A partir de ahora va a salir gratis mofarse de los creyentes
Decía Rafael Gambra en El silencio de Dios, que «todo lo
que la devoción, el amor y el sacrificio de los siglos de fe han hecho nuestro,
y han transfundido de valor sagrado por haber hablado de Dios a generaciones
sucesivas, es objeto del desdén y aun de la fobia del progresismo actual». En
realidad, la verdadera y única blasfemia consiste en enmendar la plana a Dios,
cuando la libertad se independiza de su Creador y pretende arreglar su pequeño
mundo saltándose cualquier restricción moral.
El PSOE y Sumar van a reformar el Código Penal y a derogar
el delito de ofensa contra los sentimientos religiosos, aunque el seno del
Gobierno debate qué hacer con el de injurias al Rey en el marco del «Plan de
Acción por la Democracia» que el Consejo de Ministros tiene previsto aprobar
este martes.
Según publica El País, los socialistas van a eliminar el
delito contra los sentimientos religiosos y contemplan suprimir el de injurias
a la Corona y a altas instituciones del Estado, que incluye al Gobierno, al
Tribunal Supremo, al Constitucional o al Consejo General del Poder Judicial,
etc.
"Con este Gobierno, los creyentes son
ciudadanos de segunda con menos derechos. A partir de ahora va a salir
completamente gratis mofarse de las personas que practican una religión. La
libertad religiosa es el único derecho fundamental en el que se pone en duda la
persecución de delitos contra ella", ha explicado la presidenta del Observatorio
para la Libertad Religiosa, María García.
Además, ha recordado, citando datos del Informe 'La
protección legal de la libertad religiosa en la Unión Europea', publicado por
el OLRC, que "un total de 21 de los 27 estados miembro de la Unión
Europea (es decir, todos salvo Irlanda, Suecia, Estonia, Francia,
República Checa y Croacia) sancionan las ofensas a los sentimientos
religiosos de los ciudadanos" y que "Grecia castiga la
blasfemia".
Por ello, ha advertido de que con este plan, el Ejecutivo
"se desvía de la protección legal de la mayoría de los países de la Unión
Europea". "Mientras este Gobierno protege a otros colectivos, deja
en el desamparo jurídico a los creyentes", ha añadido la presidenta
del OLRC.
En la actualidad, hay dos artículos en el Código Penal
relacionados con la cuestión religiosa:
323. El que con violencia, amenaza, tumulto o vías de hecho,
impidiere, interrumpiere o perturbare los actos, funciones, ceremonias o
manifestaciones de las confesiones religiosas inscritas en el correspondiente
registro público del Ministerio de Justicia e Interior, será castigado con la
pena de prisión de seis meses a seis años, si el hecho se ha cometido en lugar
destinado al culto, y con la de multa de cuatro a diez meses si se realiza en
cualquier otro lugar.
324. El que en templo, lugar destinado al culto o en
ceremonias religiosas ejecutare actos de profanación en ofensa de los
sentimientos religiosos legalmente tutelados será castigado con la pena de
prisión de seis meses a un año o multa de 12 a 24 meses.
La modificación del código penal requiere una mayoría en
el Parlamento con la que el gobierno no está contando en los últimos meses. Por
tanto, puede que este proyecto no sea aprobado.
Estamos ante un nuevo " renacimiento “; no de las
ciencias y de las artes, como ocurrió en el siglo XVI; sino del
anticlericalismo de los años 30 del pasado siglo. Y un " renacimiento
" del absolutismo totalitario del socialismo marxista, al estilo de sus fundadores.
Volvemos a las raíces del socialismo marxista de Karlos Marx. Al socialismo
de Pablo Iglesias, Largo Caballero, y Manuel Azaña.
Asi, pues, el gobierno actual sigue el ejemplo de los
dictadores cubanos… en Cuba, el enfrentamiento violento del régimen
comunista contra los creyentes se produjo en los dos primeros años de la
revolución y aunque no hubo mártires, en el sentido estricto del término, el
castrismo desmanteló las instituciones religiosas, expulsó del país a cientos
de religiosos y religiosas y a más de un centenar de sacerdotes.
Uno de los tópicos más nocivos del siglo pasado es la
pretensión de que entre el comunismo y el cristianismo existe una profunda
proximidad y que la moral cristiana debería conducir al comunismo. Y se invoca
la comunidad de bienes existente en las primeras comunidades cristianas, pero
se calla cuidadosamente que se trataba de una práctica voluntaria y no
impuesta. Por el contrario, desde sus orígenes y en sus textos fundacionales el
comunismo ha expresado su oposición, incluso su odio, radical al cristianismo.
Por supuesto, ese odio se ha manifestado en la agresión a los católicos. No
existe ningún régimen comunista que no se haya distinguido por su implacable
persecución a los cristianos. El Frente Popular español es uno de los ejemplos
más destacados. Probablemente nunca se asesinaron tantos católicos en tan poco
tiempo. Quizá no sea necesario mencionar los ejemplos porque desde 1917 han
abundado. Pocos como el Papa Juan Pablo II han expresado con más fuerza esta
terrible verdad. Y no hablaba de oídas, sino que vivió en su Polonia natal los
horrores de los dos totalitarismos: el comunismo y el nazismo.
En suma, ni siquiera es necesario invocar la legítima y
obligatoria defensa de sus miembros perseguidos. Es cuestión de defender el
bien, la verdad y la justicia.
Ante el peligro de un mesianismo terreno excesivamente
utópico a que pueda conducir un humanismo que se cierra herméticamente sobre el
hombre, como sucede en el marxismo, el cristianismo debe mostrar la dialéctica
salvifica de un Dios que se encarna, se hace hombre, asumiendo todas las
limitaciones e imperfecciones de la naturaleza humana, sin abandonar la
plenitud de su divinidad. Ante un tipo de humanismo que pretenda responder
únicamente desde sí mismo al horizonte de futuro absoluto que se abre ante el
hombre, el cristiano tiene que predicar sin miedo los límites que la caducidad
humana impone a las obras de todo hombre. De esta manera el cristianismo
conseguirá mantener siempre abiertas las posibilidades del hombre hacia un
humanismo siempre nuevo cuyas fronteras se pierden en el misterioso designio de
Dios. Pero esta dimensión escatològica de su exitencia no puede en modo alguno
producir en el hombre cristiano un estado de indiferencia ante el futuro
concreto que la praxis humana va creando, porque es precisamente en este hombre
nuevo, que nace cada día al filo de una praxis transformadora del mundo y de la
sociedad, donde se va realizando el futuro de Dios.
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