Soledad Lucero, una mujer que da lo mejor de sí a todos…
Soledad Lucero Topanta es una psicopedagoga migrada (Quito, 1975) que ha venido a Ferrol para quedarse. Y para hacer el proceso más fácil a inmigrantes de paso y extranjeros de todas las nacionalidades. Es la delegada de la entidad Movilidad Humana. Organización sin ánimo de lucro que defiende y reivindica los derechos de las personas migradas, al tiempo que trata de facilitar su integración y mejorar la calidad de vida y la de sus familias.
Se entiende por «movilidad humana» a la movilización de personas de un lugar a otro en ejercicio de su derecho a la libre circulación. Motivado por diversas razones (voluntarias o forzadas), que se realiza con la intencionalidad de permanecer en el lugar de destino por períodos cortos o largos. La movilidad es un concepto reciente, cuya utilidad es integrar en una sola idea a todas las formas de movimiento de personas, como el refugio, Emigrantes, Inmigrantes, la movilidad forzada por delitos transnacionales (trata de personas), Asilados, personas en tránsito y Apátridas.
Los objetivos de la
entidad Movilidad Humana son: defender el respeto a los derechos de los inmigrantes y sus
familias y promover su integración. También trabajan en proyectos de
desarrollo y codesarrollo en los países de origen.
En la sociedad se ofrece un servicio de asesoramiento jurídico en las áreas de Extranjería, laboral, tramitación de documentación y asesoría en iniciativas de emprendimiento.
Las personas que se acercan a la sociedad se encuentran con una acogida cercana por mujeres con experiencia propia en el país para brindar información y orientación, así como el conocimiento de la cultura y los hábitos sociales y los recursos de atención integral en España.
Cada viernes a las 11
de la mañana, se reúnen en un café matinal. Es el momento perfecto
para compartir tus inquietudes, experiencias y sonrisas y risas.
Las personas que cada semana se encuentran en el primer piso
de la Casa Solidaria, C/ Velázquez nº 44, bajo el amparo de la entidad han llegado de países diferentes, algunos a miles de kilómetros. Sin embargo, casi todos
tienen las mismas preocupaciones: no consiguen
trabajos dignos y sufren muchos desprecios racistas. La mayoría regresaría, sin
pensarlo, a su tierra, pero allí solo se encontrarían con la vergüenza de haber
fracasado en su aventura.
La necesidad de tomar conciencia de lo que están viviendo se erige como una de las vías para afrontar y solucionar los problemas que plantean los inmigrantes que tratan de llegar a nuestros territorios en busca de una oportunidad de vida mejor.
Sólo quienes recorren
los caminos de la inmigración pueden conocer la realidad profunda de lo que
significa.
En el fondo se trata del rico Epulón y el pobre Lázaro. Partimos de una posición de superioridad frente a los demás. Estamos creando una conciencia social de rechazo a alguien que necesita de nosotros. Y eso un cristiano jamás se lo puede permitir.
Después de haber
colaborado con distintas ONG he presenciado
el dolor, el temor y la angustia de las personas que han venido a nosotros, que
tienen que vivir entre nosotros en las sombras de la sociedad. Muchos han
sufrido explotación en el lugar de trabajo, han vivido bajo la amenaza
constante de deportación y han soportado el peso del temor de una posible
separación de sus familiares y amigos.
Lamentablemente hay un rechazo muy grande a lo que es diferente, a lo distinto. Eso es bastante doloroso. Hay mucho temor, mucho miedo entre las culturas, y hay una política de rechazo a los inmigrantes y refugiados. Incluso hay muchos prejuicios solamente en el lenguaje. A muchos que salen de sus países los llamamos ‘expatriados’, mientras que a otros ‘refugiados’.
La crisis que vivimos
hoy no es una crisis allí o aquí, sino que es de la humanidad y debemos
enfrentarla a partir de nuestra humanidad compartida. Y, hablo como creyente, a
partir de la convicción de que todos llevamos el imago Dei, la imagen de Dios
en nuestra identidad.
Muchas personas vienen de otros países con oficios aprendidos y hay que saber incluirlas. Crear espacios no sólo para un acogida asistencialista, sino para que desarrollen sus dones y aporten sus contribuciones.
Todo lo que tenemos, como naciones y países, es fruto del amor y la generosidad de Dios y, por tanto, hay que saber compartir. Creo que la riqueza de una nación es saber compartir, su diversidad, y hay que encontrar caminos para lograr esa belleza de la diversidad y al mismo tiempo trabajar los miedos que hay.
En la Biblia las
voces proféticas suelen surgir de la marginación. Es curioso ver cómo el
espíritu de Dios sale del templo y va a los cautivos, a los refugiados. Esa
voz profética necesita ser escuchada, incluso cuando es tan débil como en
tantas ocasiones pasa. Además hay que poner todo eso sobre la perspectiva de la
soberanía de Dios. Un Dios que ama a los refugiados y a los inmigrantes. La trayectoria bíblica nos muestra a un
Dios de compasión que siempre está invitándonos a amar al extranjero que está
entre nosotros.
Tenemos una teología proteccionsita, de mantenimiento, en la que creo que hace más falta leer el evangelio e identificarnos con Jesús. La iglesia de Cristo no es hacia dentro, sino hacia fuera. La visión que se ha creado de ser iglesia hacia dentro nos ha traído la perspectiva de cerrarnos, de cuidarnos, de protegernos, cuando en realidad Jesús nos llama para salir, mirar las estrellas, bendecir naciones. Es el llamado a Abraham.
Debemos mirar a
Cristo y no conformarnos con una teología que nos pone en un lugar, protegidos,
como una institución vacía de vida y de amor. Es un llamado a revisitar el
evangelio y mirarlo desde la perspectiva de Jesús.
Nuestra forma de leer la Biblia necesita ser desafiada, retada, con humildad en nuestros espacios de encuentro. El evangelio siempre nos invita a dar un paso más hacia la cruz y no hacia nuestra zona de confort. Tenemos que revisar esa perspectiva.
Gracias Soledad, por
todo lo que haces, una mujer fuerte a nadie permite que le quite lo mejor de
ella...mientras que una mujer de fortaleza da lo mejor de sí a todos... La
mujer es un símbolo de fortaleza y superación constante. El mundo tal y como lo conocemos no podría funcionar sin el aporte de
muchas mujeres como tú en todos los
ámbitos de la vida pública y privada. Esta ha sido una conquista a lo largo de
la historia, ya que la mujer ha tenido que superar obstáculos para encontrar su
verdadero lugar, dentro de una sociedad en la que tradicionalmente han existido
roles que las han relegado a determinadas funciones, ya desde su nacimiento.
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