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En lucha por la paz

Horroriza ver en la TV esas máquinas descomunales de guerra. Horroriza ver esos enormes barcos cargados de armamento militar, esos aviones afilados como flechas en busca del "enemigo". Horrorizan esos mastodontes carros de combate, cargados con fuego directo, cuyas orugas van desgarrando la tierra, ávidos de reducir a trizas todo lo que pillan por delante. Todo para matarnos unos a otros.

Es inconcebible que los avances técnicos más depurados e importantes se utilicen en primer lugar para fabricar armas cada vez más mortíferas, y no para aliviar los sufrimientos de la humanidad.

No son pocos los señores, los señorones y los señoritos de la burguesía que se exhiben como luchadores por «la paz» mientras prosperan los grandes negociados de la guerra que es, ella misma, un gran negociado para sus negocios. Las guerras son el comercio por otros medios. El pacifismo burgués es un tóxico ideológico que se propaga con «facilidad» entre los pueblos gracias a la urgencia que en ellos habita por frenar el agobio, con todo género de violencias, que se despliegan en su contra.

Los imperialistas necesitan de la guerra. El capitalismo —decía Marx— ha rezumado sangre de los pies a la cabeza, desde sus mismos orígenes. El capitalismo ha significado para la humanidad sangrientas y bárbaras guerras, guerras coloniales, guerras mundiales, guerras locales, guerras para repartirse el mundo, guerras para esclavizar a los pueblos, , guerras cada vez más sangrientas, guerras cada vez más destructoras, guerras que conllevan cada vez más víctimas, cada vez más sangre, cada vez más destrucción, y la destrucción cada vez más hacia la retaguardia, cada vez más lejos de los frentes de batallas, cada vez más sobre las indefensas poblaciones; guerras cada vez más terribles, guerras cada vez más inhumanas.

Qué duda cabe que las causas económicas de las guerras son las más antiguas de todas, desde que el mundo es mundo las guerras se han hecho para conquistar territorios, bienes o personas de países ajenos y la guerra de rapiña es la forma más antigua de enfrentamiento. En todo tipo de conflictos encontramos siempre las causas económicas, o bien porque son el detonante o bien porque para ir a una guerra hay que hacer cuentas y ver si compensa o no el enfrentamiento. Los cálculos que se hacen antes de un conflicto son, a menudo erróneos, pues n se sabe de antemano cuánto va a durar y cuanto va a costar. El siglo XX no es ajeno a estas consideraciones y las causas económicas siguen teniendo un peso destacado, y lo seguirán teniendo. La relación entre conflictos armados y recursos o bienes naturales esenciales para la supervivencia es profunda. Sin tener que pensar mucho todos podemos asociar el control del petróleo con alguna guerra más o menos próxima. Este tipo de causas tenderá a ser cada vez más importante a medida que los recursos naturales esenciales escaseen, y en el siglo XXI será la clave para entender muchos enfrentamientos.

Ángel Gómez de Ágreda, coronel del Ejército del Aire y analista geopolítico, describe sucintamente en una de sus publicaciones el objeto de las guerras: “Las guerras se originan por la voracidad de una potencia por acaparar unos recursos o por la competición entre dos comunidades por el acceso a los mismos bienes. Es difícil encontrar enfrentamientos en los que no se pretenda una ganancia material por parte de los contendientes. Desde los desencuentros entre agricultores y ganaderos en el neolítico hasta las pugnas por las materias primas y la energía necesarias para mantener la industria moderna”.

La lucha por la paz significa luchar por salvar a la Humanidad de una destrucción apocalíptica, por salvar cientos de millones de vidas de hombres, mujeres, jóvenes, ancianos y niños.

Como indicó, en 1951, Sartre en el libro El diablo y Dios: “cuando los ricos se declaran la guerra son los pobres los que mueren” Pero cabe tener presente que las guerras no se podrían llevar a cabo sin la financiación a los estados beligerantes y a los empresarios que suministran armamento, munición y todo tipo de enseres para la guerra.

En la II Guerra Mundial, dos de los bancos más grandes de los EE. UU. negociaron largamente con la Alemania nazi. Estos bancos fueron el Chase Bank, propiedad de Rockefeller, y el National City Bank de Nueva York, controlado nuevamente por JP Morgan. Estos bancos manejaban las cuentas de muchas de las empresas estadounidenses que, durante la guerra, comerciaban con la Alemania nazi.

Así pues, En la homilía del 2 de junio de 2013, el papa Francisco decía: "La guerra viene del odio, de la envidia, del deseo de poder y también de aquel afán de más poder". El papa se preguntaba porqué se pretende "resolver" los problemas de la humanidad con una guerra. Y él mismo respondía así a esta pregunta: "Porque para ellos, el dinero es más importante que las personas. Y la guerra es precisamente eso: un acto de fe en el dinero, en los ídolos del odio, en el ídolo que nos lleva a matar el hermano".

¿Hasta cuando nuestro mundo estará guiado por la violencia y por el odio? Martin Luther King decía: "Hemos aprendido a nadar como los peces y a volar como los pájaros. Pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos como hermanos".

Ya es hora que intentemos resolver los conflictos bélicos a través del dialogo, con la educación y con el respeto a la diferencia. Y ya es hora que se acabe la industria de las armas, que no es sino la industria de la muerte, una industria que alimenta el odio entre hermanos. Por otra parte, los que dicen que velan por nuestras vidas, no habrían de anteponer los intereses económicos de la venta de armas por encima de la paz y de los Derechos Humanos.

Es una espantosa injusticia gastar tanto para matar, y no para promover la justicia en el mundo. Ese gran libro de sabiduría que es la Biblia, dice: "la paz es fruto de la justicia, la justicia y la paz se besan". Y Jesús de Nazaret dijo: "la paz os dejo, mi paz os doy, no como la que da el mundo". Nos cuenta el Evangelio de hoy que los judíos, nacionalistas violentos, querían despeñar a Jesús por un barranco porque les hablada de un Dios para todos, que no quiere límites ni fronteras que dividen y separan, sino unidad entre todos los pueblos, y que la verdadera religión no consiste en ritos y cultos, sino en la bondad, la honradez, la fraternidad, el amor, la justicia, la igualdad, la ética, la solidaridad, la paz entre todos los Hombres y toda la Creación.

¡Sí a la paz! ¡No a la guerra!

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