Al PSOE de Ferrol le encanta poner palos en las ruedas
El PSOE censura en un comunicado el incremento del precio en los comedores escolares: «As familias deberán aboar un 20 % máis nos almorzos e un 50 % máis nos xantares cada mes con respecto ao curso anterior».
La edil Montserrat Dopico solicita a los responsables
municipales que sea el Gobierno local el que asuma ese incremento, ya que puede
convertirse en una carga pesada para los padres.
Pero, es bueno recordar que el Gobierno local ha cumplido el
compromiso de la reapertura del comedor sénior en el centro de mayores de Río
Xubia, al que se sumarán otros en los barrios de Catabois, Esteiro, San Xoán y
Caranza, volviendo a generar una dinámica para poder ir abriendo los demás
comedores y poder combatir la soledad no deseada entre nuestros mayores.
El gobierno de Ángel Mato daba la espalda a nuestros
mayores, sin tener en cuenta las numerosas peticiones presentadas por registro
reclamando la puesta en marcha de los comedores sénior. La concejala Rosa Martínez recordó al Gobierno
de Mato que “Ferrol fue pionera en la puesta en marcha de los comedores sénior,
con el objetivo de fomentar la autonomía personal, la prevención de la
dependencia, ofrecer una dieta equilibrada adaptada a las necesidades de los
usuarios y, sobre todo, lo más importante promover la socialización”, evitar la
soledad, ya que muchas personas mayores de 65 años viven solas y esta
situación, a la larga, les ocasiona problemas de salud mental y un deterioro
físico
El gobierno de Rey Varela ha firmado el convenio de Xantar
na casa, y no será la última colaboración entre la Xunta y el Concello, dos
administraciones que trabajan juntas por el bien de los ferrolanos.
El alcalde de Ferrol, José Manuel Rey Varela (PP), acaba de
firmar un convenio de colaboración con la entidad Dignidad para atender
a familias en riesgo de exclusión.
Rey Varela visitó la sede de Dignidad Galicia para
renovar, junto con su presidenta, María Dolores Romero, el convenio para el
programa de atención a personas en situación de riesgo exclusión social. Este
programa contará con una aportación municipal de 10.000 euros y servirá para
dar cobertura a las necesidades básicas urgentes y de primera necesidad de los
usuarios, así como también para poder facilitar mobiliario y ropa.
“Poner palos en las ruedas” de alguien significa poner
dificultades importantes en la actividad de otra persona o institución para
impedir que alcance sus objetivos o dificultar su avance hacia ellos. Aunque
claramente egoísta, este tipo de comportamiento tiene una explicación, pero no
justificación ética: al obstaculizar o impedir el progreso del que es percibido
como rival en la carrera, por comparación, uno sale favorecido. Porque las
comparaciones sociales resultan inevitables hasta cierto punto, pues responden
a la tendencia a evaluarnos por comparación con otras personas.
Los ciudadanos tampoco olvidamos que por culpa de las prisas
que le entraron al que perdió la silla por empezar su campaña electoral, hemos
perdido oportunidades y proyectos fundamentales para la ciudad como el Proyecto
del Centro de Innovación y Desarrollo del Sector Naval y Renovables, que ha
perdido una subvención por la mala tramitación local.
Con un equipo sin experiencia de gestión, sin proyecto,
fue poco a poco encerrándose en sí mismo y dando la espalda a su propio
gobierno, a los grupos, a los trabajadores municipales y al tejido social y
económico de la ciudad.
En lugar de la cooperación o de practicar una competición
limpia y noble, y siempre teniendo como fin el bienestar de la comunidad, se
opta con frecuencia por poner zancadillas al competidor. El caso es ganar para
alimentar o inflar la autoestima individual o del grupo, aunque la estrategia
se limite a que otros pierdan, a reducir o aniquilar al adversario. «Si el otro
pierde, yo gano»; un mérito hueco y perverso. Si las zancadillas en el fútbol
llevan aparejada la tarjeta roja, en la vida política son las personas quienes
deben actuar de árbitros y no dejar impune el juego sucio.
Poner palos en las ruedas ajenas o en las propias, es
decir, obstaculizar el avance de los demás o perjudicarnos a nosotros mismos.
Una muestra de los pobres ardides que a veces se utilizan para mantener la
autoestima, pero una práctica contraproducente y sin sentido. En lugar de poner
palos en las ruedas, ajenas o propias, es preferible y necesario no dañarlas,
incluso engrasarlas y cuidarlas, para que así avancemos hacia una sociedad
integrada por personas con una autoestima sana y solidaria.
¡Algunos son muy envidiosos del éxito de los demás! No
pueden aguantar un reconocimiento público y popular que no les corresponde a
ellos. Sin pararse a pensar que el que gana, tiene derecho a ser aplaudido
y a disfrutar de un merecido reconocimiento. Los que pierden no deben de
arrogarse un triunfo que personalmente no les pertenece, aunque se consideren
más listos, grave error, cuando en realidad han llegado a donde están por una
carambola, pero Los ejemplos de paracaidistas que se lanzaron con decisión
desde el avión y acabaron estampados contra el suelo o con una pierna rota son
numerosos en los partidos.
Por otra parte, los paracaidistas llegan a los partidos políticos
con la sonrisa del triunfador y lo que ven es un mundo muy loco en el que ellos
no cuentan con las herramientas necesarias para sobrevivir.
¡Por buenas intenciones que tengan, en la vida hay que
huir de los aficionados!
Pero no nos engañemos, la ausencia de líderes identificables
por los ciudadanos no es ni el único, ni muchas veces tampoco, el principal
motivo que se encuentra tras el paracaidismo político. En muchas ocasiones se
trata de una recompensa a quienes se han mantenido fieles, pero, por la razón
que sea, tienen menos probabilidades de salir elegidos por el distrito por el
que les tocaría presentarse.
Napoleón creía que cuando alguien nombraba una comisión
era porque el problema no tenía solución. Algo similar ocurre cuando en puertas
de unas elecciones un partido no encuentra un candidato propio presentable y
decide lanzar a un paracaidista.
Este tipo de operaciones de diseño suele terminar en
fracaso. En política, el riesgo que corren los paracaidistas, es acabar
estrellándose.
Según Sandel, la meritocracia es una tiranía, entendida
en su más puro sentido aristotélico: erosiona el bien común, favorece a un
pequeño grupo y genera actitudes despóticas.
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