Desde la Pastoral Penitenciaria de Mondoñedo Ferrol se nos invita a hacer esta necesaria conversión de la mirada: “Estuve preso y me visitasteis”.
Hasta vísperas de la Revolución Francesa, los mercedarios
llamados por la Virgen de la Merced, redimieron unos 70.000 cautivos.
Estos religiosos profesaban un cuarto voto: «quedar en rehenes, si fuere
preciso, en lugar de un cautivo, sobre todo si su fe peligraba».
En 1779 la Orden de la Merced realizaba la última
redención de cautivos; la esclavitud quedaba oficialmente suprimida. Tras
la abolición oficial de la esclavitud en el siglo XVIII, se abre una nueva
etapa para la Orden de la Merced, de reflexión y búsqueda de una acción
carismática y redentora que sintonice con los orígenes de nuestra Orden.
Ya no existen los cautivos por la fe, ni los esclavos,
pero existen nuevas formas de cautividad. Hoy en día existen graves injusticias
con los refugiados, exiliados, inmigrantes o prisioneros. Justamente
las personas presas son las centran más atención de esta congregación.
La Merced busca la defensa de los derechos de todos aquellos que están faltos
de libertad.
Cada 24 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de
Nuestra Madre la Virgen de la Merced, patrona de los presos y de todos los que
trabajan en prisión. En torno a esta fecha, en los centros penitenciarios se
organizan actividades, concursos o festivales que culminan con la celebración
de la eucaristía.
Es la Patrona de los cautivos, no solo físicos, sino también
cautivos espiritualmente y de todos aquellos que son los más marginados de la
sociedad.
Merced, en la Edad Media era sinónimo de misericordia,
piedad o compasión, ejercida para con aquellos que se hallan privados de
libertad y en peligro de perder su fe cristiana. “La misericordia mercedaria es
efectiva y afectiva, no humilla a la persona humana, sino, por el contrario, la
redime y libera, la dignifica. De esta misericordia está necesitado el mundo
actual”.
Así, pues, La palabra Merced puede aplicarse a Dios, a quien
los mercedarios han visto siempre como Padre de Misericordia o de Merced. Esa
palabra puede y debe aplicarse también a Jesús, pues Cristo ha sido y sigue
siendo Hombre de Merced y Misericordia, Redentor de cautivos. Pero en un
sentido más estricto mercedarios y mercedarias han aplicado ese título de
Merced a María, la Madre de Jesús: no se llaman "nolasquinos" (de
Pedro Nolasco), en la línea de los "dominicos" (de Domingo de Guzmán)
o los "franciscanos" (de Francisco de Asís), sino mercedarios, es
decir, hermanos y hermanas de la Merced de Santa María, Redentora de Cautivos,
a quien toman como su auténtica Fundadora. En esa línea, ellos saben que María
es liberadora porque, misteriosamente, unida a Jesús, ella aparece también como
la cautiva, la encarcelada, la excluida, la hambrienta...
¡La persona en el centro! Y su rostro, el de Jesús preso,
porque “estuve en la cárcel y vinisteis a verme” (Mt. 25, 31). Descubrir
en el preso al mismo Cristo preso, al mismo Jesús necesitado, al mismo
Jesús abandonado en una cárcel».
En nuestra diócesis
de Mondoñedo- Ferrol se nos invita a hacer esta necesaria conversión de la
mirada y de la lógica desde la que actuamos. Conocéis que, desde el año pasado,
se ha venido estructurando esta delegación en nuestra diócesis. Se trata de
que exista un grupo de personas, enviadas por nuestra Iglesia, a este campo
privilegiado para la misericordia. Un grupo de personas que, bien
formadas, nos ayuden al resto de la Iglesia y de la sociedad a conocer
la realidad de la cárcel, así como sus causas y consecuencias.
En medio de ese mundo oscuro y desconocido, del que todos giramos
el rostro para no querer saber nada, trabajan apostólicamente un inmenso
batallón de sacerdotes, religiosas y religiosos, además de seglares
comprometidos con su redención humana y espiritual. Vale la pena recordar que
no es algo nuevo en la Iglesia.
La fiesta de la Merced que nos disponemos a celebrar el 24
de septiembre pone de nuevo ante nuestros ojos esta realidad de la cárcel que
no podemos soslayar. Bienvenida sea esta Pastoral Penitenciaria que nos ayudará
a ser una Iglesia más misericordiosa y caritativa.
Siguen faltando miles y miles de operarios para ir a
trabajar a las cárceles, pero en esa realidad, la Iglesia trabaja por generar
esperanza y dignidad. Las cárceles y sus presos son una oportunidad para que el
cristiano pueda dar lo mejor de sí mismo y vivir esa obra de misericordia de
“visitar a los presos”, y de la cual también algún día se nos pedirán cuentas.
Por la esperanza y por la necesidad del perdón, también
el Papa Francisco dice algo que es fundamental para los presos: “La historia que
inicia hoy, y que mira al futuro, está todavía sin escribir, con la gracia de
Dios y con vuestra responsabilidad personal”. Cambiar es posible, porque nadie
debe quedar encerrado “en el pasado”.
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