Seguidores

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas…”

¿Cómo seríamos los humanos si nunca nos emocionáramos, si fuéramos capaces de controlar las emociones en todo momento? Quizás vendríamos a ser como los robots, respondiendo a todas las situaciones con lógica y nunca con emociones. Pero Dios nos creó a Su imagen, y las emociones de Dios se revelan en las escrituras; por lo tanto, Dios nos creó seres emocionales. Sentimos amor, gozo, felicidad, culpa, ira, decepción, miedo, etc.

Una emoción es la alteración del ánimo, ya sea intensa o pasajera, de pena o agradable y que está acompañada de cierta conmoción somática. Las emociones son reacciones naturales por parte de una persona que hacen al individuo ponerse en alerta cuando aparecen situaciones que pueden suponer amenaza, peligro o frustración entre muchas otras.

Para poder comprender y controlar las emociones, es necesario tener o haber adquirido algunas habilidades para manejarlas, ya que si no se logra se pueden vivir estados desagradables y/o conductas poco deseables. Se habla entonces de inteligencia emocional, que es la capacidad de enfrentarse y de adaptarse a las diferentes situaciones a las que la persona se enfrenta en su vida diaria y su capacidad para resolverlas de forma satisfactoria a la vez que genera motivaciones beneficiosas para sí mismo.

Un autor como Unamuno dice en la “tía Tula” que con frecuencia la cabeza no coincide con el corazón, y que, incluso cuando coinciden, hay algo más hondo ahincado en el interior que no está conforme y se rebela.

Debemos estar muy atentos a controlar el crecimiento de las pasiones. Si dejamos que cualquier pasión se desarrolle desmesuradamente, puede llegar un momento en que tome ella riendas de nuestra personalidad. Cuando se llega a ese estado, la persona se ve absorbida, ajetreada, totalmente focalizada por el impulso pasional en cuestión.

Las consecuencias pueden ser desastrosas: comportamiento en diametral oposición a las convicciones y la opción de vida de la persona, e incluso, sobre todo si la fuerza pasional persiste en el tiempo, el desarrollo de una patología psicológica.

El profeta Jeremías hace una declaración impactante, dice en su libro capítulo 17, versículo 9, que “Engañoso es el corazón más que todas las cosas…”. La Biblia usa la palabra “corazón” para referirse a nuestras emociones.

Aunque las emociones humanas son un regalo de Dios, el descontrol emocional causa mucho daño; y esa es precisamente la referencia que hace el profeta Jeremías cuando declara que el corazón, es decir, nuestras emociones, son “engañosas” y agrega “más que todas las cosas”. Por emocionalidades desbordadas se han perdido relaciones, por una palabra expresada con ira se han perdido negocios millonarios; por celos incontrolados se han roto millones de matrimonios; por impaciencia se han llegado a matar algunas personas.

Todo esto es un indicativo de que el ser humano necesita “ayuda sobrenatural” para manejar sus emociones… Jesús es quien comienza la obra en el corazón humano. Cuando te entregas a Jesús, le estás diciendo, “Señor te entrego mi vida completa, incluyendo las emociones”. Por lo tanto, cuando dices, “le di mi corazón a Jesús”, le estás queriendo decir que le diste tus emociones a Él para que las controle.

En vez de confiar en nuestros corazones, debemos encomendar nuestros corazones a Dios: "Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas" (Proverbios 3:5-6). Este pasaje nos ordena explícitamente que no confiemos en nosotros mismos. Y nos promete una guía para los que decidan seguir al Señor.

La idea de que un creyente no puede desanimarse, frustrase, entristecerse o indignarse no es bíblica. De hecho, podemos ver casos en los que algunos creyentes pasaron por estas circunstancias. Así por ejemplo Pablo dice haberse abrumado “sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida” (2 Cor. 1:8). No vemos que diga: “pero declaramos bendición sobre nuestras vidas…” o cosas semejantes. Pablo es consciente de sus emociones y las reconoce como parte de su vida cristiana.

En la carta de Santiago podemos leer de igual manera lo que debemos hacer cuando nos sentimos afligidos: orar (Stg. 5:13). El texto no dice que confesemos no estar afligidos sino que hagamos oración por aquello que nos aflige.

El permitir que nuestras emociones nos controlen, no es nada piadoso, como tampoco lo es el negar o censurar nuestras emociones. Debemos agradecer a Dios por nuestra capacidad de sentir emoción y administrar nuestras emociones como un don de Él. La forma de manejar nuestras emociones es mediante nuestro crecimiento en nuestro caminar con Dios. Somos transformados por la renovación de nuestras mentes (Romanos 12:1-2) y el poder del Espíritu Santo, el que produce en nosotros el dominio propio (Gálatas 5:22-23). Necesitamos un impulso diario de principios bíblicos, un deseo de crecer en el conocimiento de Dios y pasar tiempo meditando en los atributos de Dios. Debemos tratar de conocer más de Dios y compartir más de nuestros corazones con Dios mediante la oración.

La biblia nos dice que tenemos que ser controlados por el Espíritu Santo (Romanos 6; Efesios 5:15-18; 1 Pedro 5:6-11), y no por nuestras emociones. Si reconocemos nuestras emociones y las llevamos ante Dios, entonces podemos presentar nuestros corazones ante Él y permitirle que haga Su obra en nuestros corazones y que dirija nuestras acciones. A veces, esto puede significar simplemente que Dios nos consuela, nos reafirma y nos recuerda que no debemos temer.

Finalmente, el mismo Señor Jesucristo se sintió afligido cuando faltaba poco para subir a la cruz. Dice Marcos 14:34 que Jesús les comentó a sus discípulos más cercano: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad”. No vemos en este texto que ninguno de los discípulos le haya dicho: “olvida esa tristeza y declara gozo en tu vida”. De hecho, el mismo Señor Jesucristo mostró por medio de su petición a ellos que lo más importante en estas circunstancias es la oración y no las confesiones positivas.

Lo más importante es recordar que Dios le ha dejado a la humanidad el Espíritu Santo, el cual es el consolador y guía. Es necesario pedirle cada día que nos ayude a controlar nuestras emociones.

«Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley»

 

Comentarios

Entradas populares