía en que los
fieles de tres diócesis españolas (León, Astorga y Mérida) se enteraron de que
sus obispos no habían dado el debido testimonio de su fe en una persecución del
emperador Decio. Y aquellos fieles, ante el ejemplo escandaloso de sus obispos,
tomaron la decisión (impensable ahora) de quitar a los obispos, echarlos a la
calle y deponerlos de sus cargos. Los
cristianos, en aquel tiempo, se sentían responsables de sus diócesis. Y no
toleraban el escándalo de obispos que no eran capaces de confesar su fe en
Jesucristo, cuando se veían amenazados. Así las cosas, los cristianos acudieron
al obispo más reconocido y ejemplar de entonces, que era Cipriano de Cartago.
Pero todo se complicó cuando uno de los obispos depuestos,
un tal Basílides, recurrió al papa Esteban, obispo de Roma. Pero se valió de
una información manipulada y en la que el asunto era presentado como a
Basílides le convenía. Con lo que el asunto de complicó. Y esto fue lo que
motivó el recurso de los cristianos de la España romana al obispo Cipriano, el
más reconocido y respetado de la Iglesia de entonces.
Cipriano convocó un
concilio, cuyas decisiones nos han llegado en la carta 67 de Cipriano, que está
firmada por 37 obispos que participaron en aquel sínodo. Esta solución, para un
conflicto local, era perfectamente aceptada en el s. III.
Así pues, en aquel sínodo local, se tomaron tres decisiones,
que constan en la carta mencionada:
1) El pueblo tiene poder para elegir a sus ministros,
concretamente al obispo: “Vemos que viene de origen divino el elegir al obispo
en presencia del pueblo, a la vista de todos… Dios manda que ante la asamblea
se elija al obispo” (Epist. 67, IV,
1-2).
2) El pueblo tiene poder para quitar al obispo indigno: “Por
lo cual el pueblo… debe apartarse del obispo pecador y no mezclarse en el
sacrificio de un obispo sacrílego, cuando sobre todo, tiene poder de elegir
obispos dignos o de rechazar a los indignos” (Epist. 67, III, 2).
3) Incluso el recurso a Roma no debe cambiar la situación,
cuando el recurso no se ha hecho con verdad y sinceridad: “Y no puede anularse
la elección verificada con todo derecho, porque Basílides… haya ido a Roma y
engañado a nuestro colega Esteban que, por estar lejos, no está informado de la
verdad de los hechos, y haya obtenido el ser restablecido ilegítimamente en su
sede, de la que había sido depuesto con todo derecho” (Epist. 67, 5, 3).
Queda claro, por tanto, que la Iglesia del s. III tenía una mentalidad según la cual la Iglesia consistía más en la comunidad que en el clero. Lo cual no era atentar contra los derechos del clero, sino sencillamente reconocer el papel que desempeñaba y los derechos que tenía la comunidad de los fieles.
Así, pues, El Papa
Francisco lleva años queriendo cambiar la “curia” de Roma… Lleva años
hablando de sinodalidad de las iglesias, en la línea de lo que os acabo de
decir. Pero no sé si cree de verdad en ello. Lo que me parece evidente, de
hecho, es que por mucho que digan lo contrario, un tipo de nuncios y de
“obispos reinantes” no creen la sinodalidad, en el diálogo de los cristianos,
desde la base. No creen en la sinodalidad ni la quieren. Quieren y defienden una iglesia dictadura, que resuelve sus problemas desde fuera,
creando nuevos y más grandes problemas. Tenemos el ejemplo del obispo Novell que se le veía dando bandazos de
parte a parte arrastrado por la torrentera del independentismo el cual
predicaba en sede episcopal armado con el báculo y tocado con la mitra, al
tiempo que se aferraba a las posturas rígidas e intransigentes, trasnochadas y
acientíficas de la moral sexual que sigue sosteniendo la Iglesia oficial.
Manifestaba una integridad y ortodoxia en este terreno que cuando ha estallado
la burbuja ha sido todo lo contrario.
La propia Iglesia llama de continuo en sus soflamas a ir a las fuentes, a lo originario y primitivo. La Didajé, catecismo en el que Jesús habla al mundo a través de los apóstoles, –capítulo 15, 1 y 2 – ya resolvió de una manera muy sencilla y eficaz el problema de la elección de epíscopos en la Iglesia: “Elegíos obispos y diáconos dignos del Señor”. Confía o encarga a las comunidades, a las iglesias locales, que elijan a sus obispos según su conocimiento y entendimiento próximo, directo, concreto. Esta es la esencia, es la Iglesia la que elige, no los cabildeos políticos de los carreristas y sus protectores.
La Didajé exhorta que los elegidos sean “sinceros y probados”. Y ahí es donde vuelven a fallar estrepitosamente la fontanería vaticana y su
red de Nuncios, que parece no enterarse de nada o sacar el expediente en
ocasiones a toda prisa, a patadas, basándose por las recomendaciones de algunos
obispos o la red de confidentes que tiene el clero, que como se pongan de
acuerdo dos o tres informantes ya se sabe a quién le va a tocar la mitra.
De esta manera, al
Espíritu Santo poco se le permite
aletear y luego sale lo que sale, Repasen los casos de obispos que en
España últimamente la Santa Sede ha
obligado a renunciar y analicen cómo
llegaron al mando y responsabilidad del báculo de pastor, así luego acabaron
maquilladamente fulminados, no pocos con sus respectivos escándalos.
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