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Fernando García Cadiñanos preside los actos por la paz

Coordinado por la vicaría diocesana para la Caridad, será la ciudad de Ferrol el escenario de un Círculo de Silencio con motivo de esta jornada convocada por el papa Francisco. Tendrá lugar el viernes 27 de octubre a partir de las 18:45 horas, con una oración en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Carmen (UPA Ferrol-Centro).

A continuación se desarrollará un Círculo de Silencio en la plaza de Armas. Los actos estarán presididos por el obispo diocesano, monseñor Fernando García Cadiñanos.

El Papa Francisco se dirigió, tras la audiencia general del pasado domingo, a lo que está sucediendo en Palestina e Israel: “La guerra cancela el futuro, que callen las armas, que se escuche el grito de paz de los pobres, del pueblo, de los niños”.

La posición del Papa Francisco que apuesta por el fin de la violencia y el silencio de las armas y la vuelta al diálogo entre las partes  y creemos que la solución para este conflicto, que dura muchas décadas, pasa por el cumplimiento de las repetidas resoluciones de naciones Unidas que instan a la creación en la región de dos estados: el israelí y el palestino. El israelí sí existe, pero no el palestino.

Esta guerra viene a decir que es hora de que todo el mundo despierte y conozca la verdad sobre lo que está ocurriendo en Palestina e Israel, que Israel se ha asentado en una tierra que pertenece al pueblo de Palestina y ha privado al pueblo de Palestina de su libertad. Hay que corregir esta situación. Corregirla no es difícil. El derecho internacional y las normas internacionales son aceptables para los palestinos.

En la penosa historia de los palestinos en busca de una patria ha habido innumerables asesinatos en masa, en Hebron (1929), en Deir Yassin (1948), en Kafr Qasim (1956), en Hebron (1994), la masacre de la Marcha del Retorno (2018). Tampoco debe ser olvidado y sí condenado el perverso acto terrorista de Hamas en Israel el día 7 de octubre, asesinando aleatoriamente a más de mil israelíes, entre ellos niños, y tomando doscientos rehenes.

La reacción del Estado de Israel, con el escandaloso apoyo incondicional de USA, está siendo cruel y sin piedad, alcanzando a miles de civiles, en una población con un 50% de niños y jóvenes. El asedio total con corte de agua, de alimentos y de energía por parte de Israel, es un crimen humanitario.

Esta guerra, totalmente asimétrica, nos plantea la gran pregunta: ¿por qué los seres humanos se matan o se asesinan unos a otros? ¿Cuáles son las raíces de esta perversidad? ¿Es posible la paz entre los humanos y con la naturaleza?

Esta guerra vino a decir que las armas no protegen, y los fuertes que subestiman a los débiles no se protegerán ni encontrarán seguridad. Los corazones seguros son fortalezas seguras. Los corazones palestinos, si se les devuelve su plena libertad, dignidad y Estado, son su única protección.

Por desgracia, la guerra es una realidad presente en nuestros días; ya se trate de conflictos armados cercanos o lejanos, la guerra siempre está ahí, golpeando nuestra retina y nuestra conciencia con imágenes capaces de ahuyentar cualquier palabra, salvo, quizá, el lamento o la maldición.

La construcción de la paz constituye el reto principal de la historia, como supo la tradición bíblica, abierta al Shalom escatológico. Esa paz no es un punto de partida al que debemos volver, ni un paraíso del que un día hemos caído, ni es tampoco una simple experiencia interior de libertad espiritualista, sino una tarea exigente y arriesgada de los hombres. Ella depende de los hombres pero, al mismo tiempo, les desborda y sobrepasa, situándoles más allá de las posibilidades racionales que ofrece un sistema organizado con la lógica actual de mercado, con sus poderes económicos y sociales. Los cristianos afirman que el futuro de la paz se ha iniciado por Jesús y así han elevado su Iglesia como signo y principio de reconciliación universal, pero ella misma parece muchas veces dividida, casi inmersa en las luchas de la historia.

Sea como fuere, siempre habrá que estar preparados para una guerra de otra índole: “Tomad las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteneros firmes después de haber superado todas las pruebas. Estad firmes; ceñid la cintura con la verdad y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud para el Evangelio de la paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del maligno. Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Ef 6,13-17).

Todos vivimos en una tierra sagrada. Caminemos por los caminos de Dios, abandonemos juntos toda violencia, recurramos a la buena palabra, comencemos un nuevo futuro y construyamos una nueva tierra.

Hombres y mujeres han nacido y se han desarrollado como seres libres, dotados de conciencia, a través de la reflexión y la comunicación verbal y afectiva, que les hace personas, capaces de crear una comunión igualitaria (o de matarse sin fin). En ese contexto, debemos recordar que primera violencia, que la Biblia ha condensado de un modo simbólico en la historia de Abel y Caín (cf. Gen 4), nació de una palabra fracasada, de una carencia de comunicación, que desembocó en la muerte de uno de ellos. Pues bien, esa carencia o rechazo de la comunicación sigue pesando como fondo y principio de todas las violencias, dentro de un mundo duro, donde corremos el riesgo de que se imponga sobre todos los hombres y mujeres la red de un pensamiento único (dominador), que sacralice la mentira y no nos deje compartir la vida en paz.

Es triste constatar que en la tierra del Príncipe de la Paz, Jesús de Nazaret, sucedan tales violencias brutales y guerras devastadoras, cuyas víctima son en su mayoría civiles e inocentes madres y niños.

¡Es el momento de proclamar Shalom, Salam, Pax et Bonum, Paz y Bien!

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