Los derechos humanos en Venezuela brillan por su ausencia
El hecho de que el reelecto presidente Nicolás Maduro
haya elegido a la cubana nacionalizada venezolana Leticia Cecilia Gómez
Hernández, como ministra de Turismo de su ejecutivo, es un indicador de cuánto
puede influir o está metido el gobierno cubano dentro del poder bolivariano.
La cubana comenzó su carrera en Venezuela como gerente del Hotel
Venetur en Isla Margarita, una instalación expropiada en 2009 por Hugo
Chávez. Desde entonces, su ascenso ha sido notorio, pasando a ser presidenta de
la empresa estatal Venezolana de Turismo (Venetur) en 2018, y viceministra en
2021.
La funcionaria es una asidua de las redes sociales donde
gusta publicar su trabajo en defensa del chavismo y el comunismo en Cuba.
En imágenes y videos se le ve muy activa en diversas ferias turísticas en Cuba
y Caracas. Su perfil en Instagram incluye una fotografía sonriente junto a Raúl
Castro.
Dos antiguas perlas del Caribe muy venidas a menos, Cuba y
Margarita, han quedado conectadas desde el año pasado por una ruta “turística”
que un grupo de funcionarios diseñó para exprimir los ahorros de los
emprendedores de la más grande de las Antillas. Cazadores de gangas que
solo se dejan ver en hoteles del Estado chavista y en timbiriches del decaído
Puerto Libre, arrastran consigo maletas que apenas logran llenar para la
reventa, así como algunos intentos de fuga y la vigilancia de los espías del
castrismo.
Gómez Hernández es quien vende estas visitas de los
cubanos a Margarita como una oportunidad de negocios para ambos países, algo
que no termina de ser cierto al menos para los viajeros cubanos, que viven la
excursión con la misma incertidumbre de una ruleta.
Mostró en sus redes sociales imágenes de diversas reuniones
en ferias turísticas de Cuba y Caracas con los empresarios escogidos. Divulgó
boletines de prensa donde aseguraba que cada visitante cubano gastaba hasta
5.000 dólares en compras, y que cada tour contaba con dos aviones a disposición
de los turistas para llevarse la mercancía.
Pero la realidad sobre el terreno no es así de rutilante.
De ser un boom, está siendo un boom clandestino. De hecho, son pocos los que en
Margarita aseguran haber visto a estos fugaces viajeros. Sus compras son
guiadas, sus movimientos vigilados y las compras, de chucherías y refrescos instantáneos,
sobre todo, apenas llenan las maletas.
Así, pues, el régimen cubano, que ha tenido en su aliado
venezolano un colchón para sortear la permanente crisis de la Isla, ha
respaldado el fraude de Maduro en los comicios del 28 de julio y ha puesto
toda su maquinaria de comunicación en función de validar las elecciones,
criminalizar a la oposición y desacreditar los deseos de cambio de los
venezolanos.
En Cuba, una vez que los barbudos de la Sierra Maestra se
hicieron con el poder político de la nación, no solo se dedicaron a demoler las
instituciones que existían, sino que edificaron otras que fungían como correas
de trasmisión entre el Estado poderoso y las masas.
Los dictadores de izquierda, por lo general, jamás conciben
abandonar el poder. ¡Para ellos, la historia se paraliza cuando se
apoltronan en los palacios de gobierno!
Cuando ven peligrar el sistema no dudan en disparar sin
piedad contra las masas o sacar los tanques a la calle, en los estados
totalitarios, por lo general, crecen una tras otra las generaciones que
desconocen hasta el derecho de disentir, mientras se disfruta de una rara
tranquilidad que semeja la paz de los sepulcros. De ahí que se acostumbre a
llamar dictadores a Pinochet y a Batista, mientras que comúnmente se preserve
un calificativo más suave para los dictadores de Izquierda.
En Venezuela la falta de acceso a derechos económicos y
sociales continúa siendo motivo de honda preocupación, pues la mayoría de la
población sufre inseguridad alimentaria grave. El sistema público de salud está
colapsado. El gobierno no aplicó las medidas humanitarias acordadas en 2022
para abordar estas cuestiones. Las fuerzas de seguridad respondieron con fuerza
ilegítima y otras medidas represivas a las protestas que reivindicaban derechos
económicos y sociales. Quienes critican al gobierno del presidente Nicolás
Maduro son objeto de detención arbitraria, desaparición forzada y tortura con
la aquiescencia del sistema judicial. El gobierno reconoció 455 casos de
desaparición forzada registrados desde 2015, que en su mayoría no se habían
resuelto. Persistía la impunidad por las ejecuciones extrajudiciales que
seguían cometiendo las fuerzas de seguridad.
La Misión Internacional Independiente de Investigación de
los Hechos sobre la República Bolivariana de Venezuela, de la ONU, puso de
manifiesto los crímenes de lesa humanidad, pidió que se investigaran las
políticas restrictivas del Estado y señaló el incumplimiento de las
recomendaciones emitidas con anterioridad. La Corte Penal Internacional
prosiguió con su investigación sobre los crímenes de lesa humanidad, pese a los
intentos del gobierno de suspender el proceso. Siguieron empeorando las
condiciones penitenciarias, especialmente la falta de acceso al agua y a la
alimentación.
Las condiciones de las prisiones y los centros de
detención son infrahumanas, especialmente el hacinamiento y la provisión
insuficiente de comida y agua. La población reclusa dependía de que sus
familiares les proporcionaran los recursos básicos para sobrevivir. Continuó la
detención prolongada en las comisarías de policía y otros centros de detención
ilegal.
Bajo el pretexto de construir esa sociedad perfecta, en el
estalinismo se aplastaban todas las iniciativas individuales y colectivas y se
sometía toda la suerte de la sociedad al dominio y poder absoluto de la
burocracia, combatiendo todos los procesos de socialización autónoma. La
democracia reconoce el conflicto y intenta establecer formas racionales de
solución. Al contrario, el totalitarismo es siempre negación de la división
interna y del conflicto, porque todas las soluciones están establecidas de una
vez para siempre y quienes disienten quedan fuera de la sociedad perfecta,
sobran y deben ser destruidos.
Ese es el sentido en el que la lógica totalitaria tiene una
sustancia utópica pues es consustancial a una idea de cierre completo de lo
social-histórico y al sueño de un orden definitivo. Por ello no es casualidad
que las personas fascinadas por el sistema soviético o por los fascismos y las
dictaduras militares tengan una común fascinación por el orden, pues la utopía
totalitaria es esencialmente el proyecto de una sociedad en orden. Ese orden
nuevo exige sacrificios humanos que, en la mentalidad totalitaria, se
justifican históricamente. Las víctimas de Hitler y Stalin no fueron asesinadas
para conquistar y colonizar el territorio que ocupaban. Con frecuencia fueron
asesinadas de una manera monótona y mecánica, sin emociones humanas, odio
incluido. Fueron asesinadas porque no se ajustaban por una u otra razón, al
esquema de la sociedad perfecta. Su muerte no fue un trabajo de destrucción
sino de creación.
Fueron eliminadas para poder establecer un mundo humano
objetivamente mejor, más eficiente, moral y hermoso. Un mundo comunista. O
ario, racialmente puro. En cualquier caso, un mundo armonioso, dócil en manos
de sus dirigentes, ordenado y controlado.
Excelente artículo!!! Mostrando la verdad del Narcoregimen Venezolano y sus aliados!!! Gracias por darle al pueblo Venezolano una ventana para expresarse
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