La destrucción de los océanos es otra pandemia
Mientras la covid se presenta como una amenaza a la
humanidad, hay otra pandemia que llevamos ignorando demasiado tiempo. Se trata de la destrucción acelerada de los
peces y otras formas de vida en el mar.
A menos que se implementen muy pronto medidas radicales, el
pescado y el marisco de calidad se convertirán en artículos de lujo que solo
los ricos podrán permitirse. Algunas de las especies de peces cuya existencia
la mayoría de nosotros damos por supuesta desaparecerán por completo.
Todos los años se extrae de los océanos más de 77,9 millones de toneladas de pescado y
marisco. Los responsables de los recursos pesqueros denominan «captura
mundial» a esa abrumadora cantidad de vida marina pescada en masa, y muchos
sostienen que ese volumen se ha mantenido relativamente estable durante la
última década. Sin embargo, una investigación en curso codirigida por Daniel Pauly, científico experto en
pesca de la Universidad de Columbia Británica, y Enric Sala, fellow explorer de National Geographic, indica que la
captura mundial no es estable ni se reparte equitativamente entre las naciones
del mundo.
La demanda mundial de productos del mar ha hecho que las
flotas pesqueras lleguen a todos los caladeros vírgenes del mundo. No queda un
rincón del océano sin explotar. Pero ni siquiera eso es suficiente. Un aumento sin precedentes de la capacidad
pesquera amenaza con agotar las reservas de todos los caladeros, los antiguos y
los nuevos. Un informe del Banco Mundial y la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha llegado recientemente a
la conclusión de que en el océano no hay suficientes peces para resistir el
ritmo actual de explotación. De hecho, indica que aunque redujéramos a la mitad
los barcos, anzuelos y redes, la pesca seguiría siendo excesiva.
El mar ocupa un 71% de la superficie del planeta y en él se
concentran gran cantidad de especies en peligro de extinción debido sobre todo
a causas de origen antrópico como la sobreexplotación pesquera y la
acuicultura, la destrucción del hábitat marino, la acidificación de los océanos
provocada por vertidos y el cambio climático que contribuye con el aumento de
la temperatura de las zonas templadas a la proliferación de especies invasoras
y a la descongelación de los hielos del Ártico.
Todos los expertos coinciden en la necesidad de aumentar las
redes de reservas marinas de forma sostenible, evitando posibles impactos
antrópicos. Asimismo, solicitan que las pesquerías de profundidad sólo sean
autorizadas si son explotadas de forma sostenible, y que la ONU desarrolle la
Ley del Mar y la Convención para la Diversidad Biológica para una conservación
efectiva de las aguas internacionales.
Estefanía González,
coordinadora del programa de Océanos de Greenpeace Andino, señala que
"como nunca antes las aguas del mar están amenazadas por la pesca
intensiva, los plásticos y el cambio climático", situaciones antes las que
proteger al menos un tercio de los océanos es fundamental.
Institutos y centros de investigación de Australia, Estados
Unidos, Dinamarca, Japón, Bélgica, Francia, España, Noruega y Alemania detectan
tres factores que podrían acabar con la vida de ecosistemas enteros: el
calentamiento de los océanos, su acidificación debido a una mayor absorción de
dióxido de carbono de la atmósfera y la falta de oxígeno en ciertas regiones
marinas.
Señala Eduardo Agosta,
físico, experto en variabilidad climática y doctor en ciencias de la Atmósfera
y los Océanos, los causas y consecuencias de la borrasca Filomena y de otros
fenómenos climáticos extremos. “En
la última década, los océanos absorbieron alrededor del 25% de las emisiones antropogénicas
de CO2. El CO2 absorbido reacciona con el agua de mar y cambia el pH del océano.
Este proceso se conoce como acidificación del océano. Las observaciones en el océano
abierto durante los últimos 30 años han mostrado una clara tendencia a disminuir
el pH. El 5to Informe del IPCC encontró que hubo una disminución en el pH de la
superficie del océano de 0,1 unidades desde el inicio de la revolución
industrial (1750). Los cambios en el pH están relacionados con los cambios en
la química del carbonato oceánico que pueden afectar la capacidad de los
organismos marinos, como los moluscos y los corales formadores de arrecifes,
para construir y mantener conchas y material esquelético. Esto hace que sea
particularmente importante caracterizar completamente los cambios en la química
del carbonato oceánico.”
“La capacidad de absorción de los mares ha bajado
notablemente”, explica Jelle Bijma,
del Instituto Alfred Wegener para Investigación Polar y Marina con sede en la
ciudad alemana de Bremerhaven. Según este científico, “los hombres han llevado hasta sus límites a muchos ecosistemas del
mar”.
Desde tiempos inmemoriales, las comunidades pesqueras,
gobiernos y en general, todo consumidor humano de pescado, han creído de manera
férrea que los océanos eran “fuentes
inagotables de recursos”.
Si lográramos comprender de una vez por todas que un
habitante del océano requiere las mismas necesidades y protecciones que uno
terrestre y que la desaparición de los ecosistemas marinos tal como hoy los
conocemos incluye la nuestra propia, quizás reaccionaríamos más rápido en favor
de su conservación.
La caza tradicional
del delfín en las Islas Feroe es "inaudita" y "se sale de toda
escala"
Rob Read, el
responsable de la ONG, asegura que la matanza no es solo la mayor de las que se
tiene conocimiento en las Feroe, sino probablemente la mayor del mundo.
"Esta masacre se sale de la escala completamente. No tiene precedentes. Es
inaudito", denuncia. "No hay necesidad de carne de delfín en las
islas a día de hoy y la caza no tiene por qué ocurrir, y menos todavía en estas
cantidades".
"No hay cuartel.
En estas cazas se matan adultos, crías e incluso madres gestantes",
insiste Read. "Podemos estar frente a la mayor caza realizada nunca, lo
que es atroz. Por eso queremos darlo a conocer. Es algo tan cruel, y muchas
personas ni siquiera son conscientes de su existencia".
Afirma el teólogo e ingeniero químico Alirio
Cáceres Aguirre: “No basta entender
el mundo (con la mente), es preciso comprenderlo (con el corazón). Urge
rescatar la dimensión afectiva, el derecho a la ternura, para darle equilibrio
a la vida humana y a los ecosistemas. La mística basada en la austeridad y la
no violencia, la solidaridad y el servicio, el cuidado y la compasión, se
constituye en pilar para buscar confluencias y establecer plataformas de una
auténtica ética ecológica, que procure la sustentabilidad de la vida, para
mayor Gloria de Dios, que no es otra cosa que el ser humano viviendo plenamente
en armonía con la Creación.” El paradigma ecológico emergente reconoce que la
naturaleza es sujeto, es “alguien” (Madre Tierra, Hermana Tierra, Gaia, etc.) y
que los seres humanos formamos parte de ella. Además, el acercamiento creyente
supera la idea de concebir lo que existe como “recurso natural” para dar cabida
al valor intrínseco como Creación y, por tanto, establecer el contacto con el
Dios Creador. En este ámbito es que aparecen las voces que denuncian que la
crisis ecológica tiene sus raíces en la tradición judeocristiana (White, 1966), es un asunto moral (Juan
Pablo II, 1990), se debe a la pérdida de la religación (Boff,1996), obedece a una crisis de percepción y por tanto de
espiritualidad (Capra, 1999). Se plantea la identidad de la ecoteología como un
sentir-pensar-actuar sobre la relación de Dios con su Creación: Un logos sobre
el theos en interrelación con el oikos. Añade.
Para Alirio Cáceres es
fundamental aprender la sabiduría de la Creación, sus leyes para poder
vivir en armonía. No se trata de “domar” a la naturaleza, sino de una nueva
alianza basada en el conocimiento, respeto y la admiración. Aprender la sabiduría de la convivencia
dentro del Oikos, con una mayor conciencia de que la Tierra es la casa común de
los seres vivientes y su entorno vital.
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