El obispo de Mondoñedo-Ferrol muestra su preocupación por la delicada situación de su diócesis
D.Fernando García Cadiñanos expresa su solidaridad tanto con
los trabajadores y sus familias como con los comerciantes y autónomos que
también atraviesan momentos de dificultad.
Desde mi llegada a esta querida tierra de Mondoñedo-Ferrol voy teniendo
conciencia de la delicada situación que se vive en diferentes lugares por
causas muy diversas. En cierta manera tengo la percepción de que se está
desmontando una tradición fuertemente industrial de nuestro territorio que era
referente para el resto de España. Por eso, vivo con preocupación y mucha
cercanía los conflictos laborales de la central térmica de As Pontes, de Alcoa en Cervo y Xove, de Vestas en Viveiro, del
desmantelamiento de empresas en As Somozas. A ello se une la situación
preocupante de Navantia en Ferrol (aun en medio de la esperanza que parece
percibirse en el horizonte), unido al sufrimiento de tantas compañías
auxiliares que de ellas dependen, así como de tantos autónomos y pequeños
negocios que viven una realidad de dificultad provocada por la crisis
sanitaria.
En ese sentido, tienen especial importancia los poderes
políticos en los diferentes ámbitos de decisión. Su labor es fundamental para garantizar un
trabajo digno para todas las personas. Por eso, hoy más que nunca, tenemos
que recordarles que “es imperiosa una política económica activa orientada a
promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad
empresarial, para que sea posible acrecentar los puestos de trabajo en lugar de
reducirlos” (FT 168), afirma
Nuestro obispo
también hace mención al trabajo digno. Así es Monseñor, debemos defender
políticas que busquen garantizar a todas las personas y familias, sin excluir a
nadie, los ingresos necesarios para vivir dignamente y, a la vez, que todas las
personas puedan aportar su trabajo a los demás y a la construcción de la vida
social, combatiendo el desempleo y la precarización del empleo; y defender el
reconocimiento real del valor social de los trabajos que no son empleos. Todo ello demanda un profundo cambio de
mentalidad sobre el sentido y el valor del trabajo humano porque todos tenemos
que luchar para que el trabajo sea una instancia de humanización y de futuro;
que sea un espacio para construir sociedad y ciudadanía.
Ante la crisis actual,
el mensaje del papa Francisco a la 109 Conferencia Internacional del
Trabajo de la OIT subraya que «ha llegado
el momento de eliminar las desigualdades, de sanar la injusticia que está
minando la salud de toda la familia humana», la urgencia de «desarrollar
una cultura de la solidaridad para combatir la cultura del descarte», el «virus
de la indiferencia egoísta». Necesitamos tener «un especial cuidado del bien común». En todo ello es central el
empeño por defender la dignidad del trabajo y el trabajo digno. Se trata, dice
Francisco, de algo fundamental para nuestra humanidad y para una sociedad
fraterna: «hacer que el trabajo sea
humano, hacer del trabajo un componente esencial de nuestro cuidado de la
sociedad y de la creación».
Pronunciar la palabra reconversión en Ferrol es traer a la
memoria colectiva de la comarca sus peores recuerdos, los hachazos de los
sucesivos recortes de plantilla y de capacidad de unos astilleros que pese a
sus continuas crisis no han dejado de ser el pulmón en el que respira la
economía de la zona. Las antiguas Astano
y Bazán han pasado por adelgazamientos de plantillas, limitaciones y cambios de
actividad.
Desde los años ochenta Ferrol, ha encadenado dos
reconversiones navales, dirigidas por Madrid
y Bruselas, para desmontar un sector muy potente que ha pasado de unos
10.000 a 2.358 empleos directos en tres décadas.
Según los datos de la
Encuesta de la Población Activa –EPA– del tercer trimestre del año pasado, por sexos, las mujeres, dentro de un marco
local de destrucción de empleo, siguen
siendo las que más sufren el deterioro del mercado laboral. El número de mujeres ocupadas cae en más de
mil –de 10.700 a 9.600–, más del doble de lo que lo hacen los hombres, que
pasan de ser 10.200 a 9.700. En lo que respecta a la población parada –sin
empleo pero buscándolo activamente–, la excepción que supuso el periodo en que
se produjo el confinamiento –más hombres que mujeres– ha dejado paso a la
dinámica habitual, con más mujeres –2.300– que hombres –1.900– afectadas.
En Ferrol hasta Zara se va… el cierre de
la tienda que llevaba 30 años en el centro ha hecho saltar todas las alarmas en
un municipio que ha perdido desde 1981 un tercio de su población.
En nuestra ciudad muere
el doble de personas que las que nacen y su casco histórico se está
deshabitando sin que las administraciones logren paliar la tendencia.
La falta de trabajo,
que sufren los más débiles de nuestra sociedad, no es una catástrofe de la
naturaleza; es responsabilidad de las personas con poder social, económico y
político; y tienen que reconocer que han conducido a muchas familias a un
abismo de precariedad, angustia y pobreza, por su torpeza o por absolutizar su
propio interés.
La fe cristiana nos invita a vivir solidariamente. Ya muchas
familias cristianas lo están haciendo. Muchos
abuelos están sosteniendo económicamente a los hijos que han caído en el paro.
La Iglesia tiene la preciosa tarea de presentar con hechos,
con el testimonio de tantos hijos suyos, que la felicidad es posible, que la
solidez de la familia nos interesa a todos, que no es una utopía ese plan de
Dios sobre la familia, sino que es una realidad al alcance de todos. Y al mismo
tiempo, a la Iglesia se le encomienda ser “hospital
de campaña” para todos los heridos en esta lacra del desempleo. Ser lugar de acogida para todos sin
discriminación, ser hogar donde todos puedan encontrar el bálsamo de sus
heridas, porque todos pueden ser curados y fortalecidos por el amor de Dios.
Esta misión, tan
difícil como apasionante, hemos de llevarla a cabo desde la unidad profunda, en
comunión.
La fe también invita a vivir con serenidad estos momentos
difíciles. La fe en Jesús de Nazaret nos hace vivir todos los momentos de cruz
desde su cercanía, desde su presencia. El Evangelio nos invita a vivir con
confianza en las circunstancias que nos lleguen, también el paro, pero
combatiendo juntos la pobreza y la injusticia.
Gracias hermano
Fernando por preocuparse desde su llegada por la situación de tantas familias
que viven en la precariedad. La solidaridad es un reto que a todos los
creyentes nos compete, y cada uno hemos de ver qué significa vivir
auténticamente la solidaridad.
José Carlos Enríquez Díaz
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