Gonzalo Folgueira, un siervo bueno y fiel
Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu señor
(Mt 25,14-30)
Ha muerto un
hombre que ha dejado huella en Mondoñedo- Ferrol
D. Gonzalo ha
sido para todos nosotros un buen sacerdote, pero ante todo fue un hombre bueno
que se ha ganado nuestro respeto y cariño. Siempre ha tenido palabras bonitas,
reconfortantes y entrañables que nos ayudaban a mirar hacia delante.
D. Gonzalo fue
bendecido por una larga vida, muy colmada de tantos servicios… Ordenado en Mondoñedo
en 1968. Durante 27 años fue párroco de Nuestra Señora del Rosario de Ferrol y
fue en ese templo tan querido para él donde, en 2018, celebró sus Bodas de Oro
sacerdotales. Había nacido en Saldanxe en el año 1934. Y la última etapa de su vida la pasó
como capellán de la residencia San José, de Piñeiros
Canónigo
catedralicio y hombre de profunda
vocación pastoral, siempre comprometido con las causas humanitarias.
Sentir pasión por
el Evangelio es posible porque el Evangelio no es primariamente un mensaje, un
conjunto de ideas encomiables, sino fundamentalmente una persona, Cristo, el
Hijo de Dios, que nos ha invitado a la conversión y a creer en el Evangelio (Mc 3,14).
Un sacerdote con una vocación auténtica. La
palabra “vocación” se deriva de la palabra latina “vocare”, que significa un
llamamiento o invocación. Una vocación es la invitación de Dios a amarlo y servirlo a él ya su
Iglesia en un estado o modo de vida particular, llevando a la santidad. D.
Gonzalo fue un hombre de oración y contemplación. No es igual ordenarse
sacerdote porque así lo quisieron las circunstancias y ejercer el sacerdocio
como un funcionario cualquiera cumple con su cometido, que ordenarse por
auténtica vocación y dar la vida ilusionado por la gente y por la Iglesia.
No hay espacio en
el sacerdocio actual para ser endeble. No hay lugar para una actitud que solo
buscar agradar a la gente, sin importar lo que piensen o lo que quieran. Hoy el
sacerdote tiene que ponerse de pie con valor y predicar la Verdad con amor.
Tiene que estar dispuesto a ser impopular. Y si eso sucede, tiene que estar
abierto a la posibilidad del martirio.
Para que el hombre alcance su plenitud, la
santidad, debe realizar obras buenas, eligiendo libremente unirse a la voluntad
de Dios.
El Concilio
Vaticano II ha recordado que todos los hombres, sin excepción, están llamados a
adquirir la santidad.
En el Documento del Concilio Vaticano II llamado
"Presbiterorum Ordinis", se describe la misión del sacerdote:
"Los sacerdotes contribuyen, a un tiempo, al aumento de la gloria de Dios
y a que progresen los hombres en la Vida Divina" (P.O.2).
La posibilidad de
pecar es un riesgo, pero no quita la grandeza del hombre, que es capaz de amar,
de elegir el bien libremente, de unirse a la voluntad de Dios. Dios ha querido
que el hombre pueda ser su amigo; «El hombre es la única criatura en la tierra
que Dios ha amado por sí misma» (GS,
24), y San Pablo indica esta grandeza de la bondad divina: «Él nos eligió
en Cristo, antes de crear el mundo, para que seamos santos; e irreprochables
por el amor» (Ef. 1, 4).
El camino para
que el hombre alcance su plenitud, la santidad, es realizar obras buenas. Lo
más importante para el hombre es, como decía Calderón de la Barca: «obrar bien,
que Dios es Dios». (Gran teatro del mundo).
D. Gonzalo ha sido un siervo fiel, ha sabido amar
a Dios y al prójimo, entregando su vida
a Dios. Y esto se hace de
muchas maneras: igual dejando de dormir unas horas por la noche para escuchar a
una persona que está rota, entregando el tiempo que haga falta para preparar
bien una boda o un bautizo con toda la ilusión del mundo, aprendiendo, en el fondo,
a sufrir con el que sufre, llorar con el que llora y reír con el que ríe.
(Jn 10: 11-18) señala que
el pastor está dispuesto a dar la vida por sus ovejas, él es honorable,
valioso y noble en su valor, hasta llegar al punto de dar la vida por sus ovejas.
Y hacia el final de ese pasaje del Evangelio, Jesús dice: “nadie me ha quitado
la vida, entrego mi vida y la vuelvo a tener nuevamente”.
Un hombre de Dios centrado en intentar ser un
sacerdote santo y en ayudar a los demás a serlo también. ¡No es poca cosa!
La plena
realización del hombre consiste en la santidad, en una vida vivida en el
encuentro con Dios, que así se vuelve luminosa incluso para los otros, y
también para el mundo
Las estrellas de nuestra vida son las personas que
han sido importantes, que nos iluminan y reflejan la luz de Dios.
Su sacerdocio se escribe con la “o” de oración.
D´. Gonzalo era un hombre profundamente contemplativo y orante. En el Seminario, era el primero en estar
siempre, bien temprano, orando ante el Sagrario. Descansa en paz, Gonzalo.
Sabemos que te has presentado ante el Señor con las manos repletas de nombres a
los que les has mostrado su bondad.
David habla de un
gozo que solo los justos pueden saber (Salmo
16:11), un gozo que no es sino un anticipo de un gozo mucho mayor y eterno
cuando veamos el rostro del Señor en la gloria por venir.
La fe del
Cristiano resucita en Dios y el padre Gonzalo deja muchas semillas y hoy
recogemos esa cosecha, de saber que él ya partió a la casa del padre.
Que la vida de D.
Gonzalo Folgueira inspire las nuestras para que también nosotros al final de
nuestros días podamos escuchar lo que seguramente ahora Jesús está susurrando
en su oído: “Siervo bueno y fiel… entra
en el gozo de tu Señor” (Mt 25,21).
José Carlos Enríquez Díaz
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