Seguidores

La indiscreción de una camarera descarada y maleducada


 Personalmente creo que a la hora de calificar un restaurante como bueno o malo, la comida y los precios no lo son todo. Aunque es raro que un restaurante con muy buena comida falle en todo lo demás, sí es cierto que hay sitios que, pese a servir una comida aceptable pueden hacernos vivir una experiencia que no tengamos ganas de repetir.

Abrir es difícil, lo sabemos, pero permanecer puede que lo sea aún más, especialmente si no se atienden a tiempo aspectos cruciales. Estar alerta a ciertas señales que va dando el desarrollo del negocio, puede ser la clave para prever dificultades y encontrar soluciones.

En un artículo que he publicado recientemente, hablé sobre las señales de una gestión de restaurantes exitosa. Pero hay restaurantes en donde los gastos son mayores que las ventas…

Si en un restaurante se va más dinero del que entra, es una señal muy evidente de que las finanzas no están funcionando correctamente. Así se trate de un restaurante muy popular, la contabilidad tiene que dar siempre números positivos. Para ello es fundamental tener claro cuáles son los gastos fijos y los variables, y establecer bien las prioridades. Los gerentes de un restaurante deben asegurarse de que sus platos son rentables y cubren las necesidades principales. Revisa el coste de los alimentos, de los proveedores, el sueldo de sus empleados y hacer los cambios que sean necesarios. Evitando a toda costa los números rojos.

Si vas varias veces a un mismo restaurante en un período corto… ¿no te daría cierta desconfianza que los camareros fuesen distintos cada vez? Pues esta misma imagen se llevan los clientes de tu negocio, si hay demasiada rotación de personal. Bien sea porque los empleados se marchan voluntariamente, o porque el personal que contratas no acaba de dar la talla, es prioritario atender este problema cuanto antes.

Hay restaurantes que de un momento a otro cierran un servicio, abre un día menos o reducen sus horarios. Suele ser una señal de que los gastos para funcionar no están siendo cubiertos, y se toma esta medida para remontar durante un tiempo o simplemente para no cerrar. ¡Pero, eso sí, las vacaciones que no falten...! los proveedores ya cobrarán... Lo peor vendrá cuando no tengan quien les sirva...

 Hace poco tiempo visité un restaurante en que el trato  horroroso de la camarera descarada y mal educada me  dejó sin deseos de volverlo a visitar… Se trata de un local amplio y bien situado junto al mar, con una amplia terraza para el verano, pero el trato de una camarera mal encarada no pudo ser peor, descarada y prepotente…  Lamentablemente, la rama no sale al tronco. Nada que ver con las generaciones pasadas…

Cuando uno va a comer a un restaurante es básica la discreción para que la experiencia sea agradable y deje una buena sensación a los comensales. De lo contrario, cuando se recibe un mal trato y se es víctima de la murmuración y de los chismes, es un motivo más que suficiente para que los clientes no vuelvan nunca más.

Por eso mismo, resulta sorprendente pensar que un restaurante puede triunfar porque los camareros son bordes y maleducados con los comensales a propósito, tal y como me ha sucedido en un establecimiento…

Además, la discreción debida y obligada, no siempre es respetada ni garantizada.

Está bien que en un restaurante te ofrezcan cercanía, pero sin caer en familiaridades impertinentes. Básicamente se trata de dominar el complicado arte de estar en el lugar exacto.

¡Discreción y complicidad es un plus para un local. El resto es prensa rosa!

Habrá famosos que gusten de difundir su privacidad, y hasta le saquen rendimiento. Como hay locales que se jactan de su público en público, recabando firmas en un no-se-sabe-bien-por-qué llamado “Libro de Oro” o llenando sus paredes de fotografías de los más ilustres huéspedes. En un restaurante, el espectáculo no es ese, si bien también hay quien lo aplaude.

El silencio de los camareros es un tesoro para los celosos de su intimidad. Nadie tiene por qué saber si aquel caballero estuvo anoche con otra señora, ni qué oculta aquella dama velada. Ni siquiera un famoso tiene por qué saber si el local lo frecuentan otros de sus famosos amigos; si quiere saberlo, que se lo pregunte a ellos que, si quieren, se lo dirán.

Así pues, el gran problema de la indiscreción es que no tiene vuelta atrás. Las palabras no se las lleva el viento, y lo dicho, aunque pidas disculpas, dicho queda. Cuesta ganarse la confianza de la gente, cuesta ser alguien en el que poder confiar, pero bastan unas solas palabras para echar por la borda toda la reputación. Una frase o una conducta imprudente acaban con todo y cambian la opinión que los demás tienen de ti.

¿Quién no se acuerda de la escena de la película Pretty Woman en la que están en un restaurante y piden caracoles? Lo último que necesitaba Julia Roberts en aquella terrible situación era que el personal de sala pusiera en evidencia su desconocimiento del protocolo. Pedía a gritos que la arroparan. En un caso así el camarero debe convertirse en cómplice y facilitar al comensal lo que necesite con discreción y respeto. Su objetivo es evitar por todos los medios que el cliente se sienta mal. Ahí es donde se reconoce a los grandes profesionales.

Ser discreto es tener control sobre lo que se cuenta. Uno decide con “tacto” y con “juicio” antes de hablar u obrar si se lesiona o no a otro o a la empresa al contar lo que uno sabe. Con una intención clara: no hacer daño; no perjudicar.

El cliente que acude a un restaurante que no respeta su intimidad simplemente opta por ya no frecuentar el restaurante en el cual no se sintió satisfecho y en su mayoría de veces no es por la comida, es por el mal servicio, por lo que deja de ser un lugar que ellos visitan o recomiendan. Hay que recordar que un cliente insatisfecho cuenta su mala experiencia a once posibles clientes y un cliente satisfecho recomienda su experiencia a cinco.

Comentarios

Entradas populares