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Señora Ayuso, el privilegio humano de mentir no está exento de límites…


Patxi López asegura que la presidenta madrileña traspasó con su tuit "todos los límites de la decencia política" al mezclar la supuesta decapitación de bebés por parte de Hamás con Sánchez.

Ayuso se hizo eco este martes en la red social 'X' de una noticia falsa, filtrada por un canal israelí, en la que se hablaba de que los militares israelíes habían encontrado cerca de 40 bebés asesinados por Hamás que acompañó del siguiente comentario: "40 bebés decapitados y el gobierno de Sánchez anda en la equidistancia entre los terroristas y las víctimas".

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el vicesecretario de Cultura y Sociedad Abierta del PP, Borja Sémper, dieron rienda suelta el pasado martes a una noticia sin contrastar que difundió una reportera, quien a su vez había reconocido como única fuente un soldado israelí que afirmó que “cree que ocurrió” esto, pero que no podía asegurarlo.

Hay también quien resalta las contradicciones de Ayuso, quien en la pasada investidura de Alberto Núñez Feijóo, clamaba "¡Dejen de utilizar las muertes!" cuando le preguntaban por las muertes de 7.291 ancianos en la residencias públicas de Madrid durante la pandemia; ancianos que murieron sin ser derivados a un hospital.

El grueso de la noticia hace que el bulo sea todavía más grave, ya que relata un presunto hecho a partir del cual Hamás decapitó a 40 bebés en una ofensiva contra Israel. Sin embargo, el propio Ejército del país desmintió después la información de la que, por otro lado, se habían también hecho eco parte de la prensa de la derecha mediática.

El portavoz del PSOE en el Congreso, Patxi López, ha pedido este miércoles al PP que deje de usar la guerra abierta entre Israel y Hamás para "atacar" al Gobierno en funciones y tratar de sacar "rédito político" porque, a su juicio, "eso es de carroñeros". En concreto, ha señalado a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, a la que acusa de estar traspasando con este asunto "todos los límites de la decencia política".

«La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad». Esta frase, atribuida al senador estadounidense Hiram Johnson en 1917, fue pronunciada hace casi cien años durante la Primera Guerra Mundial. Veinticinco años después, durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill dijo «en tiempos de guerra la verdad es tan preciosa que debería ser protegida por un guardaespaldas de las mentiras». Esas dos frases, verdaderas en sus tiempos y en sus contextos histórico, tal vez nunca como ahora son más verdaderas debido a los grandes avances en las comunicaciones.

El privilegio humano de mentir no está exento de límites; como tampoco es ilimitada la libertad de expresión y de información. Cuáles son los límites, cómo se definen, qué fin persiguen y hasta dónde son legítimos para intervenir en estas libertades son cuestiones para responder en el seno de una democracia. La fragilidad de la verdad no viene solo de la mentira, sino de su imposibilidad de conocimiento.

Tan humano es mentir como rechazar la mentira. La naturaleza humana tiene en la verdad y en la mentira su contradicción intrínseca. La incoherencia no reside en la ausencia de verdad, como tampoco la confusión, aun cuando estas son sus efectos más visibles. La mentira evidencia incongruencias y relatos contrapuestos.

La mentira ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. Desde el punto de vista ético, moral, religioso, político y jurídico, la sanción en todos estos ámbitos responde al daño que la mentira produce en las relaciones humanas. La mentira rompe la confianza. En el universo dantesco, el engaño se sitúa en lo más profundo del infierno: «Como el engaño es propio de los hombres y ofende más a Dios, los fraudulentos padecen más y están en lo más hondo» (Canto xi de la Divina Comedia). En la graduación de los pecados que se pueden cometer para ocupar un lugar en el infierno, el engaño es, junto con la violencia, uno de los peores actos de injusticia.

En una sociedad democrática, el que miente en un discurso político realiza un acto éticamente reprochable, aunque no jurídicamente sancionable.

El artículo 20.1.a de la Constitución española reconoce y protege la libertad de expresión. En sentido estricto, esta consiste en «expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción». Dicha Constitución contempla, en un sentido amplio, otras libertades de la libertad de expresión, como la de producción y creación literaria, artística, científica y técnica (art. 20.1.b. CE);  la libertad de cátedra (art. 20.1.c. CE), y la libertad de comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión (art. 20.1.d.). Cada una de estas libertades son manifestaciones concretas de la libertad de expresión que atienden a fines y dinámicas específicas. La libertad de información, sin embargo, presenta más allá de lo apuntado en la Constitución española características que la distinguen conceptualmente de la libertad de expresión. «La llamada prueba de la verdad, la relevancia pública de determinadas informaciones o la existencia de una necesaria labor preparatoria de la información son elementos exclusivos de la libertad de información que exigen buscar aquellos criterios que nos permitan distinguir cuándo nos encontramos ante el ejercicio de uno u otro derecho» (Bustos, 1994: 262).

Así pues, en los últimos tiempos se está haciendo un llamado al periodismo de calidad o “slow journalism”, donde quedan periodistas y fotógrafos, o una combinación de ambos, que cumplen con los criterios de rigor, calidad y buen periodismo.

Como alternativa a este desespero, es necesario exponer noticias sobre cómo funciona la desinformación y cómo detectarla. Los periodistas crean estados de opinión y por ende, ideologías: moldean la imagen que la sociedad. De ahí la enorme responsabilidad que descansa sobre el periodista, sobre el profesional de raza, el periodista nato, vocacional. Aquel que sobre todo precie la verdad y mantenga a raya todo intento de manipulación.

Por ello, es necesario un llamamiento al humanismo ético para contrarrestar el dominio mental del ser humano.

 

 

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