Jesús Sanz se revuelve contra la amnistía.
Este señor más que obispo de Asturias lo que parece quiere ser es animador político-religioso de la ultraderecha… Se equivocó, radicalmente, Santiago Abascal. El candidato de la moción de censura no tenía que haber sido Ramón Tamames, seguramente el arzobispo de Oviedo lo haría mucho mejor…
"Se va perpetrando la anunciada hoja de ruta con todas sus agendas, sus mentiras y sus trampas. Es el peaje que pagamos todos para que algunos se beneficien torticeramente en sus gobernanzas”, afirma Jesús Sanz. El prelado ya había señalado antes que "los que delinquieron grave y violentamente contra la convivencia destruyendo un Estado de derecho, determinan con su moneda de cambio el futuro de un pueblo. Cómplices que venden lo ajeno por un plato de lentejas para seguir en el poder"
La Iglesia católica española, que había vivido la llegada de la República como una auténtica desgracia, se apresuró a apoyar la sublevación militar de julio de 1936. No lo dudó. Estaba donde tenía que estar, frente a la anarquía, el socialismo y la República laica.
El 14 de abril de 1931 no sorprendió a nadie que el Cardenal Primado, los Obispos y los párrocos se alzaran fulgurantemente y con verbo pavorosamente encendido contra la II República, una vez proclamada ésta tras la huída y abdicación de Alfonso XIII, aún para la Iglesia “Rey por la gracia de Dios.” “Sois ministros de un Rey que no puede ser destronado, que no subió al trono por votos de los hombres, sino por derecho propio, por título de herencia y de conquista” (Manuel Irurita, obispo de Barcelona). Interpretaba la Iglesia este republicanismo exultante como un intolerable sacrilegio, anatema del que no se libraban los partidos progresistas y colectivistas. Y ya en mayo del 31, el Cardenal Primado Segura publicó una agresiva pastoral sobre la conducta hostil que los católicos debían seguir ante el nuevo Régimen democrático y progresista, marcando así la pauta beligerante que habría de mantener la Iglesia hasta el tan ansiado por ella aniquilamiento final de la Segunda República y el exterminio de sus dirigentes, defensores y simpatizantes, una vez triunfante el sanguinario golpe de estado fascista del 17 de julio de 1936.
La realidad es que la
iglesia católica fue la institución que sostuvo ideológicamente al régimen
franquista hasta su último suspiro y en la transición actuó como un poder
factico para conservar y mantener sus privilegios económicos e ideológicos en
la democracia: ¡Y vaya que lo consiguió!; Incluso en leyes de memoria histórica
promulgadas en los últimos años, la iglesia católica ha tenido la habilidad de
salir indemne de toda responsabilidad cuando fue la institución que más daño
moral hizo a la sociedad siendo la base ideológica fundamental del fascismo
español.
La sacrosanta Institución, históricamente experta en moldear el presente, ajustándolo a sus intereses y necesidades –aún a costa del sufrimiento y la opresión de decenas de generaciones humanas de desposeídos– siempre se ha caracterizado por reinventar a la manera del Gran Hermano orwelliano su propio pasado y el de sus adversarios, acomodándolo a su conveniencia, recreándolo y maquillándolo, suprimiendo del recuerdo y de los textos coetáneos sus manifiestos errores y fabulando y mistificando hagiográficamente su panegírico de aparentes virtudes, supuestamente heroicas, sacras e inspiradas por el Espíritu Santo.
Además de escritos y plegarias, la Iglesia catolicorromana
colaboró con los sublevados entregándoles las recaudaciones logradas en sus templos
de todo del mundo para la compra de armas y gasolina. Y lograda la victoria
gracias a las armas y los hombres enviados por la Alemania nazi y la Italia
fascista en ayuda de los rebeldes, el mismo día 1 de abril de 1939 declarado
Día de la Victoria, el nuevo papa Pío XII envió un telegrama de felicitación al
dictadorísimo para comunicarle que “levantando
nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente con Vuestra Excelencia
deseada victoria católica España”. No decía nada sobre la reconciliación ni se
acordaba de las víctimas causadas por las armas rebeldes.
Así, pues, afirma el
papa Francisco:” lamentablemente cuando la identidad sacerdotal se despista un
poquitito se te va a la política. Cuando el cura se mete en política, no va
bien… Tú eres un pastor. Tienes que ayudar a la gente a que haga buenas
opciones. Acompañar. Pero no ponerse a político. Si quieres hacer política,
deja el sacerdocio y métete a político.”
Es deber de los Clerigos fomentar el respeto de los derechos humanos, y no debe permanecer indiferente ante las situaciones de injusticia que se presentan en la sociedad o en su ámbito. Pero sería un error que los Clerigos se presentaran ante los demás proponiendo una solución concreta a los problemas temporales. Si lo hicieran, estarían entrometiéndose en un terreno que no le es propio. Los fieles laicos le podrían reprochar con justicia su intromisión. Y defraudaría a la confianza que ponen en él, como pastores, los fieles que busquen la solución al mismo problema desde otra postura.
Afirma el padre Juan
Morado: El gran obstáculo para la fe es un espíritu orgulloso y autosuficiente.
No solo la escucha de la conciencia exige esta actitud de apertura. También la
revelación pide obediencia. La revelación es mensaje y mandato, enseñanza y ley.
Creer es obedecer. Creer es confiar en la revelación divina y someterse a ella. Abraham, Moisés y David creyeron y obedecieron. Refiriéndose a estos personajes comentaba Newman: “Entiendo por fe una confianza absoluta, sin reserva, en los mandatos y las promesas de Dios, y el celo por su honor, la sumisión y entrega a Él de sí mismos y de todo lo que tenían”.
La Biblia habla
claramente: "Fíate del Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu
propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus
veredas" (Proverbios 3:5-6).
Aquellos que se conocen a sí mismos encuentran su propio entendimiento como una caña rota en la que, si se apoyan, fallará. No diseñes nada que no sea lícito, y ruega a Dios que te dirija en cada caso, aunque parezca muy claro.
El Señor sabe que nuestro propio entendimiento es corrupto - egoísta, centrado en sí mismo. No importa que hayamos nacido de nuevo y que la sangre de Cristo se haya aplicado a nuestro corazón. ¡Nuestro razonamiento permanece poco fiable!
Dios ha dicho: "Porque mis pensamientos no son tus pensamientos, ni tus caminos mis caminos, dice el Señor. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así son mis caminos más altos que tus caminos, y mis pensamientos que tus pensamientos" (Isaías 55:8-9).
Hay que actuar. Los
cristianos y las cristianas, las personas religiosas, tenemos que impedir que
las religiones se utilicen como vehículos del odio que generan estos
movimientos. No podemos permitir que abanderen la bandera de la vida (ellos
defienden la vida antes del nacimiento y después de la muerte. ¿Pero qué hacen
para defender la vida de los sectores más amenazados?). Y lo mismo, en otros
terrenos: ese odio que se tiene a las personas migrantes, refugiados, a los
desplazados… es un odio irracional.
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