Molleda, Refugio del Amor y la Eternidad
En Molleda, donde el cielo acaricia la tierra,
y el río murmura oraciones al pasar,
se alza un amor que todo lo abraza,
un reflejo de Dios que nunca se va.
Oh, Molleda, tierra de gracia infinita,
tu belleza es un eco del Creador.
Cada flor en tus campos susurra su nombre,
y cada rayo de sol es su fulgor.
Maite, eres la joya de este paraíso,
un alma dulce que irradia bondad.
Tu sonrisa es la chispa del cielo,
tu dulzura, un himno de eternidad.
En tus ojos, Maite, se ve el amor divino,
una luz que guía, que nunca se apaga.
Eres la caricia del cielo en la tierra,
la fe viva que todo lo embalsama.
Molleda es templo donde Dios se revela,
en sus ríos, sus valles, su serenidad.
Cada árbol es un altar sagrado,
donde el amor humano encuentra verdad.
Tu bondad, Maite, es un don celestial,
un reflejo vivo de su compasión.
Dios ha tejido en tu corazón puro
el milagro eterno del más grande amor.
Oh, Molleda, cuna de promesas divinas,
donde la fe y el amor se encuentran al fin.
Aquí se escucha la voz del Altísimo
en el murmullo del viento sin fin.
Maite, tu presencia es gracia infinita,
una oración que camina y respira.
Tus manos, suaves como la brisa,
llevan en sí la paz que Dios inspira.
El cielo de Molleda canta alabanzas,
y las estrellas se inclinan al mirar,
porque en este rincón de la creación,
el amor es eterno, no puede cesar.
Oh, Dios, en este edén bendito,
Molleda es testigo de tu bondad.
En Maite, tu obra perfecta se eleva,
y en su dulzura habita tu verdad.
Cada paso en Molleda es un acto de fe,
un recordatorio de tu amor incesante.
Y Maite, con su risa que sana,
es ángel terrenal, amor constante.
Molleda, tierra que besa el cielo,
canta en cada rincón tu inmensidad.
Y Maite, con su amor y ternura,
es testimonio vivo de tu divinidad.
Aquí, donde el amor humano y divino se unen,
la eternidad se siente en cada rincón.
Dios bendice a Molleda y a Maite,
con un amor que es puro, eterno, y canción.
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