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Olga Alvarez Benjumea, un testimonio vivo de una sierva de Dios…

Soy un asiduo lector del blog "Evangelizadoras de los apóstoles" y he podido ver dos artículos que dan testimonio de esta mujer de Dios. Una mujer que me recuerda al Jesús de los Evangelios. Una mujer entregada a las circunstancias vitales de los demás.

Como dice en su primer artículo sigue el ejemplo de Maria, la madre de Jesús, que sale corriendo, llevándolo en su vientre, a compartirlo con su prima, pasando por terrenos peligrosos y Maria de Magdala, que tambien tiene prisa de llevar el anuncio, según le entregó Jesús, para llevarlo a sus amigos en Galilea.

"Voy a pie, en bus, en el Metro o en el Transmilenio (Bogotá). No tengo guardaespaldas."

"Necesitamos curas, sí, pero diferentes de ellos". "Muy fácil, ser cura, solo buscan el poder, y que les rindan pleitesía" afirma Olga, obispa de Colombia.

¡La pobreza «evangélica» implica siempre un gran amor por los pobres de este mundo!

El carácter radical del Evangelio ha llevado a muchos discípulos de Jesús, a través de la historia, a buscar la pobreza, hasta el punto de vender sus propios bienes y darlos en limosna. En este caso, la pobreza se convierte en una virtud que, además de aligerar la suerte del pobre, se transforma en camino espiritual, gracias al cual puede procurarse la verdadera riqueza, es decir, un tesoro inagotable en los cielos (cf. Lucas 12,32-34). La pobreza material no es nunca un fin en sí misma, sino un medio para seguir a Cristo, el cual, como recuerda Pablo a los Corintios, «siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza» (2 Corintios 8, 9).

Algunos curas y obispos han sido formateados para curas funcionarios y exclusivamente servidores del altar… Les va a costar cambiar de chip y convertirse en servidores de la comunidad y en curas que pisan el barro de la calle para socorrer a todos, especialmente los más pobres como lo hace esta sierva de Dios.

 Parecen tener un defecto de fabricación. Y qué difícil les va a ser romper esquemas y emprender nuevos caminos más de acuerdo con el Evangelio y con las necesidades del mundo actual. Han perdido el rumbo y les será muy difícil volver a encontrarlo. ¿Lo tuvieron claro alguna vez? Sinceramente, no sé qué responder.

Al hablar de este tema, no puedo dejar de destacar, una vez más, que los pobres constituyen el desafío moderno, sobre todo para los pueblos con una buena situación económica en nuestro planeta, en el que millones de personas viven en condiciones inhumanas y muchos mueren literalmente de hambre. No es posible anunciar a Dios Padre a estos hermanos sin el compromiso de colaborar, en nombre de Cristo, en la construcción de una sociedad más justa.

Desde siempre, y de manera particular con su magisterio social, desde la «Rerum novarum» hasta la «Centesimus annus», la Iglesia ha afrontado el tema de los más pobres. El gran Jubileo del 2000 tiene que ser vivido como una ulterior ocasión de fuerte conversión de los corazones para que el Espíritu suscite en esta dirección nuevos testigos. Los cristianos, junto a los hombres de buena voluntad, tendrán que contribuir a través de adecuados programas económicos y políticos para promover esas mutaciones estructurales tan necesarias para que la humanidad pueda alzarse de la plaga de la pobreza (cf. Centesimus annus, 57).

Me gustaría compartir hoy en mi blog las palabras que William Jaramillo dedica a Olga, obispa de Colombia. Un testimonio de como debe se un siervo de Dios.

Lo que sigue es de Él:

Buenas tardes Doña Olga: soy William Jaramillo. Supongo que se acuerda de mí.

Usted, me ayudó hace como más de 17 años a sacar mi vida adelante y hacer un hombre de provecho, sacándome de situaciones muy difíciles por falta de trabajo y estudios.

Hoy he conseguido poder educarme y he generado mi propio empleo dando a otros trabajo. Siempre le estoy agradecido.

Su tarea de dar talleres, de recorrer el país, de estar siempre atenta junto con el obispo Valencia, fueron ejemplos de lo que ustedes vivían con respecto a sus creencias evangélicas.

Con el tiempo, usted se ordenó cura y luego obispa y he seguido muy de cerca su trabajo de buscar igualdad en la iglesia, pero de un tiempo a esta parte, veo que están degenerando en lo mismo que hacen los curas, se ponen sus ropajes, dan misas un tanto parecidas a las de ellos y esa tarea de ayudar a la gente como yo, no sé ve por ningún sitio y Doña Olga, eso no las hace creíbles. Usted me mostró fotos con toda su ilusión de compañeras que se juntan para ordenar y protestar ante la iglesia, pero hay algunas que son vergonzosas, bailes, comidas, burlas.

¿Esa es la misión de ustedes? ¿Eso es lo único que muestran?

Siento mucho decirle que es pura decadencia y con esta forma de mostrarse, la gente como yo, no creemos que la igualdad se pueda dar y que el papá les abra las puertas. ¡Ni es serio, ni es digno!

No sé si será usted capaz de publicar mi queja, yo le escribo con el cariño y confianza que siempre le guardo.

Le deseo lo mejor para usted porque siempre ha estado al lado de los pobres como era yo y me enseñó a dar a los demás.

William Jaramillo.

William Jaramillo afirma que "algunas de las compañeras de Olga hacen como algunos curas, se ponen sus ropajes, dan misas un tanto parecidas a las de ellos y esa tarea de ayudar a la gente como yo, no sé ve por ningún sitio y, Doña Olga, eso no las hace creíbles..."

Afirma Pablo a Timoteo: "Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad"

Frente a los hombres y mujeres vanos que están deseosos de presumir de ingeniosidad en su búsqueda del aplauso humano, Timoteo debe evitar el absurdo deseo de exhibirse ante los hombres y buscar "con diligencia presentarse a Dios aprobado". Al fin y al cabo, lo que realmente importa no es conseguir que los hombres tengan una buena impresión de nosotros, sino que Dios apruebe lo que somos y hacemos. ¡Que cuando Dios nos examine, no encuentre en nosotros nada indigno por lo que tengamos que sufrir vergüenza!

Estimado William, recuerda que aquellas personas que se han apartado de la verdad, se han entregado al error, y además han adquirido el hábito de contradecir y oponerse sistemáticamente a todo intento de ser corregidos con la Palabra, es dudoso que lleguen a arrepentirse. Pero no sólo esto, puede que llegue el momento en que Dios mismo endurezca su corazón y se termine para ellos o ellas toda oportunidad de arrepentimiento. Tenemos un claro ejemplo de esto en el caso de Faraón rey de Egipto. Por mucho tiempo Dios le llamó al arrepentimiento por medio de su siervo Moisés, pero "Faraón endureció su corazón" y no escuchó su voz (Ex 7:22) (Ex 8:15,19,32) (Ex 9:7), y por esta razón, llegó un momento en el que traspasó una línea a partir de la cual ya no había retorno, y desde ese momento ya no era Faraón quien endurecía su propio corazón, sino que "Yahvé endureció el corazón de Faraón" (Ex 9:12) (Ex 10:1,20,27) (Ex 11:10). Y del mismo modo, estas personas con las que Timoteo se enfrentaba, podían haber llegado a un punto en el que Pablo dudaba de si ya habría posibilidades para ellos de arrepentimiento (2 Ti 3:9) (2 Ti 3:13). Por otro lado, en su estado piensan que son auténticamente libres, haciendo lo que ellos o ellas quieren, y no son capaces de darse cuenta de que el diablo los tiene engañados, que han sido capturados por él, y que viven para hacer su voluntad. Si se arrepintieran empezarían a ver lo espantoso que es su estado.

Comentarios

  1. Vendrá un día que la paja se la llevará el viento. Aunque sean mujeres presbíteras. El hábito no hace al monje. Tú, Olga sigue con tu ministerio. Cómo dice el Evangelio: los verán por sus frutos.

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  2. En la vida, todo tiene un eco y ese eco, les devolverá lo que han hecho.
    Se quedarán vacías, porque quién no basa su vida en Jesús, no tiene alimento y sin alimento, no hay vida.

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