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Sánchez nos mete en la guerra de Ucrania

Al hablar de la guerra de Ucrania, es esencial que reconozcamos desde el principio que se trata de una guerra por encargo (proxy war). En este sentido, nada menos que Leon Panetta, quien fue director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y luego secretario de Defensa durante el gobierno de Barack Obama, reconoció recientemente -aunque rara vez se admitía- que la guerra en Ucrania era una “guerra proxy” de los Estados Unidos. Para ser explícito, los Estados Unidos (respaldados por toda la Organización del Tratado del Atlántico Norte u OTAN) están en una larga guerra proxy en contra de Rusia, con Ucrania como campo de batalla. El papel de los Estados Unidos en esta guerra, como enfatizó Panetta, es proporcionar cada vez más rápido más y más armas, mientras Ucrania ejecuta la lucha, que a su vez es reforzada por mercenarios extranjeros.

Para entenderlo, debemos mirar hacia la gran estrategia imperial de los Estados Unidos. Es necesario remontarnos a 1991, cuando se disolvió la Unión Soviética (URSS), o incluso más lejos, a la década de los ochenta. Hay dos vertientes en esta gran estrategia imperial: una se conforma por la expansión y el posicionamiento geopolítico, lo cual incluye la ampliación de la OTAN; la otra es la campaña de los Estados Unidos por la supremacía nuclear.

La idea era evitar que Rusia resurgiera como una gran potencia. Este proceso de expansión geopolítica de los Estados Unidos y la OTAN comenzó de inmediato, y ha sido visible en todas las guerras que han tenido lugar en las últimas tres décadas de los Estados Unidos y la OTAN en Asia, África y Europa. La guerra de la OTAN en Yugoslavia en la década de los noventa fue particularmente importante en este sentido. Incluso mientras se producía el desmembramiento de Yugoslavia, los Estados Unidos comenzaron el proceso de ampliación de la OTAN, al moverla cada vez más hacia el este a fin de abarcar todos los países del antiguo Pacto de Varsovia, así como partes de la antigua URSS. En su campaña electoral de 1996, Bill Clinton hizo de la ampliación de la OTAN parte de su plataforma. Washington comenzó a implementar tal estrategia en 1997; al final había agregado 15 países a la OTAN, con lo que duplicó su tamaño y creó una Alianza Atlántica de 30 naciones que tenían a Rusia como blanco principal, al mismo tiempo que se le dio a la OTAN un papel global más intervencionista, como en Yugoslavia, Siria y Libia.

Sin embargo, el objetivo era Ucrania. Zbigniew Brzezinski, quien fue el estratega más importante de todo esto y había sido asesor de seguridad nacional de Jimmy Carter, dijo en su Gran Tablero Mundial de 1997 que Ucrania era el “pivote geopolítico”, particularmente en Occidente; que si se incorporara a la OTAN y estuviera bajo el control occidental debilitaría tanto a Rusia que podría mantenerla atada, si no es que llevaría a su desmembramiento. Éste ha sido el objetivo desde el principio, y los planificadores estratégicos de los Estados Unidos, los funcionarios de Washington, junto con los aliados de la OTAN habían declarado una y otra vez que querían que Ucrania formara parte de la OTAN.

La idea, articulada por Brzezinski y otros, era que una vez que Ucrania estuviera asegurada como parte de la OTAN, Rusia sería vencida; la proximidad de Moscú con Ucrania como la trigésima primera nación en la alianza de la OTAN le daría a la organización una frontera de cerca de 1 900 kilómetros con Rusia, el mismo camino por el que los ejércitos de Hitler habían invadido la Unión Soviética, pero en este caso Rusia se enfrentaría a la mayor alianza nuclear del mundo. Ello cambiaría todo el mapa geopolítico y daría a Occidente el control de Eurasia, al oeste de China. Los rusos estaban particularmente preocupados por el aspecto nuclear, ya que la OTAN es una alianza nuclear, y si Ucrania fuera incluida en la OTAN y se colocaran misiles en Ucrania, un ataque de esta naturaleza podría ocurrir antes de que el Kremlin tuviera tiempo de responder. Ya existen instalaciones de defensa antimisiles balísticos en Polonia y Rumania, cruciales como armas de contrafuerza en un primer ataque de la OTAN. Es importante entender que los sistemas de defensa antimisiles Aegis colocados allí también son capaces de lanzar misiles ofensivos nucleares. Todo esto influyó en que Rusia interviniera en la guerra civil ucraniana.

Así pues, mientras esta violencia económica se desplegaba contra la mayoría social, las empresas energéticas, los grandes supermercados y la banca, sin embargo, veían aumentar sus beneficios a niveles de récord gracias a la guerra. Por ello, no es de extrañar que la práctica totalidad del poder mediático al servicio de las oligarquías que se enriquecen con el conflicto y con la muerte decidieran colocarse desde el principio en modo propaganda de guerra y criminalizar a cualquiera que levantase la voz en favor de la paz.

Es importante también destacar que, en esta trayectoria política, el PSOE no ha estado solo. Ya desde la legislatura anterior, los sectores del gobierno de coalición que hoy se hallan integrados en Sumar, con Yolanda Díaz a la cabeza, apostaron por apoyar a Sánchez en este viaje con silencios tácticos o incluso con afirmaciones explícitas, como la reciente intervención televisiva de Mónica García diciendo que España «tiene unos costes de defensa que son bajos«

Así las cosas, Sánchez ha seguido reiterando en todo momento la necesidad de seguir ayudando a Ucrania, y en el ámbito militar la ministra de Defensa, Margarita Robles, confirmó este mes el envío a ese país de misiles Patriot de forma coordinada con otros países aliados para la defensa antiaérea.

Según lo filtrado por la Moncloa al periódico El País, el acuerdo comprometerá a España «a prestar a largo plazo asistencia militar, suministrar armamento, colaborar en el adiestramiento de sus Fuerzas Armadas, colaborar al desarrollo de la industria de defensa ucraniana o intercambiar información en las áreas de inteligencia y ciberseguridad«. En otras palabras, el documento que va a rubricar Pedro Sánchez sitúa a España como un apoyo integral a Ucrania en los esfuerzos de guerra en un conflicto que no es otra cosa que una guerra entre Rusia y Estados Unidos en la cual el hegemón norteamericano utiliza a Ucrania como el estado proxy que pone los muertos que ellos no están dispuestos a poner y al conjunto de la Unión Europea como obedientes súbditos al servicio de los intereses de Washington, incluso aunque estos sean contrarios a los propios. Margarita Robles  nos repite al oído que no quiere guerra pero luego nos reclama por “no ser conscientes” de que es casi inevitable.

El índice del precio del trigo y de los alimentos alcanzó un récord histórico en el mes de marzo, por encima del que en 2011 desencadenó la Primavera Árabe. La guerra está acelerando el hundimiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora y las masas oprimidas en todo el mundo, y prepara, de la mano de esta crisis, grandes convulsiones sociales, levantamientos populares, insurrecciones y revoluciones.

Zelenski y su Gobierno son meros títeres del imperialismo norteamericano. La idea de que lideran una lucha progresista por la liberación nacional de Ucrania es un completo fraude. A este Gobierno, como al imperialismo occidental, el pueblo ucraniano le importa muy poco, igual que la democracia. Todo es pura propaganda de guerra para ocultar los auténticos intereses en pugna.

La guerra en Ucrania se ha convertido en el nuevo campo de batalla entre las grandes potencias y bloques imperialistas por la hegemonía mundial. Como en 1914, tanto el régimen capitalista de Putin, apoyado por China, como EEUU y las declinantes potencias europeas agrupadas en la OTAN, apelan a nobles motivos para justificar su intervención militarista.

Pero detrás de toda la montaña de propaganda y desinformación, en uno u otro sentido, se esconde una guerra por el dominio del mercado mundial, de los flujos de capital, de las áreas de influencia, las materias primas y las rutas comerciales.

Comentarios

  1. Buen escrito con excelente párrafo final.
    Para iniciar una guerra no existe "razón" justa que haga honor a su nombre, las guerras se provocan por intereses de unos pocos que se conocen y se odian pero las llevan a cabo millones de personas que no se conocen y menos se odian

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