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El capitalismo en vena


 

China ha pasado de ser uno de los países económicamente más igualitarios del mundo a uno de los más desiguales.

Los indicadores del capitalismo chino son abundantes. Las grandes metrópolis del país lucen Ferraris y tiendas Gucci, los logotipos de empresas extranjeras y locales adornan los panoramas urbanos y los rascacielos residenciales de lujo brotan en todas las ciudades importantes. Rápidamente, China ha pasado de ser uno de los países económicamente más igualitarios del mundo a uno de los más desiguales.

Los ricos continúan haciéndose más ricos, mientras que los hogares con ingresos más bajos obtienen resultados algo mejores que antes.

Xu Tian de la Facultad de Economía y Gestión y del Centro de Estudios de Seguridad Alimentaria de la Universidad Agrícola de Nanjing y sus colegas  descubrieron recientemente que los ingresos provinciales de China  convergen esencialmente en dos grupos: siete provincias de la costa este (Shanghai, Tianjin, Jiangsu, Zhejiang, Guangdong). , Shandong y Fujian) y Mongolia Interior forman un grupo de altos ingresos, y otro que incluye al resto de las provincias en un grupo de bajos ingresos. Las provincias del interior obtuvieron ingresos per cápita de sólo el 60% de los de las provincias costeras más ricas. Otras diferencias, incluida la propiedad del capital, el nivel de educación y la tasa de crecimiento de la población, también afectaron la ampliación de la brecha entre estas dos regiones.

La nueva clase media está siendo exprimida. Según un estudio de  Juzhong Zhuang y Li Shi en el Banco Asiático de Desarrollo , las personas en el medio, que han obtenido educación terciaria y son trabajadores altamente calificados, ahora enfrentan salarios de crecimiento más lento que los trabajadores poco calificados. El crecimiento de los salarios de los trabajadores altamente calificados se ha desacelerado de un máximo del 20,3% en 2007 al 8,6% en 2014.

La economía china no solamente es capitalista, sino que además el Estado opera favoreciendo el interés general del capital. Igual que cualquier otro país capitalista, el Estado chino goza de una relativa autonomía.

Como en El efecto mariposa, cuando China estornudó con el coronavirus, en Europa nos percatamos de que las consecuencias serían más graves de lo que nadie había imaginado al ir delegando la producción al gigante asiático durante décadas.

Existe una guerra entre quienes tienen y quienes carecen. ¿Y qué ocurrirá si hace falta ponerse una dosis todos los años como para la gripe? ¿Cuánto costará? ¿No será el momento para sus grandes beneficios? En Estados Unidos, una vacuna después de la pandemia (ya no será gratis) podría costar, acorde con The New York Times, entre 150 y 175 dólares. De 123 a 143 euros por dosis. Y la sanidad pública española, ¿qué capacidad de aguante tiene a “precios de mercado”?

La realidad es que China ha prosperado dentro del régimen comunista porque suprimió las garantías individuales y estableció una dictadura de partido único que no admite disidentes, una rebelión se castiga con la pena de muerte, como lo hace con el grupo étnico de la minoría Usgiar que somete y explota en campos denominados como “Centros de adecuación ideológica y entrenamiento profesional”.

La eugenesia -o "ciencia del cultivo de la raza o de la hereditariedad humana"- , ha sido un insumo fundamental al momento de procurar la legitimación científica de las exclusiones ideológicas. "Da cuenta del uso de la ciencia para justificar estrategias de control social diseñadas desde el poder, y permite construir una cultura fascista al proyectarse en regímenes que sobrevaloran mecanismos que aseguran una homogeneidad social". 
Si los dirigentes de todas las instituciones sociales no advierten el avance que significan estas prácticas sociales que aniquilan las diferencias, y obran en consecuencia afianzando sus mecanismos genuinamente democráticos para corregirlas, sólo persistirá la memoria colectiva tanto de responsables como víctimas.

Estamos a merced de los tiburones porque los políticos no hacen su trabajo. Para eso sirve la política, para proteger los intereses generales frente a los privados.

El capitalismo primero genera condiciones para que estos virus se propaguen; se habla por ejemplo de la relación a veces no óptima entre animales y humanos o entre animales salvajes y domésticos por el alto porcentaje de enfermedades que estas relaciones de contacto pueden producir y que se identifican como enfermedades zoonóticas. Pero no se dice que la producción capitalista irracional empuja los desmontes, la agricultura descontrolada y la pérdida de hábitat de especies salvajes y el debilitamiento de la biodiversidad tan necesaria, lo cual alimenta a diario la propagación de infecciones.

 Los gobiernos europeos se pliegan ante una farmacéutica, las farmas venden la vacuna al mejor postor, el precio se dispara muy por encima de lo estimado, algunos países ricos acumulan dosis hasta para el cuádruple de su población y los menos desarrollados se quedan fuera del reparto. Quién lo podría haber imaginado.

La vacuna será la moneda de cambio en el mundo. No pasará mucho para que el índice de inmunización también sea la medida del desarrollo o atraso en cada país.

Detrás de repetidas apelaciones para lograr “salud para todos”, que “nadie quede atrás”, o que las vacunas son “un bien público universal”, el modelo neoliberal de vacunación representa un enorme negocio económico y un modelo geopolítico insolidario en el que los gobiernos de los países ricos han acaparado masivamente vacunas practicando el “yo voy primero”. Por ejemplo, tras aprobarse las tres primeras vacunas, el 85% quedó en manos de Canadá, EE.UU. y otros países ricos que reservaron muchas más vacunas de las necesarias para proteger a su población. Entretanto, la distribución caritativa de un pequeño porcentaje mediante el Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-19 (COVAX) de la OMS no ha servido más que para encubrir cómo funciona un sistema mercantil y neocolonial que en las actuales condiciones sólo permitiría vacunar a toda la población mundial como muy pronto a finales de 2022. El actual “apartheid” vacunal es especialmente macabro porque parece probable que el coronavirus permanezca con nosotros mucho tiempo y que sigan surgiendo nuevas variantes que alarguen, compliquen o incluso empeoren la evolución de la pandemia. De hecho, la propia OMS reconoce que en apenas cinco meses de 2021 se han registrado más casos y muertes por covid-19 que en todo el año 2020. El capitalismo neoliberal no sólo es un sistema incompatible con el bienestar y salud de la población mundial, sino que, preso de su lógica mercantil y de obtener ganancias inmediatas, es incapaz de prevenir a medio y largo plazo la crisis pandémica o la emergencia climática. Ante una pandemia, las vacunas deben ser un bien común de la humanidad que no puede estar sujeto a patentes y al control privado. Como nos enseña la historia, sólo una gran movilización de ciudadanos, movimientos sociales y partidos políticos del Norte y del Sur Global puede permitir democratizar integralmente la investigación, desarrollo y distribución de vacunas y lograr así una “vacuna solidaria” que proteja a toda la humanidad.

“La periodista Minnie Chan reveló que los científicos que trabajaron en el nuevo desarrollo que podría encontrar una cura preventiva contra el coronavirus fueron sometidos a presiones extremas por el régimen de Beijing en orden de “ganar la carrera” para hallar la vacuna…Sin embargo, lo más inquietante que revela en su crónica Chan es la presión que los militares chinos ejercieron sobre el equipo científico para ganar la carrera por la vacuna, algo que podría mejorar la imagen del régimen comunista luego de que una ola de críticas cayera sobre Beijing por la lenta reacción y la falta de datos que sometieron a su población a la exposición del virus letal”.

Luego nos extrañamos de que haya negacionistas y conspiranoicos con las farmacéuticas. Pero se equivocan en lo básico. No hay conspiración para dominar el mundo porque ya lo controlan.

El mundo va a tener que afrontar algo más que el poder chino: la pandemia habrá acelerado el desempleo y las desigualdades. Según manifiesta la OCDE en un informe titulado 'El futuro del empleo' publicado en su página web, la pandemia aumentado la brecha entre los más privilegiados y los más vulnerables. "Es probable que casi el 14% de los trabajos en los países de la OCDE sean automatizados, mientras que otro 32% tienen un alto riesgo de ser parcialmente automatizados. Los jóvenes y las personas con pocas cualificaciones son los que corren mayor riesgo, pero los nuevos desarrollos tecnológicos ahora también están afectando los empleos de las personas altamente cualificadas", afirma la OCDE, una organización que agrupa a las economías más poderosas del mundo.

A esto Se le llama capitalismo salvaje porque es como el salvaje oeste.

Comentarios

  1. No puedo estar mas de acuerdo.El capitalismo ha firmado una alianza con la primera multinacional del planeta:el PCCH,cuando se habla de "automatizacion" quiere decir exterminacion social o eugenesia social.

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