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Pedro Sánchez asume el reconocimiento del Estado de Palestina

El mensaje que ha trasladado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su visita a Israel y Palestina no ha sentado precisamente bien al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lo que ha provocado un cruce de declaraciones entre los responsables de Exteriores de ambos estados.

"La lucha contra el terrorismo no puede ser sólo con la fuerza", advertía Sánchez, tras la muerte de 14.800 personas en Gaza, entre ellos 6.000 niños, desde el ataque de Hamás en Israel. "La respuesta a los atentados no puede implicar la muerte de miles de niños", ha afirmado el presidente del Gobierno en una reunión previa con Isaac Herzog, presidente de Israel.

Nietzsche repitió muchas veces que lo inhumano (allzumenschlich) forma parte también de lo humano. Esto se deriva del hecho de que nuestra condición humana es a la vez racional e irracional, caótica y armoniosa. No como un defecto de creación, sino como dato de nuestra realidad histórica. El proceso cosmogénico muestra también la misma característica, pues caos y cosmos andan juntos. Por lo tanto, se trata de una constante cosmológica, social e individual. Vemos que esto es verdad en la pérfida guerra de Israel y Hamás.

El Oriente de Israel era precisamente la actual franja de Gaza, tierra de los llamados “filisteos” (pelistim en hebreo), masacrados tantas veces por los judíos, según la Biblia, y cuya tierra se llamaba en hebreo Peleset. De ahí viene el nombre latino de Palaestina, conocido ya desde el siglo II.

Alguien ha argüido, en favor de Netanyahu, que Palestina como estado no ha existido nunca. Es cierto, pero los filisteos han existido siempre. Y después del judío Jesús tienen tanto derecho a un estado (y a sentarse a la mesa con Abraham, Isaac Jacob) como lo tiene Israel. Y si prescindimos de Jesús, lo tienen desde la visión de la Modernidad que quiere ser democrática y universalista. Y tanto Netanyahu como Biden han de elegir entre los valores de la modernidad o los criterios de aquel viejo rey Saúl (a quien la Biblia deja bastante mal), esperando que le traigan “doscientos prepucios de filisteos” (1Sam 18, 26-27)…

Los palestinos también tienen derecho a defenderse: tanto de esa ocupación sistemática y violenta de los llamados “asentamientos”, como de la afirmación racista del señor Netanyahu: “Israel pertenece solo a los judíos, no a todos sus habitantes”, como del incumplimiento sistemático por parte de Israel, de todas las resoluciones de la ONU, desde 1947 hasta Oslo, que siempre han defendido la existencia de dos estados.

El historiador Raz Segal  explica que existen cinco actos que caben dentro de la definición de genocidio según la ONU, de los cuales Israel está perpetrando tres: “1. El asesinato de miembros del grupo. 2. Causar daños corporales y mentales serios a miembros del grupo. 3. Infligir deliberadamente en el grupo condiciones de vida calculadas para provocar su destrucción física total o parcialmente”. “La meta de Israel es destruir a los palestinos de Gaza. Y aquellos de nosotros que observamos en todo el mundo no estamos cumpliendo con nuestra responsabilidad de impedir que lo hagan”, afirma Raz Segal

Israel está difundiendo falsas noticias, fotos y videos sobre supuestas “atrocidades” de milicias palestinas para justificar y avalar las masacres de familias completas, civiles, niños y bebés que hoy su ejército comete en Gaza. La prensa europea y medios dependientes de las multinacionales y con intereses geopolíticos obviamente solo publican la narrativa israelí. En este contexto, es interesante leer la columna del escritor israelí Gideon Levy, donde se aborda en parte el origen del mal intencionalmente ocultado por estos medios.

El exhaustivo informe, de 182 páginas en inglés y titulada en su versión abreviada en español El apartheid israelí contra la población palestina: Cruel sistema de dominación y crimen de lesa humanidad, documenta cómo las confiscaciones masivas de tierras y propiedades palestinas, los homicidios ilegítimos, los traslados forzosos, las restricciones a la circulación y la negación de la nacionalidad y la ciudadanía a la población palestina son elementos de un sistema que, según el derecho internacional, equivale a apartheid. Este sistema se mantiene con violaciones de derechos que, concluye Amnistía Internacional, constituyen apartheid como crimen de lesa humanidad según las definiciones del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y la Convención contra el Apartheid.

“Los gobiernos que continúan suministrando armas a Israel y que lo protegen de la rendición de cuentas ante la ONU están apoyando un sistema de apartheid, menoscabando el orden jurídico internacional y exacerbando el sufrimiento del pueblo palestino”, afirma Agnès Callamard, Amnistía Internacional.

Así pues, La posición anunciada el 28/1/20 por la administración de Estados Unidos con respecto a lo que llamó “el acuerdo del siglo” fue de hecho un insulto a la historia, a la humanidad, al pueblo palestino y a la propia dignidad estadounidense.

La propuesta estadounidense-israelí se basa en la consolidación del control israelí sobre toda la tierra de Palestina, asegurándose que el pueblo palestino esté sujeto a este control a cambio de promesas económicas que se acercan más a un acuerdo para comprar a la gente y su espíritu con dinero.

Esta propuesta pretende legitimar la ocupación israelí y revocar la historia del pueblo palestino y sus derechos legítimos e inalienables −en particular el derecho al retorno de la población refugiada y el derecho a la libre determinación−, en un intento de eliminar la cuestión palestina de forma completa y definitiva.

Estados Unidos se ha proclamado claramente como una parte en el conflicto en lugar de un agente de paz, pues considera que este acuerdo, que no tiene ninguna referencia al Derecho Internacional o a las resoluciones de las Naciones Unidas, es la oferta final al pueblo palestino, haciéndolo plenamente responsable, en caso de que la rechace, de todas las repercusiones que ello conlleve.

Israel y Estados Unidos todavía no han escuchado la voz de Dios, la voz de la conciencia, y no comprenden la verdad que no puede ser sometida: el pueblo palestino está vivo, y ha estado exigiendo sus derechos constantemente durante los últimos cien años hasta la fecha. El pueblo palestino seguirá exigiendo sus derechos hasta que los obtenga. El único camino hacia la paz es el de la plena igualdad entre los dos pueblos. La paz de Israel está determinada por la paz palestina; de hecho, la mera supervivencia de Israel se basa en una paz justa para el pueblo palestino. De lo contrario, Israel, a pesar de todo su poder, vivirá en el miedo y en la incertidumbre de un futuro desconocido.

Ha llegado el momento de que cualquiera que tenga la causa de la paz en su corazón y el deseo de garantizar la seguridad y la estabilidad en Oriente Medio abra los ojos a la verdad en lugar de dejarse engañar por el poder financiero o militar. La paz la hacen las personas que quieren la paz, que reconocen que la otra parte es un ser humano con igualdad de derechos y con la dignidad que Dios les ha concedido a todas.

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