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Crece la inseguridad ciudadana en Canido

Un incremento en la criminalidad que está afectando a familias de toda la vida y que parece haberse establecido en las calles de la ciudad.

Los vecinos de Ferrol muestran su preocupación por el aumento de la inseguridad ciudadana. Una de las vecinas de Canido me comentaba esta mañana  que hace pocos días varios jóvenes  amenazaron y atracaron a una señora en la Plaza de Canido.

Las luchas comunitarias, el trabajo de barrio, el proyecto localizado en una plaza, en un edificio, siempre han tenido una atracción especial para las gentes activistas. Vinculadas a la construcción de comunidad e identidad, este tipo de acciones han ocupado un lugar preferente en el imaginario de la izquierda. Los vecinos de Canido consideran que la mano de algunos partidos políticos se deja sentir en el movimiento vecinal. Hay que tener en cuenta que cuando la gente de los barrios se asocia, no lo hace porque tengan la misma idea de cómo tiene que ser el mundo, sino porque tienen la necesidad de resolver determinados problemas, de forma que, si se identifica a una entidad vecinal con un partido político, queda marcada a ojos de los vecinos…

 No ven lícito que las asociaciones hagan política, y una gran mayoría que los partidos influyan en ellas. Estos son los extractos de algunas de las opiniones recibidas.

“Creo que las asociaciones vecinales están demasiado politizadas. La mitad de ellas no se mueven porque no pueden atacar a quien les da de comer, y muy pocas son independientes” comenta un vecino del barrio de Canido.

Las asociaciones vecinales se definen como entidades pegadas al territorio y, por lo tanto, conocedores de la problemática que día a día ocurre en los barrios. Eso quiere decir que deberían ser defensores de la calidad de vida de los vecinos en los barrios y para ello luchar y reivindicar. Si a su lado quieren caminar los partidos políticos, bienvenidos sean, pero tiene que quedar bien claro que deben ser ellos los que coincidan con sus planteamientos, y no las asociaciones con los de los partidos políticos. Pero, como eso no siempre es entendido así por los trepas, esa cruz siempre la llevaremos acuestas.

Últimamente en el barrio de Canido la tranquilidad se ve alterada no solo en espacios públicos. Y la okupación de viviendas.

“Los vecinos no sólo queremos que se prohíba el botellón, sino que se pongan en marcha alternativas de ocio para los jóvenes” argumentaba esta mañana otro vecino.

 Intentar que no beban es una utopía, «pero no una quimera». Matiza que hay hobbies que pueden parecer aburridos, pero basta con darles a los jóvenes la oportunidad de conocerlos para empezar a ganar atractivo. El problema, en su opinión, es que están acostumbrados a la cultura del no esfuerzo, y aquello que cuesta una mínima dedicación es rechazado de inmediato.

Otra vecina coincide en que los adolescentes tienen muy integrado el consumo de alcohol en las celebraciones y las fiestas. «Actúan por imitación de lo que ven en su entorno, en los medios de comunicación y en las redes sociales. También señala que la familia debe ser la primera en ofrecer alternativas de ocio. “Además, es importante que los padres estén pendientes de las amistades de sus hijos, aunque pueda resultar complejo a estas edades. Un factor de protección es que los jóvenes tengan varios grupos de amigos (los del colegio, los del barrio, los de practicar deporte...) para poder motivarles a relacionarse más con la pandilla que tenga mejores hábitos y conducta”

Es cierto que lo que se hace en los botellones es beber y también hablar y escuchar música, pero el objetivo principal es consumir alcohol en grandes cantidades para perder el control y conseguir cierta desinhibición social. El abuso de las drogas empieza por un acercamiento a un consumo lúdico, después vendrá la adicción o un consumo habitual y finalmente la dependencia. Primero se comienza por pequeñas sustancias que van desde el tabaco al alcohol, para pasar a otras más potentes y adictivas.

Parte de la responsabilidad de esto recae sobre los padres, que en la mayoría de los casos o desconocen dichas prácticas de sus hijos u optan por la no acción. Pero el problema no es tan simple y requiere de una mayor implicación de todos para ir cambiando estas costumbres y alcanzar una solución común.

Las asociaciones vecinales deberían contar con más instalaciones como bibliotecas, centros de ocio, deportivos, teatros... a disposición de los jóvenes con programas atractivos sin que supongan un esfuerzo económico, de manera que se facilite el acceso.

Muchos jóvenes acuden a los botellones alegando que no tienen ninguna otra alternativa barata para su ocio nocturno, que reunirse en la calle para beber es la única opción sencilla y asequible para ellos.

Para muchos jóvenes el único modo de socializar que encuentran es el de reunirse en botellones.

Como sociedad, esto significa que le estamos fallando a nuestros jóvenes y adolescentes. En vez de ofrecerle información y alternativas saludables para que recuperen su salud mental y socialicen de una forma beneficiosa, se les está demonizando (por los actos de unos pocos) y señalando con el dedo por su supuesta “irresponsabilidad”.

 Nuestra sociedad necesita revisar la manera en que culturalmente se entiende qué significa ser joven y comportarse como tal”. Y debe hacerlo analizando dinámicas, estructuras, discursos y valores que no sólo son responsabilidad de la juventud, sino del conjunto de la sociedad.

Así, pues, nuestra prioridad debería ser acercar la cultura a todos los rincones de Ferrol, garantizando que cada barrio tenga acceso a una programación variada y enriquecedora. Estas actividades deben ser un reflejo del dinamismo de nuestra ciudad y de nuestro compromiso con una cultura accesible a toda la ciudadanía.

Llama la atención la falta de referentes claros para los adolescentes, que ponen su mirada en el poder y el dinero que sus ídolos llegan a conseguir más que en los valores que puedan encerrar. CAMBIAR PARA NO SUCUMBIR. La consideración pasiva y negativa de la situación puede derivar en un mayor desencanto. Es bueno reconocer los fallos, pero no lo es tanto abandonar a su suerte a toda la sociedad. Las familias, con reacciones diversas ante los problemas, deben apoyarse en la aplicación de iniciativas para sacar a flote a los hijos. La escuela tampoco debe ser ajena. Así, florecerán valores como la verdad, la sabiduría, el estudio, la sensibilidad, la cordialidad, el respeto, el compañerismo, la honradez, la apertura a la trascendencia

 

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