Domingo 26 de enero 2025 – 3° Domingo Ordinario
Muchos han tratado de escribir la historia de las cosas que
pasaron entre nosotros, tal y como nos las transmitieron los que las vieron
desde el principio y que ayudaron en la predicación. Yo también, ilustre
Teófilo, después de haberme informado minuciosamente de todo, desde sus
principios, pensé escribírtelo por orden, para que veas la verdad de lo que se
te ha enseñado.
(Después de que Jesús fue tentado por el demonio en el
desierto), impulsado por el Espíritu, volvió a Galilea. Iba enseñando en las
sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región. Fue
también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su
costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el
volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba
escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido
para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los
cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y
proclamar el año de gracia del Señor.
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Comentario
El Evangelio según San Lucas inicia con un prólogo único en
los Evangelios, un texto que resalta la intención del autor de proporcionar un
relato ordenado y confiable sobre los acontecimientos de la vida de Jesús. Lucas,
médico de profesión y hombre culto, no era un testigo directo de los eventos
que describe, pero se dedicó con rigor a investigar cuidadosamente para que su
narración ofreciera certeza y claridad. Esto nos recuerda la importancia de
basar nuestra fe no en emociones pasajeras ni en tradiciones vacías, sino en
una comprensión sólida de las Escrituras y de la historia de la salvación.
Lucas dirige su Evangelio a Teófilo, quien probablemente era
un creyente en busca de confirmación y estabilidad en su fe. Este hecho nos
invita a reflexionar sobre cómo el mensaje del Evangelio no solo es para
quienes aún no conocen a Cristo, sino también para aquellos que necesitan
reafirmar su confianza en la verdad del mensaje. La fe cristiana, lejos de ser
un salto ciego en lo desconocido, se construye sobre un fundamento sólido y
comprobado.
En el capítulo 4, el Evangelio da un giro importante. Jesús,
lleno del Espíritu Santo, regresa a Galilea después de haber vencido las
tentaciones en el desierto. Este regreso marca el inicio de su ministerio
público, un ministerio impulsado y sostenido por el poder del Espíritu. Aquí
Lucas destaca una verdad esencial: el ministerio de Jesús no se basa en su
humanidad sola, aunque perfecta, sino en la unción divina que le capacita para
cumplir la voluntad del Padre. Este mismo Espíritu que obró en Jesús es el que
impulsa hoy a la Iglesia a continuar su obra.
En la sinagoga de Nazaret, Jesús realiza un acto que no solo
define su ministerio, sino que también desafía las expectativas de su
audiencia. Toma el rollo del profeta Isaías y lee un pasaje profundamente
esperanzador, uno que anuncia buenas noticias para los pobres, libertad para
los cautivos, vista para los ciegos y liberación para los oprimidos. Tras
leerlo, Jesús declara que esta Escritura se ha cumplido en ese mismo momento.
Para los oyentes de Jesús, esta declaración fue
revolucionaria y desconcertante. Ellos conocían las promesas mesiánicas y
esperaban un salvador que restaurara el poder político y económico de Israel.
Sin embargo, Jesús revela un Mesías que se enfoca primero en las necesidades
espirituales, emocionales y sociales de los marginados. Su misión no es la de
un líder militar o político, sino la de un siervo que trae sanidad y
restauración a los quebrantados.
Este anuncio, aunque lleno de esperanza, también confronta.
Nos desafía a considerar si estamos dispuestos a aceptar a Jesús en sus propios
términos o si, como los habitantes de Nazaret, lo rechazamos cuando su misión
no se ajusta a nuestras expectativas. La humanidad tiende a resistirse al
cambio y al mensaje de Jesús cuando este implica una transformación radical de
nuestras vidas y prioridades.
Más allá de la confrontación, este pasaje también nos
invita a reflexionar sobre el llamado de Jesús a sus seguidores. Si Él vino
para liberar, sanar y restaurar, entonces quienes lo seguimos estamos llamados
a continuar esta misión. El Evangelio no es solo una verdad para ser
creída, sino una vida para ser vivida. Esto implica acercarnos a los marginados,
a los pobres, a los quebrantados, tal como lo hizo Jesús. Significa abrazar un
reino que desafía las estructuras humanas de poder y redefine la justicia desde
una perspectiva divina.
El año de gracia del Señor, mencionado en este pasaje, es
un concepto profundamente significativo. Hace eco del jubileo del Antiguo
Testamento, un tiempo en el que las deudas eran perdonadas, los esclavos eran
liberados y la tierra descansaba. En Jesús, este jubileo se convierte en una
realidad espiritual y eterna. Él es quien trae descanso a nuestras almas,
perdona nuestras deudas espirituales y nos libera de la esclavitud del pecado.
Sin embargo, esta libertad no se limita a una experiencia
individual. Jesús nos llama a ser agentes de su gracia en el mundo, personas
que proclamen buenas nuevas a los pobres, trabajen por la justicia y extiendan
su amor a todos, especialmente a los oprimidos y desamparados. Este desafío no
es opcional; es el corazón mismo del Evangelio.
Finalmente, el contraste entre la aceptación inicial y el
rechazo posterior de Jesús en Nazaret nos recuerda lo difícil que es para
muchos aceptar la verdad cuando esta desafía nuestras expectativas o nos llama
al arrepentimiento. La historia nos muestra que la misión de Jesús no siempre
sería bien recibida, pero también nos da esperanza: su mensaje sigue
transformando vidas, aun en medio de la resistencia humana.
En conclusión, el Evangelio de Lucas nos presenta a un Jesús
que no solo enseña, sino que vive el mensaje del Reino de Dios. Es un reino que
prioriza a los pobres, los cautivos y los oprimidos, y que desafía nuestras
nociones humanas de poder y éxito. Este pasaje nos llama a reconocer a Jesús
como el cumplimiento de las promesas de Dios, a permitir que su mensaje
transforme nuestras vidas y a unirnos a su misión de llevar esperanza, sanidad
y restauración al mundo.
Comentarios
Publicar un comentario