Nicolás Castellanos, testigo del Evangelio
No llevaste báculo dorado,
ni fuiste guardián de un trono,
tu misión no buscó la sombra
de las cúpulas altivas,
donde el poder se adorna
con mitras llenas de vacío.
Abandonaste el palacio
de mármoles fríos,
y bajaste al polvo ardiente
de Santa Cruz de la Sierra,
donde la vida duele
y la justicia grita.
Renunciaste al oro de las jerarquías,
a las voces que ansían poder
más que verdad,
a las manos que levantan muros
cuando el Evangelio pide puentes.
Dijiste "no" a la comodidad
y "sí" al Cristo de las periferias.
Hiciste hogar entre los olvidados,
no como el extraño que observa,
sino como uno más,
un hermano entre hermanos,
un obispo sin trono,
un sembrador de esperanza.
Bajo tu manto humilde,
brotaron más de treinta escuelas,
hogares de ladrillos y sueños,
centros que sanan cuerpos,
comedores que llenan almas.
Cada ladrillo fue una semilla
de justicia,
cada mesa compartida,
un altar de comunión.
Mientras otros escribían
sus nombres en mármol,
tú grabaste el tuyo
en corazones agradecidos.
Mientras otros buscaban
el incienso del poder,
tú olías a barro,
a sudor de jornaleros,
a la sencillez de la tierra.
Fuiste incómodo testigo
de una verdad radical:
la Iglesia debe estar
donde nadie quiere ir,
donde el llanto ahoga la fe
y el pan es un milagro diario.
Te alzaste como contraste
a los que callan por miedo,
a los que temen perder
sus coronas de orgullo,
a los que olvidan
que el Reino no es un palacio
sino un campo abierto
donde crecen los últimos.
En 1998, el mundo reconoció
lo que el cielo ya sabía:
tu vida era concordia,
tu misión, un canto de paz.
El Príncipe de Asturias
te coronó con su laurel,
pero tú, sin vanidad,
miraste a tus pobres y dijiste:
"Este premio es de ellos,
ellos son mi único reino".
Hoy, tu legado camina
en las aulas que enseñan libertad,
en los hogares que cobijan sueños,
en las mesas que comparten panes.
Tu voz resuena como un eco vivo
en cada esquina marginada.
Y aunque el tiempo pase,
aunque el polvo cubra los nombres,
tú permanecerás como antorcha,
un faro que ilumina
el camino de quienes creen
que el Evangelio se vive,
no se recita desde las alturas.
Nicolás Castellanos,
pastor de los vulnerables,
enemigo de las jerarquías vacías,
profeta de los márgenes.
Tu vida es el testimonio
de que hay obispos que callan
ante los tronos del poder,
pero hay otros, como tú,
que hacen del servicio su corona,
y de la pobreza, su gloria.
Ignacio Grosso G
ResponderEliminarQué maravilla de persona y precioso el obituario! Descanse en paz
Eliminar