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La señora Ayuso debería recordar el origen de la Extrema derecha salvaje

Estos partidos fascistas intentaron -a menudo con éxito- ganarse a una base de masas para canalizar el descontento generalizado.

 Crearon esta base de masas en primer lugar jugando con los miedos e inseguridades de grandes sectores de la población. Los partidos fascistas recurrieron al conocido mecanismo del chivo expiatorio e hicieron creer a la población que determinadas minorías o grupos de población despreciados (judíos, gitanos, pueblos eslavos, etc) suponían una amenaza. Estos chivos expiatorios proporcionaron un pararrayos perfecto para la explotación socioeconómica a la que se enfrentaban las personas corrientes y de este modo lograron canalizar el resentimiento de las personas ordinarias hacia una dirección favorable para la élite. Lograron que la población pisoteara a los de abajo en vez de a los de arriba.

Los fascistas crearon para sus seguidores un universo de «hechos alternativos» impermeable a aquellas realidades no deseadas. Los fascistas fueron muy hábiles a la hora de utilizar los medios de comunicación de masas más modernos del momento, como el cine y la radio, además de periódicos y revistas. Eran unos auténticos expertos en lo que hoy denominamos fake news con la consigna «es más probable que la población crea una mentira grande que una pequeña, y si se repite con suficiente frecuencia, tarde o temprano la población la creerá». 

Hitler atacaba duramente a los judíos ante las grandes masas, pero en sus discursos ante los líderes empresariales no había rastro de sus diatribas antisemitas. En esos círculos cerrados mostraba su verdadera agenda y hablaba únicamente de ataques al movimiento obrero, el socialismo y la Unión Soviética.

Mussolini no era diferente. Calificó al capitalismo de decadente y en su primer manifiesto del partido defendió un impuesto a los beneficios de la guerra, la jornada de ocho horas y el derecho de voto para la mujer. Una vez que los fascistas lograron el poder del Estado desapareció rápidamente esa delgada pátina social y anticapitalista, y se mostraron ardientes defensores de las grandes empresas.

En 1927 Churchill se deshizo en elogios al Duce: «¡Qué hombre! ¡Me ha robado corazón! Si yo fuera italiano, estoy seguro de que habría estado enteramente con usted desde el principio hasta el final de su victoriosa lucha contra los apetitos y pasiones bestiales del leninismo. Su movimiento ha prestado un servicio al mundo entero». Los propietarios de periódicos con tanta difusión como el Daily Mail y el Daily Express expresaron su claro apoyo a Hitler y Mussolini, y exigieron un «Hitler británico».

En Estados Unidos Hitler contó con el apoyo de Henry Ford, el gran jefe de Ford, que fue uno de los primeros en respaldar su partido. El director general de Shell también pertenecía a su club de fans. El empresario Prescott Bush, abuelo de George W. Bush, hizo negocios con la Alemania nazi hasta 1942, de modo que fue en parte responsable del ascenso del nazismo.

Javier Milei llegó a Madrid en otra visita privada pagada por el arruinado contribuyente argentino.  Se dio otro festín ante sus admiradores, como hizo hace unas semanas con su gran amigo Santiago Abascal. Este viernes lo homenajeó por todo lo alto Isabel Díaz Ayuso, que le miraba como una novia adolescente, embelesada cuando le escuchaba prometer que acabará para siempre con las obligaciones económicas del Estado moderno. Ayuso, a quien Milei se refirió en dos ocasiones como “presidente” en masculino, sabía perfectamente lo que el argentino iba a decir, porque siempre cuenta lo mismo, pero no era ningún problema para ella.

Díaz Ayuso se unió entusiasmada a los elogios a las medidas tomadas hasta ahora por su invitado, al que concedió la medalla de la Comunidad. 

En sus alabanzas exageradas, Ayuso decretó que Milei ya ha triunfado y que todo el mundo lo sabe. Se felicitó de que la visita se produzca “justo ahora cuando la nación argentina está resurgiendo con fuerza y se habla de ella por todas partes”. A través de un brutal programa de austeridad, su Gobierno ha conseguido reducir la inflación al 3,5% mensual, dijo Milei en Madrid (en realidad, el último dato oficial es del 4,2%). El precio ha sido el hundimiento del consumo y de la producción industrial y el aumento de la pobreza, unas consecuencias previsibles. Todo perfecto, para Ayuso.

Milei reiteró lo mucho que odia el concepto de justicia social. “Los socialistas creen en un monstruo horrible y empobrecedor llamado justicia social, una idea verdaderamente aberrante”, dijo. La considera “injusta y profundamente violenta”. Esto último lo explica diciendo que lo que hace es “violentar la igualdad ante la ley, porque a unos les quita y a otros les da”. Es decir, se cobran impuestos y con ellos se financian la sanidad, la educación o las pensiones de las que se benefician todos. Eso es lo que Milei considera una aberración.

Díaz Ayuso también ha criticado la justicia social en la Asamblea de Madrid en términos no muy distintos a los de Milei con la intención de presentarlo como un invento funesto creado por la izquierda, lo que será toda una sorpresa para la Iglesia católica. Evidentemente, en campaña electoral sí promete inversiones en sanidad o educación pagadas con fondos públicos. Ni siquiera Vox se atreve con este discurso homicida contra el Estado.

Ayuso afirma que la idea de justicia social trae un pensamiento de división de la comunidad: «aquel al que le va bien es culpable de que a mí no me vaya bien». Pero claro, ocurre que a veces es exactamente así. A los afectados por las preferentes o por las hipotecas les fue mal, porque a unos pocos banqueros les fue bien. A los pensionistas les va a ir mal porque les fue bien a los que saquearon la hucha de las pensiones. Estos últimos tenían, por cierto, el carné del mismo partido que Ayuso.

El planteamiento verdaderamente divisivo y peligroso es el que promueven los que son como ella: «el que tiene se lo ha ganado, el que gana menos es porque es inferior». Y esta idea no emana de la envidia de los de abajo, sino de la mencionada soberbia de los de arriba.

La señora ayuso debería saber que Justicia es tierra, techo y trabajo. Empleo decente para todas las personas, viviendas dignas y cumplimiento efectivo de derechos sociales como educación, sanidad, protección social…, de modo que las familias cuenten con ingresos suficientes y condiciones adecuadas para poder realizar convenientemente su función social de cuidado de las personas.

Es también erradicar la pobreza, la exclusión y la violencia, acoger a refugiados e inmigrantes, acabar con la discriminación de género, respetar y cuidar la casa común…

 La justicia es una manera de ser, de vivir y de actuar. Que nace del amor y del respeto por la dignidad de cada persona. Sobre todo de la indignación de ver a otras personas víctimas de la injusticia, heridas en su dignidad, sin poder desarrollar plenamente su humanidad. Indignación que pide respuesta: ¿cómo vive usted esa indignación?, ¿cómo responde señora Ayuso?

Se colabora con la justicia social siendo justos y justas, reconociendo que la persona maltratada demanda nuestra entrega, y participando en las organizaciones sociales donde juntos y juntas nos esforzamos por que se respete la dignidad de las personas. ¿Qué lugar ocupa en tu vida el trabajo por la justicia?

¡Cuánto bien nos haría meditar siempre estas palabras de Juan Pablo II!: «El amor por el hombre [y la mujer], y en primer lugar por el pobre, en el que la Iglesia ve a Cristo, se concreta en la promoción de la justicia» (Centesimus annus, 58).

 

 

 

 

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