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"Salinas, Susurro del Mar y Legado de Cousteau"

 


Brisa salina, aroma del viento,
cantan las olas con eco y acento.
Salinas despierta con luz y rocío,
la arena dorada, refugio y abrigo.

Danza la espuma con ritmo cadente,
el sol la adorna con oro fulgente.
Las gaviotas trazan senderos de plata,
sobre las aguas que nunca se apagan.

Eterna orilla, testigo del tiempo,
donde las almas hallan consuelo.
Mar infinito, azul y profundo,
misterio indomable, latido del mundo.

Pero en tu pecho, Salinas bendita,
una sombra ilustre la brisa agita.
Un hombre del agua, guardián de secretos,
el sabio marino de viajes eternos.

Philippe  Cousteau, soñador de mares,
aventurero de azules umbrales.
Su voz aún flota en las olas errantes,
cuentos de vida en reinos vibrantes.

Monumento erguido, legado inmortal,
su espíritu habita en el ancho coral.
Testigo de sueños, de océanos abiertos,
de historias profundas en tiempos inciertos.

Con sus ojos de agua y su mente despierta,
desveló maravillas tras cada puerta.
Los peces danzan, la marea lo nombra,
el viento susurra: " Philippe aún ronda".

Los niños se acercan, miran su estatua,
la arena dorada con él se abraza.
Le hablan de peces, de mundos sin miedo,
de barcos que surcan los mares inmensos.

Las olas regresan, siempre constantes,
como su historia, noble y brillante.
Y allí en Salinas, la mar susurrante,
canta su nombre con brisa vibrante.

Salinas, refugio de luz y de calma,
guarda en su seno la vida del alma.
Y en cada espuma, en cada rumor,
vive la esencia del gran explorador.

 

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