Escribir con libertad, hoy más que nunca
La sinceridad es la
cualidad de estar libre de fingimiento, engaño o hipocresía. Las personas
sinceras se representan a sí mismas con honestidad, y sus palabras están libres
de dobles discursos, chismes, halagos o adornos. La biblia da un gran valor a
la sinceridad: "El amor sea sin fingimiento" (Romanos 12:9; cf. 2
Corintios 6:6). La fe también debe ser sincera (1 Timoteo 1:5).
La biblia tiene mucho que decir sobre la necesidad de la
sinceridad en la adoración. A los israelitas de la antigüedad se les advirtió
que debían servir al Señor sin ninguna pretensión ni compromiso: "Ahora,
pues, temed al Señor, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre
vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del
río, y en Egipto; y servid al Señor" (Josué
24:14).
Ser sincero es sinónimo de lealtad, sencillez, verdad,
realismo y por supuesto, todo lo contrario, a la hipocresía y mentiras. Una
persona que se puede expresar con sinceridad no necesitará disfrazar sus
pensamientos.
Hay una parte de nuestra mente, nuestra vida y nuestra alma
a la que no siempre se le hace el suficiente caso. Es el corazón. El corazón es el único órgano que te
permite ser verdaderamente sincero.
Si no somos nosotros mismos, nos convertimos en meras
marionetas de un gigantesco teatro que es el mundo en el que nos ha tocado en
suerte vivir.
Porque no debemos avergonzarnos de quienes somos y cómo
actuamos. Simplemente deberíamos preocuparnos de ser nosotros mismos,
conocernos en profundidad y poder hablar como pensamos y actuar en consecuencia
sin ningún tipo de miedo al qué dirán.
Nos preocupa excesivamente la opinión de los demás. Nos
evaluamos basándonos en la visión que el otro tiene de nosotros. Pero seríamos
más felices y tendríamos una mejor autoestima si nuestro sistema de
autoevaluación se rigiera por nuestros valores, nuestra ética de la
responsabilidad y nuestro diálogo interior. La sinceridad se define como la
virtud de quién se comunica y actúa de acuerdo con sus sentimientos, creencias,
pensamientos y deseos. La persona
sincera es aquella que se expresa sin doblez, veraz, real, que no finge. Mejor
ser y proceder de esa manera, que deambular como fingidores o farsantes en el
teatro brumoso de la falsedad.
Por supuesto, la sinceridad y la verdad van de la mano. Es
muy difícil ser sinceros cuando detrás de nosotros no tenemos sino la sombra de
la mentira. Pero no es únicamente la veracidad la que avala el ser sinceros,
también están la honradez y la rectitud.
¡Qué difícil es ir
por la vida con tranquilidad! cuando nuestras acciones marcan huella, pero como perros, no faltan adversarios que con
fuertes ladridos tratan de persuadirnos de que nos detengamos. Cuando esto
sucede, a manera de conjuro para contrarrestar la agresión, solemos repetir la
frase atribuida al Quijote: “Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos”.
Los perros que ladran a los caminantes, como metáfora de los
gritos desprestigiantes que tratan de detener a alguien que avanza pisando
fuerte, es de muy antiguo.
La cita “ladran, Sancho, señal que cabalgamos”, se
popularizó y es utilizada, generalmente, para indicar que algo continúa a pesar
de las críticas o los inconvenientes que se le pueden presentar en el camino. También hace referencia a que, si las
personas opinan acerca de lo que uno hace, es porque se está haciendo o
diciendo algo importante y que da que hablar.
Además, esta expresión se le compara con una alusión griega
anónima, que dice: "La persona de éxito, que no mira hacia atrás, sino que
busca su meta, siempre tiene gran cantidad de enemigos que, como perros, le
siguen y ladran para descomponerle la figura, o acaso para que caiga, o incluso
cese en su búsqueda".
Goethe dice en el
poema titulado Labrador: «Quisieran los perros de la cuadra acompañarnos, pero
sus ladridos son solo señal de que cabalgamos».
Yo escribo y digo lo
que creo que debo escribir y decir. Intentar contentar a todos es imposible, es
traicionar tus propias ideas es pisotear lo que realmente eres. Cuando alabo a
la gente lo hago con el corazón, pero cuando tengo que criticar lo hago también
con el corazón, pues no me debo ni al clientelismo ni a las subvenciones…
Afirma el filósofo Miguel Catalán: “los grupos que
ostentan el poder cambian, pero la esencia y el objetivo parece que no: hacer
creer a la persona que es demasiado inepta como para vivir por sí sola.
Atemorizarla de manera continua con la idea de que, si piensa por sí misma, si
actúa conforme a su criterio, si trabaja según sus condiciones y si, en
esencia, vive libremente, su existencia desembocará en el caos. Todo con un
único objetivo: dominarla.”
“La verdad los hará
libres”. Es cierto que la mentira es enemiga de la verdad, pero no es el
enemigo más temible. Hay otro enemigo más solapado pero muchas veces más potente:
el silencio.
Me Viene a la memoria la actitud popular al enfrentarse los
dirigentes religiosos judíos con Jesús: “Según
iba diciendo esto se abochornaban sus adversarios, mientras toda la gente se
alegraba de tantas magníficas cosas como hacía” (Lc 13,17).
La autoridad
eclesiástica corre el peligro de devaluarse cada vez más al no resolver con
decisiones valientes los conflictos que paralizan la Iglesia.
En cualquier caso, tengo la suerte de poder expresar mi
opinión en las redes sociales y en los medios en los que lo hago con total
libertad. Y, desde luego, no pienso plegarme a lo que quieran leer o escuchar
algunos para garantizar un buen número de visitas en las redes sociales.
Interesante artículo
ResponderEliminar