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Tu llegada de tierras lejanas

 



Tu llegada de tierras lejanas

Tu llegada fue un rayo en silencio,
un temblor dulce en mi calma dormida,
como si en tus pasos trajeras misterios
de cielos que nunca busqué en esta vida.

Sentí algo nuevo, como un soplo profundo,
como el eco de estrellas danzando en mi piel,
un vértigo suave, tan hondo, tan cierto,
que, al verte de cerca, dejé de ser fiel.

Fiel al miedo, al silencio, a la sombra,
a los muros que el tiempo me enseñó a erigir,
y en un susurro, rompiste esas puertas,
dejando al deseo por fin latir.

Es que nunca pensé en un amor como el viento,
que rompe en su paso las hojas caídas,
que envuelve la noche y enciende en secreto
los rincones oscuros que habitan mi vida.

Hoy, cuando llegas, se enciende el abismo,
y en tus ojos descubro lo que no busqué,
ese fuego, esa paz, el latido y el sino,
que hace que sienta lo que nunca soñé.

Como susurro de brisa en la tarde,
llegaste de tierras que nunca soñé,
con el polvo dorado en tus pasos
y el eco de mundos que aún no crucé.

Traías en los ojos la calma del río,
la voz de la luna en tus labios callados,
como quien conoce secretos antiguos,
como quien amó en tiempos lejanos.

Las distancias se hicieron cenizas,
los mares, espejos que ahora son nada.
Bajo cielos extraños tu sombra es mi hogar,
tu llegada, el aliento que el alma aguardaba.

Eres eco y origen, raíz y horizonte,
el fin del invierno en mi pecho helado.
Eres sol en las noches sin nombre,
la huella de un sueño a mi piel tatuado.

Qué importa que vengas de tierras distantes,
si al verte las dudas se vuelven cenizas.
Traes en los labios la paz de lo eterno,
y en los ojos, la promesa de infinitas vidas.

Llegaste sin aviso, sin ruido en la sombra,
y en un parpadeo el mundo cambió.
Despertaste en mi pecho secretos dormidos,
sueños olvidados que el tiempo guardó.

Tu voz es murmullo de un río lejano,
tu risa es el canto que mi alma entendió.
Como un rayo de sol en la niebla del alma,
rompiste en silencio lo que el miedo selló.

No sé si esperaba tu paso o tu nombre,
pero al verte algo en mí despertó,
algo antiguo y suave, perdido en mi sangre,
una llama escondida que nunca cesó.

Contigo nacieron colores que ignoraba,
cielos más vastos de lo que creí,
y en cada palabra, en cada mirada,
mi mundo se expande, mi miedo es feliz.

Si supieras, quizás, los paisajes que abres
al tocar con tus ojos la piel de mi ser,
entenderías por qué, sin saber de distancias,
tu llegada despierta lo que creí perder.

 

 

 


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