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Luis Rodríguez Patiño, un sacerdote alegre y comprometido con su ministerio

Hace pocos días he conocido personalmente a Luis Rodríguez Patiño y he visto en él un sacerdote alegre, comprometido con su ministerio y, por supuesto, con su Iglesia.

El servicio y el cariño que tiene por sus feligreses es un  destello del Amor de Dios por el hombre, y de la irrevocable voluntad del Señor, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2, 4).

Buen pastor  es aquel que desempeña su ministerio según el Corazón de Dios; es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina.

Luis, además de un sacerdote  y afable  es  una buena persona. Se le ve. Rezuma bondad sin pretenderlo y cercanía bondadosa. Y sin acepción de personas.

“El Sacerdocio es el Amor del Corazón de Jesús”, repetía con frecuencia el Santo Cura de Ars. Esta conmovedora expresión nos da pie para reconocer con devoción y admiración el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma.

Cuando Dios llama, Él nos garantiza una vida en plenitud, pues nos convoca a compartir la vida y la misión de su Hijo, el único que puede saciar las ansias infinitas de felicidad que laten en nuestros corazones. Así lo reconoce San Agustín en sus Confesiones cuando nos dice: Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que  descanse en Ti

Tras resaltar que “el Buen Pastor da la vida por sus ovejas” y que no las abandona como si fuese «un mercenario», el Papa Francisco dijo que una primera característica es la de ser apasionado “hasta el punto de decirle a su gente, a su pueblo: "Yo experimento por ustedes una especie de celo divino”

Y éste es el trato al que llamamos celo apostólico. No se puede ser un verdadero pastor sin este fuego dentro, dijo el Papa en su reflexión sobre un pasaje de la 2ª Carta a los Corintios de San Pablo. Es la hora de las parroquias samaritanas. Que los curas y los fieles dejen de ser como aquel sacerdote de la parábola que pasó de largo ante el que estaba tirado en el camino y se conviertan de verdad en “buenos samaritanos”. Como aquel de la parábola, que se detuvo junto al necesitado de socorro, le limpió, le curó, cargó con él, se lo llevó a que lo cuidasen y pagó a los cuidadores. Solidaridad en acto y ciclo caritativo completo. Misioneros de la caridad.  Estén donde estén, las nuevas parroquias tendrán que ser menos sacramentalistas, menos ritualistas y menos clericales, y más caritativas.

El Buen Pastor sabe denunciar, con nombre y apellido… Luis  recurrió en más de una ocasión  al Nuevo Testamento para afirmar que el cristianismo es incompatible con la xenofobia. “Jesucristo era refugiado, y los Reyes Magos eran extranjeros”. ¡Así de claro se expresa el cura Luis Rodríguez Patiño!

Sus puntos de vista a menudo se alejan de los de la jerarquía y subraya que alguien que se considera cristiano no puede aceptar el racismo o la xenofobia.

Su mensaje, además, no se queda en lo abstracto. Luis tiene una compasión real por otras personas. Desbordante de generosidad  no escatima ni un solo instante en dedicar su vida y ministerio a los más desprotegidos y necesitados.

Él es un hombre de Dios que tiene la valentía de denunciar el engaño y la mentira.

Sus feligreses aseguran que se trata de un sacerdote "activo, entregado, con ganas de hacer cosas…" dispuesto a armar lío”, a predicar la misericordia y la ternura y a hacer de sus parroquias  sus parroquias “comunidades en salida”.  Tiene cualidades para ello por su simpatía y don de gentes. No se esconde ni escapa ni le asusta el contacto permanente con la gente.

Quizás por eso domina los medios y los utiliza con fines pastorales para hacer llegar al máximo número posible de gente el mensaje de Jesús.

Necesitamos prescindir de los curas, casi exclusivamente funcionarios de lo sagrado,  por presbíteros  servidores de la comunidad.

Sólo así seremos creíbles. Solo así, si la gente nos ve dar trigo más que predicar, volveremos a situar nuestras parroquias en el corazón de la sociedad. Sólo así nuestras parroquias se convertirán en la casa común del barrio o del pueblo. Sólo así seremos, de nuevo, testigos del que pasó por el mundo haciendo el bien. Y sólo así volverán a decir de nosotros: “mirad cómo se aman”

Aunque también tengamos que hacernos eco de las ovejas negras que hay en todos los colectivos también es necesario resaltar  a los curas entregados como lo es Luis Rodríguez Patiño,  porque los que aparecen en los medios como buenos no son más que la punta del iceberg de una vocación repleta de grandes hombres, con el objetivo de transmitir a Cristo y a su Reino.

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