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Publicanos y prostitutas os preceden en el Reino de Dios

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.» Él le contestó: «No quiero.» Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor.» Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?» Contestaron: «El primero.» Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

La parábola de los dos hijos ejemplifica las dos actitudes del hombre con respecto a la invitación de Dios: una, que lo convierte en ciudadano del Reino de Dios, y la otra, que lo excluye del reino. En una cosa están de acuerdo con Jesús los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo: que no es con buenas palabras ni con buenas intenciones como se congracia el hombre con Dios, sino que es con buenos hechos, cumpliendo su voluntad, como el hombre conforma su vida con la mente, la voluntad y con el modo de ser del mismo Dios. Y, en esto, le va al hombre su propia salvación.

La prostitución aparece en la Biblia desde los tiempos más antiguos tanto en Israel como en los países del entorno (Gen 28, 15), como en los países del entorno (Jc 16, 1; Prov 2, 16; 29, 3).   En muchos casos, la prostitución se utiliza en su sentido literal. Pero, como suele suceder en otros pueblos, las palabras vinculadas con la prostitución han tomado pronto un carácter simbólico, de tipo casi siempre religioso y negativo…, echando la culpa a las mujeres, en contra de lo que hará Jesús.

El Antiguo Testamento presenta como prostitutas a mujeres que, estrictamente hablando no lo son, sólo porque ellas rechazan o rompen el orden patriarcal de la sociedad establecida, como puede suceder con Rajab, la «hospedera» de Jericó (cf. Mt 1, 5), que recibe a los espías de Israel (Jos 2, 1-3; 6, 17-25), y con la «concubina» del Levita de Jc 19, 1-3. Por otra parte, un tipo de prostitución se ha vinculado de un modo especial con el culto a los ídolos que, al menos desde el tiempo del profeta Oseas, aparecen como amantes falsos (vinculados a veces con prácticas sexuales que Yahvé condena como inmorales).

La palabra “os preceden”   parece suponer que Jesús va delante de (con) ellos, abriendo camino, como un “pionero”, explorador del Reino, adelantado de la Nueva Humanidad (del Hijo del Hombre), mientras que sacerdotes y ancianos no le siguen. Esta palabra de seguimiento no habla de algo que sucederá en el futuro, sino de algo que está sucediendo ya (os preceden, en presente). En esa perspectiva se podría suponer que los que debían preceder a los demás con Jesús son los Doce. Pero este pasaje afirma que los adelantados (exploradores) del Reino de Dios son las prostitutas y publicanos, iniciando un camino abierto para otros. Donde ellos entren podrán entrar otros, pues ello no cierran la puerta, no se cierran en sí mismos.

El primer hijo, que primero dice “no”, pero después se ·”convierte” y cambia, podría referirse a los gentiles, pero, en sentido más preciso representa a los publicanos y prostitutas, que han empezado rechazando la voluntad del padre, pero al final se arrepienten y van a la viña. Por el contexto, el segundo hijo representa a los sacerdotes y ancianos, que han dicho a Dios que “sí”, pero después no van. Desde ese fondo debemos unir este pasaje con 11, 19, donde a Jesús le acusaban de amigo de publicanos y pecadores.

Jesús no comienza su camino de reino con los que se presentan como Buenos (y condenan a otros a la prostitución del cuerpo o del dinero), sino con los publicanos y prostitutas, de los que no se dice que “os precederán al final”, sino que os están precediendo ya, ahora…  No dice dice “os precederán” (en el cielo futuro), sino que os están precediendo (en este mundo), ellos están abriendo con Jesús el camino del Reino.

Los cristianos han puesto esas palabras en el centro de su evangelio, pero no las han cumplido, ni antes ni ahora. Hablan de publicanos y prostitutas para el Reino, pero no les hacen ni justicia: Siguen marginando y expulsado a las prostitutas (en el fondo a todas las mujeres) y han hecho una iglesia de malos publicanos (de poderes políticos y económicos injusto).

Tener que venderse o, mejor dicho, estar vendidos de antemano, ser objeto de venta de la sociedad de los que se llaman a sí mismos “hijos de Dios” (como dice Gen 6).En sentido general, en aquel contexto “patriarcalista” a la mujer se la vende (y para vivir ella tiene que dejarse vender) como sexo, como “saco de culpas”, como mala “carne”.

Lo importante es saber que el Evangelio por definición es Buena Noticia, noticia de rescate, de esperanza, de salvación, también para las prostitutas. Más aún para ellas antes que a otros. Como sabemos muy bien, Jesús, el Mesías, el Salvador, el Hijo de Dios, durante su ministerio siempre las acogía y las perdonaba, “tus pecados quedan perdonados, vete en paz y no sigas pecando”, como el caso de la que fue sorprendida en flagrante adulterio y llevada por los fariseos con la pretensión de que Jesús la condenase. El castigo era matarla, pero Jesús conociendo a sus acusadores le dijo: “Vete en paz y no sigas pecando”. Qué hermosas enseñanzas nos deja este trozo del evangelio en que Jesús demuestra su poder divino y su grandeza humana. Las prostitutas y los publicanos le llevan la delantera en el Reino de los cielos… No, porque son prostitutas y publicanos, sino por no cerrarse a la conversión, a la gracia de Dios. ¿Y los fariseos? tanto los de ayer como los de hoy no están lejos del Reino de Dios por ser fariseos, sino por su prepotencia, soberbia, falso orgullo y discriminación que hacen de las personas ¿Acaso no sucede lo mismo en la actualidad? Fariseos que continúan excluyendo y expulsando a la gente de sus grupos, instituciones y comunidades porque no son como ellos quieren ¿Habrá alguien que no merezca una oportunidad en la vida si se arrepiente de su pecado? ¿Dios lo rechazará y expulsará de su misericordia?

Esta mujer recibió el perdón, una nueva vida y junto con ella una nueva oportunidad. Decía el profeta o algo parecido: Aunque tu pecado sea rojo como escarlata, lo pondré blanco como la nieve. Aunque sea grave, lo perdonaré. Dice otro profeta, Ezequiel: Esto dice el Señor… Los sacaré a ustedes de entre las naciones, los reuniré de todos los países y los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías. Les daré un corazón nuevo; arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo… ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios. (Ezequiel 36, 16-28). Aquí no tenemos que ponernos a inventar otra cosa, Papá Dios garantiza el perdón si de verdad somos humildes de corazón. Al final El Maestro nos dice: Mucho has amado, mucho te perdono… Vete en paz…

Cualquier persona que lea los Evangelios verá el contraste en las actitudes de Jesús y de los escribas y fariseos. Estos se mostraban insoportables frente a cualquier pecado de los demás, Jesús por el contrario siempre era misericordioso. Aquí radica la inquina de aquellos hombres contra Jesús, que los desautorizaba por su orgullo, falsedad e hipocresía. Y esta actitud irracional la mantuvieron hasta el momento final de verle morir en la cruz, llegando incluso a mofarse de él porque habían logrado darle el castigo que, según ellos, merecía, desconociendo en su soberbia actitud, que con su muerte estaba redimiendo a la humanidad de todos sus pecados, incluso los de todos ellos.

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